miércoles, marzo 28, 2007

Un grupo de vecinos de Providencia escuchando la audición radial Panorama del fútbol en Providencia

PANORAMA DEL FUTBOL EN PROVIDENCIA

Una audición de la emisora zonal F.M. Providencia lleva por pomposo título Panorama del fútbol en Providencia. La conduce un tal Chuletas. Escuché el programa en el que este tipo, a quien no logré reconocer por la voz, pero seguro que nos conoce bien, se despachó contra nuestro plantel de veteranos de AFAP (Asociación fútbol y amistad en Providencia), cuando comentó el primer partido de la temporada, que jugamos el sábado pasado, en términos crudamente ofensivos, aunque acaso veraces en toda la línea. Aquí van algunos de sus conceptos más polémicos:
-…debutó una dupla técnica que reemplaza al impresentable Máximo Rolón, integrada por el peludo Rodríguez y Constancio Marceletti, dos de los delanteros del equipo que tienen menos gol que una concesionaria Renault. Se perdió por tres a cero y la actuación fue, créanme, horrible. Los jugadores, a los diez minutos de iniciado el partido parecían haber sido rociados con gas sarín. No podían ni respirar los infelices. Todos muy mal. Sin excepciones. El arquero tuvo menos reflejos que el espejo del baño después de una ducha hirviendo. Después entró otro golero que salía menos que la que nunca tuvo novio. Los mediocampistas tuvieron menos recorrido que el colectivo de Providencia. Los de arriba, qué se puede decir de los de arriba. No llegaron nunca. Tuvieron menos córners que un ring de sumo. Y la defensa estuvo más lenta que la cámara de casación penal. Mal Carlos Díaz, Ricardo Ditro, deficitario en todas sus prestaciones, gordo, pesado, con menos cintura que un huevo de pascua. El negro Strugla jugó sin ganas, tuvo menos fibra que un combo de Mc Donald’s. Marceletti, el gran fumador, no puede ni correr, tiene menos aire que programa cultural.”
El tal Chuletas recorrió uno por uno cada jugador y lo humilló con sutileza y sin ella. De mí dijo que corrí menos que un peine en cabeza de muñeca, y de Angel Beltrán que tiene menos sangre que rodilla de canario. Del colorado Strugla aseguró que tiene menos estado que Irak. Algunas metáforas eran algo forzadas. Yo sé que más de uno se va a calentar. Los conozco a mis viejos compañeros.

(La metáfora tiene menos sangre que rodilla de canario se debe a la autoría de A. Barbeira)


martes, marzo 27, 2007

SECRETO EN TANDIL Hoy es un día de lluvia que invita a la molicie y al esparcimiento, sea éste sano o mórbido. En la oficina, uno de los vendedores hace un sudoku, el otro, Zuloaga, se mira los zapatos, casi nuevos, que estrenó hace pocos días y aún no cede su arrobamiento. Lo invito a tomar un café. Acepta. En el bar aparece mi padre. Lleva su carpeta y una bolsa de supermercado. Acaba de vender una propaganda para su audición de radio. Lo invito a tomar un café. Está contento. Zuloaga se va a la barra a tomar su café y a leer, sin que nadie le moleste, la revista deportiva. Mi padre me regala un cedé.
-Es la grabación del último programa. Hablo del malsano espíritu de venganza del presidente, de la necesidad de dejar en paz a miles de familias argentinas, de sobreseer definitivamente a….
Aparece mi amigo Ricardo Ditro. Saluda a mi padre. Recibe otro cedé de regalo. Lo agradece. Lo invito a tomar café.
-Me estoy yendo. Tengo que viajar a Tandil. Venite –me invita Riqui-.
-¿A qué? –le pregunto-.
-Tengo que hacer un trámite. Dale vamos.
-Pero yo…
-Dale peroyó, cortala con el peroyó. Con este día de mierda qué vas a hacer en la oficina.
Mi padre se bebe su café y se levanta. Tiene que seguir vendiendo avisos.
No estaría mal un viajecito a Tandil, pienso. Algo así como Thelma y Louis de machitos, en tren de liviandad y para molestar un poco a la rutina. Le digo a Zuloaga, que lee la revista deportiva en la barra, que si aparece Arizmendis, nuestro patrón, por la inmobiliaria, que le diga que estoy engripado. Aunque él casi nunca va a trabajar los días de lluvia.
-¿A quién le digo? –me pregunta Zuloaga-.
-A Arizmendis. Decile que tengo gripe. Lo tengo que acompañar a Ricardo a hacer un trámite.
-¿Engripado?

Transitamos a cientos de kilómetros por hora en una ruta cuya visibilidad está disminuída notablemente por la lluvia. Ricardo me platica de su inminente abuelazgo, del tiempo que deberá disponer para su nueva posición familiar ya que los hijos, en la actualidad, no quieren renunciar a las prerrogativas propias de su condición de solteros sin obligaciones y que, a veces veladamente, a veces no, llegan a amenazan con interrumpir el embarazo si no observan una buena predisposición para colaborar de los futuros abuelos.
Llegamos antes del mediodía a Tandil con un sol hospitalario. Vamos a comer algo a un pub llamado Liverpool.
-¿Qué trámite tenés que hacer? –le pregunto a Ricardo mientras hinco el diente a un tostado mixto-.
-Tengo que ver a una persona en el colegio de escribanos de acá.
Terminamos nuestra colación y lo espero en la plaza, frente al colegio de escribanos, mientras él se dirige a cumplimentar su trámite. Aprovecho para buscar un banco de la plaza en donde, en 1966 posé junto a mi tía Margarita para una foto que un señor amable nos sacó con mi cámara Gradosol, cuando vine la anterior vez a Tandil. Al rato salió Ditro del colegio de escribanos.
-No está, carajo.
-¿Quién?
-La persona que vine a buscar.
-¿Y no podés hacer el tramite aunque no esté la persona?
-No vine a hacer ningún trámite. Vine a ver a una mujer que trabaja acá. Justo hoy no vino a trabajar. Voy a buscarla a la casa, creo que la puedo encontrar.
Cuando cruzábamos la plaza para ir al centro, la vio (en la foto está marcada por una elipse en el extremo inferior izquierdo, no se pueden perder):
-¡Ahí está! ¡Es ella! Voy a buscarla. Te dejo el coche. Andá al hotel de la tarjeta que nos dieron en el pub. Registrate. Cualquier cosa te llamo al celular.
-Pero…
Luego de unos segundos de indecisión y confusión, retomé mi propósito thelmaylouisero (pero machito), me despreocupé de mi amigo, que ya es lo bastante grande, y me dirigí al hotel, que es más bien un hostal. En el hostal me registré, me calcé el bañador y me tiré en la piscina de agua caliente. Le salpiqué con agua clorada el libro a una agradable dama que leía con anteojos. Me miró con antipatía. El día estaba precioso. Decidí ir a visitar la roca célebre de Tandil, que naturalmente no está más porque sus trescientas toneladas se cayeron en el año 1912, de modo que subí los 268 escalones tallados en el granito para observar el lugar de la caída y, en el fondo del barranco, los trozos de la piedra movediza. A las siete de la tarde regresé al hostal, pedí un servicio de merienda reforzada y me volví a arrojar en la alberca calentita. Me sequé, me duché y me cambié para esperar al misterioso Ricardo. Esperé algo más de una hora en el restaurant del hostal. A las nueve menos cinco llegó Ditro. Estaba agitado y tenso, aunque parecía satisfecho y seguro, acaso nervioso pero bien plantado, y posiblemente alterado pero sereno.
-Nos quedamos esta noche en Tandil -me anunció-.
-¿Quién?
-Vos y yo.
-Pimero decime qué está pasando porque estoy en bolas desde que llegué…
-¿Fuiste a la piedra movediza?
-Si.
-¿Y al Centinela?
-No.
-Yo fui a todos lados con Eleonora…
-¿Eleonora?
-Si, una amiga que conocí en mi viaje a Lanzarote. Nos hicimos amigos y vine a visitarla. Pegamos onda, como decimos los pibes ahora.
-¿Y por qué no me dijiste?
-¿Pensé que te ibas a hacer el moralista?
-¿Y qué tiene que ver el moralismo con la amistad?
-No sé, no me la compliques.
-¿Y por qué me trajiste a mí si venías a ver a una mina? ¡Qué tengo que ver yo!
-Porque en los viajes me aburro. Mañana a las seis de mañana tengo un duelo.
-¡Un qué!
-Si, el hermano de Eleonora me retó a duelo. No sé qué le pasó, se puso como loco cuando me vio con su hermana y me batió a duelo. Así como lo escuchás. Pedime una cerveza que me voy a bañar. Yo, al principio creí que me estaba cargando, pero no. Vos vas a ser mi padrino. Mañana a las seis de la mañana tenemos que estar en el lugar donde está el géiser artificial.
-Es una joda…
-No, no es ninguna joda.
-¿Dónde está el géiser artificial?
-Está por acá cerca, julio. Vos quedate tranquilo. Vamos a comer y a beber por allí. En serio, no pasa nada. El chabón me dejó elegir las armas y yo opté por el florete. Acordate que, cuando era más joven, fui campeón de esgrima, estaba federado y todo. Además es a primera sangre, no se va a morir nadie. Quedate tranqui.
-¿Cuántos años tiene el duelista?
-Como setenta. No hay ningún riesgo, tiene menos reflejos que Lux.
-¿Y Eleonora?
-Bien, gracias.
-No, boludo. Eleonora ¿cuántos años tiene?
-Ah, no sé, eso no se le pregunta a una mujer, pero debe andar en la cuarentena…
A las seis de la mañana siguiente estaba el géiser todavía envuelto en sombras…












sábado, marzo 24, 2007

QUINCHO TEMATICO DE RICARDO DITRO


Las paredes del quincho de R. Ditro son un muestrario diverso de equipos de fútbol, masculino, femenino o mixto. En esa corte de los milagros fotográfica no se discrimina entre teams malos o buenos, inolvidables o inexistentes, profesionales o amateurs, y abarca todas las épocas, desde la de la pelota de tiento y las casacas con botones, hasta nuestras actuales pelotas con colores trolitos y camisetas que no dejan adherir el sudor. ¡Error! Una camiseta seca anula el principal testimonio que necesita un barra brava para no moler a palos al jugador porque no puso lo que hay que poner, o el director técnico para no sacarlo al siguiente partido por amargo, o, en fin, el presidente, para que, al final de la temporada no lo dé a préstamo a algún club de mitad de tabla del Argentino B.
Cada vez que Ricardo nos invita a su quincho, lejos del mujerío que gobierna su hogar, nos quedamos largos minutos contemplando aquel verdadero museo de la pelota, tiempo que nuestro amigo y anfitrión se toma para preparar picadas con ingredientes de los más insospechados orígenes. Constancio y yo mirábamos los retratos, en muchos de los cuales éramos nosotros mismos quienes sonreíamos a la Kodak poket, enfundados en aquellos típicos pantaloncitos aprietahuevos. También había formaciones de equipos que disputaban campeonatos de fútbol siete, fútbol playa, hinchas vestidos con camisetas del equipo millonario para honrar al reciente campeón, en fin, hay un poco de todo. En todos los casos la presencia del balón acredita que allí se va a jugar un partido de foot-ball y no que se va a perder el tiempo lastimosamente.
Cuando Riqui terminó de picar la picada le preguntó a Constancio, que prendía un cigarrillo con otro que fenecería una vez cumplida la función de yesquero:
-Che, Constancio, ¿vas a ser el técnico al final?
-Y, no sé...
-Es lo que siempre digo, los técnicos tienen que tener personalidad. Me imagino cuando el peludo te pregunte a quién saca y a quién pone y vos le contestes y... no sé...
Luego de la renuncia del entrenador Máximo Rolón, la dirigencia le ha ofrecido el puesto vacante a la dupla peludo Rodríguez-Constancio Marceletti. El peludo aceptó de mil amores. Constancio, por ahora, dice y... no sé...
Llega la hija de Ricardo con una tarta de jamón y queso atención de la señora de Ditro. La chica tiene un embarazo avanzado que certifica que Ricardo va a ser abuelo. Deja la bandeja y se va luego de saludar a Constancio y a mí. La tarta tienen poco que ver con el espíritu de una picada pero qué tremendo puente ha abierto la esposa de Ditro con esa ofrenda alimenticia. Es que los esposos Ditro no se llevan nada bien y esa tarta es un mentís a cualquier especulación que uno pueda hacer en orden a sospechar que, cuando Riqui le comentó a su esposa que venían sus amigos, ella le respondió bueno pero no esperes que te haga comida, que yo no soy tu sirvienta, arreglate como puedas.








miércoles, marzo 21, 2007



BONITO Y SUMAMENTE UTIL
regalo que me trajo Ricardo Ditro de su viaje a Lanzarote (España). Los souvenirs cumplen la función de dar testimonio de nuestro paso por determinado lugar del planeta, pero tienen nulo valor de reminiscencia para el regalado. Es allí donde el aspecto utilitario del presente se vuelve prioritario para que el recuerdo no termine convirtiéndose en un incierto adorno juntapolvo olvidado en algún suburbio del modular. Cuánto se engrandece el significado de este misterioso adminículo (ver fotos) que Riqui trajo de su última gira laboral. Lanzarote es una isla de origen volcánico que forma parte del archipiélago canario, situado en aguas del Océano Atlántico, frente al continente africano. Este bello artículo que hoy presento a quien lo quiera apreciar fija con precisión las características volcánicas de la ínsula. Es un volcán de cerámica, bah. El volcán (ver fotos uno y dos) está dividido en dos partes que se encastran de manera de que se lo pueda abrir e introducir en su interior un sahumerio, una pastilla de gamexane, un faso semiapagado o cualesquier objeto susceptible de ser quemado (una carta de amor, verbigracia, un porro, para quienes tienen el hábito). El humo egresará de la boca del volcán (ver fotos tres y cuatro) y su efecto visual resultará un entretenimiento que nos puede garantizar, tal vez no horas, pero sí minutos de solaz sano y gratuito. No me digan que no está buenísimo.
-Te traje esta cagada porque sabía que te iba a gustar –me dijo mi amigo en el buffet cuando nos sentamos para el aperitivo. Sé que Riqui dijo "cagada" con el modesto afán de minimizar los alcances de su precioso souvenir-.
A Constancio le regaló una remera que tiene impresa en su parte delantera la palabra Lanzarote.

Ordenamos unas cervezas heladas y una picadita con predominio del maní salado, que vamos pelando, mientras la piel morada de la oleaginosa va cubriendo la mesa y luego el piso. Conversamos sobre el inicio de la temporada futbolística y la renuncia de Máximo Rolón a su cargo de director técnico. Se habla de que viene una dupla técnica formada por Constancio y el peludo Rodríguez. Constancio me confirma que están en tratativas pero que, como no se banca al peludo, preferiría que éste dé un paso al costado para que su coche no le pase por encima. Les cuento toda la historia de Carlos Díaz, el programa radial de mi padre en la emisora de la esposa del ex milico, ahora santero. Todo, todo, sin dejar ningún detalle afuera. Apenas hago pausas para chocar las copas y brindar por la amistad. Las palabras de Ricardo Ditro me calman como agua después de comer un putaparió:
-Todo el mundo en Providencia sabe que Carlitos es un jugador compulsivo y que perdió hasta la ropa de marca que tanto ama -dice, arrojando un maní al aire y abarajándolo involuntariamente con un ojo-. Y él, a su vez, sabe que todo Providencia lo sabe, así que se va a hacer el boludo. Si se entera lo que batió tu viejo se va a quedar musa para no hacer olas. Es así como funcionan los vergonzantes, sea cual fuese el pecado. Así que olvidate y no te hagas problemas por boludeces. Decile a Arizmendis que te chupe un huevo y que no amenace más, que vos sos el que más casas buenas trae a su inmobiliaria pestosa. Lo que me preocupa es que tu viejo militar trabaje en una radio de un ex militar. No habría que descartar que esos dos estén tramando un golpe militar. Y las revoluciones nacen primero en la convicción del pueblo que se alimenta con el mensaje de sus comunicadores. Qué mejor que una audición diaria para bajar línea todo el tiempo. Y El Show de Pedrito Rico, clavado que es un mensaje subliminal por Aldo Rico, no te rías, boludo, ellos quieren decir El Show de Aldo Rico para instalar nuevamente el nombre del carapintada en el imaginario popular. Y los muñequitos del padre Lombardero que Tellería guardaba en una caja... hmmm. Además, yo tenía en la colimba un zumbo que se llamaba Tellería y era un hijo de puta. Son demasiadas coincidencias...
-¿Hablás en serio?
-Más o menos mitad y mitad. Brindemos por la paz entre los pueblos.


Debo agradecer a la Condesa Sangrienta que inspiró varias de las ideas de la presente entrada y merece el crédito por su involuntario y talentoso aporte.

martes, marzo 20, 2007




Tiene que suceder algo trascendental para que yo el domingo no vaya a jugar al fútbol con mi grupo de amigos pre-gerontes. Ahora no se me ocurre nada más trascendental, tal vez alguna aventurilla extramarital, que no es mi caso. Un ejemplo simpático: el día que le dieron el alta de la clínica a mi señora, luego del nacimiento de mi muchacho, previo al retorno al hogar, hicimos una escala con Mariana y el bebé por el field, donde un match importante reclamaba mi presencia pundonorosa. Tiernísima anécdota.
Ayer, el sol tibiecito propio del verano tardío y el otoño tempranero, o quizás no, invitaba a lanzarse a la grama y corretear sobre las últimas gotas de rocío como un ánima en pena. Yo estaba preocupado porque sabía que me encontraría con Carlos Díaz, a quien mi padre señaló en una emisora radial como individuo perdido definitivamente por el juego, no así por la francachela, porque eso no lo sabe ni le consta. En Providencia, un barrio en el que todos nos conocemos, tachar de timbero a alguien es grave. La noticia se expande como mancha de aceite Castrol y el manchado se transforma en sujeto pasivo del baldón que le lanza la sociedad en forma de miradas perspicaces y comentarios por atrás. Díaz me saludó con un beso, pero no con el clásico golpecito en el hombro, lo cual incentivó mi paranoia, mi cola de paja. Un beso sin golpecito denuncia un afecto menguado. ¿Por culpa de mi tata? Antes de contestarme me interpuse una pregunta previa: ¿por qué habría yo de hacerme cargo de su indiscreción? Muy sencillo, porque mi patrón claramente me amenazó con que si nos sacaba de la venta la mansión Díaz (que no la del millonario de Ciudad Gótica) se cercenaba sus partes nobles. Las de él, no las mías. En el momento posterior a los besuqueos y tocamientos nos cruzamos con la mirada pero él la desvió, como desvió varios tiros durante el partido. A poco caí en la cuenta, y la calma me relajó, de que su mirada no estaba destinada a mí sino a otro muchacho que se encontraba justo detrás de mi posición, casi contactando sus partes más salientes, con lo cual, la supuesta intersección de los rayos visuales de Carlos y los míos no fue tal, que los suyos estaban viajando, previo sortear mi cuerpo, para posarse en los del otro con el objeto de manifestarle algo. Al terminar el partidito amistoso, nos duchamos, nos cambiamos y, quien no se quedó en el buffet para apurar un aperitivo, partió en busca de su destino dominguero: una parrillada, una raviolada o una pizza de ayer recalentada. O lo más triste (que también termina en ada): nada. Ahí te quiero ver, un domingo al mediodía solo como un perro en cuarentena. Antes, por lo menos, estaban Los Campanelli en la televisión, uno se divertía con las gracias sin igual de un Osvaldo Canónico, de una Dorita Burgos, y se deleitaba con la belleza de esta chica preciosa de la publicidad que se faseaba un Chesterfield mientras bailaba una hermosa canción de Donald (Tiritando). La tengo en la punta de la ¡ya está!: Liliana Caldini (ver foto). Carlos, antes de retirarse del club, me dio un beso de despedida, esta vez con golpeteo de hombro. Alivio. El afecto no había sufrido menoscabo, gracias a su ignorancia. Es evidente que el hombre no sabía nada. Ahora sí podía serenarme e invitar a Ricardo Ditro y a Constancio Marceletti, dos de los escasos muchachos que representan a la minoría que no reconoce la institución de la obediencia debida marital y los domingos al mediodía hacen lo que se les canta el culo.
La casa seguirá en venta. Que la vengan a señar antes de que se pudra todo.
Ese pensar revela una especulación sobre la residencia Díaz como futura fuente de una comisión y no como el hogar donde vive un amigo en desgracia. Arizmendis estaría orgulloso de mí.

Con referencia al tema de los besos masculinos, recomiendo la lectura del inolvidable capítulo del día Martes 5 de Setiembre de 2006 titulado “¿Deben los hombres besarse entre sí?”

lunes, marzo 19, 2007

Foto: dos mujeres comentan aspectos de la audición mañanera del coronel (“La Hora del Coronel”), mientras que un hombre trabaja en la reparación de un voladizo, completamente ajeno al cotilleo de las damas.

LA HORA DEL CORONEL
parte II


Resumen de lo publicado: mi papá, soldado retirado del ejército argentino, conduce una audición de radio. Ayer debutó y dijo cosas asaz fuertes. Yo diría que se salió bastante del molde de la charla amable. No puso ningún disco, recurso habitual cuando al speaker no se le ocurre nada, porque aprovechó los sesenta minutos que dispone para fijar parte de su ideario (estuve a un tris de poner la expresión “bajar línea” pero no estoy seguro de cuál es su significado). El anciano alquiló un espacio en la radio de frcuencia modulada de Providencia, propiedad de la señora de Tellería, acopió avisos de comerciantes amigos del barrio, que mi padre los tiene y muchos, y finalmente le fue otorgado el horario de seis a siete de la mañana, de lunes a viernes. Es de toda lógica que a un militar le den un horario temprano, inútilmente temprano, pero temprano. Lo que resulta muy meritorio es que un jubilado de ochenta para ochenta y uno tenga un proyecto de vida y lo pueda materializar. Pero, como no habló de los pozos ni de la basura que la gente tira en las esquinas, sino de otras cuestiones más globales, la repercusión, no tardaría en llegar.
Una vez que terminé de escuchar su primer programa, serían las siete de la mañana, saqué a pasear a mi perro Estanislao, compré el diario y fui a un café del centro de Providencia para esperar la hora de entrada a la oficina donde trabajo. En el café estaba el dueño de la inmobiliaria, Roberto Arizmendis, que había escuchado a mi padre. Pero yo quería leer el diario, en particular la sección de fútbol para conocer novedades sobre la formación de Argentinos Juniors, club del cual soy simpatizante. Pero no pudo ser, Arizmendis me llamó antes de que yo pudiera escupir dedos índice y pulgar para pasar las páginas.
-Julio, ¿qué hacés acá tan temprano?. O te caíste de la cama o estuviste escuchando la radio.
-Buen día Roberto. Si, lo escuché.
-Hay que tener coraje para decir lo que dijo.
-Y..
La letra ye nos salva de muchos entuertos pero, hay que ser francos, sólo sirve para ganar tiempo, pero decir, no dice nada.
-Son sus convicciones –me decidí a defenderlo, que para eso soy su hijo, amalaya-.
-Mirá, Julio, a mi las convicciones de tu padre se me importan un ardite. Te diría más, en las convicciones del mundo entero yo defeco. Pero cuando Carlos Díaz se entere de que el dueño de La Hora del Capitán...
-Del Coronel.
-Cuando se entere de que es tu viejo, y que por la radio le dijo a todo el mundo que es un timbero de mierda, vamos a tener que rogar a Dios para que no nos saque la casa de la venta ¡Y yo no soy creyente!
-Bueno, mi padre es mi padre y yo soy yo –dije, poniendo en mi boca palabras de Perogrullo-. Además –agregué- no sé si se puede decir que todo el mundo lo escuchó. No es la oral deportiva, tampoco. Ni González Oro -no digo ideológicamente-. Es un miserable programa que sale por una radio trucha a las seis de la mañana.

Carlos Díaz es un amigo y compañero en el equipo de fútbol de veteranos que representa al club AFAP (Asociación Fútbol y Amistad en Providencia).

Hace algún tiempo, Carlos, o Carlitos como algunos le dicen, por mi intermedio, le dio el mandato a la inmobiliaria Arizmendis para que vendiera su chalet. Muchísimas deudas de juego, y otras por efectivo prestado para el juego, le obligaron a realizar todos sus bienes, incluída su magnificente residencia en el barrio privado Providence, que se encuentra dentro del barrio Providencia, si bien el barrio privado está cercado como si fuese un country y hombres de seguridad privada le impiden la entrada a los botelleros.
-Que no nos saque la casa de la venta Carlos Díaz, es lo único que te digo, Julio -me advirtió Arizmendis-. Sabés que hay un tipo que anda dando vueltas para comprarla. Esta semana nos dejaría la seña. Si perdemos la casa me corto las bolas y hago malabarismo hasta morir desangrado.
Eso sí que es un ultimátum.
Por lo menos cinco personas del vecindario, que saben que soy el hijo del coronel, me dijeron haber escuchado La Hora del Coronel, durante este día. Pero todos lo comentaban en un tono entre sorprendido y divertido:
-Así que Carlitos Díaz era timbero. Mirámelo tan correctito y bien peinado. Ya le veía pinta de chantún yo.
-Che, Julio ¿ese Carlos Díaz es el que tiene la mansión en Providence?
-Qué coraje tiene tu viejo para mandar en cana a Carlos Díaz.
-Yo una vez jugué al truco con él en el club y cuando perdió le pegó una piña a la mesa y agujereó la fórmica.
El sodero que me provee de agua con gas y sin él, persona juiciosa y plena de criterio, me dijo al mediodía:
-Escuché a su padre, en la radio, Julio. Ha dicho verdades que pocos se atreven a manifestar. Felicítelo de mi parte. Hoy día pocos se juegan por sus convicciones. Era hora de desenmascarar a ese Carlos Díaz. El desvergonzado me está debiendo tres meses de sifones. ¡Tres meses!

viernes, marzo 16, 2007


Foto: familia del barrio de Providencia escucha la audición La Hora del Coronel

LA HORA DEL CORONEL

Mi padre es un militar en retiro efectivo de ochenta años. Ha sido conchabado en una radio de frecuencia modulada del barrio Providencia, llamada FM Providencia. Al coronel le han otorgado un espacio a la mañana temprano que lleva el nombre de La Hora del Coronel. Esta mañana me dispuse a escucharlo quizás con alguna reserva por temor a que sus opiniones resultasen polémicas o políticamente incorrectas, esto es, por fuera de lo que señala el canal trece, y ello le trajese y me trajese problemas. Más a mí que a él, puesto que, como viejo, que está de vuelta de todo, posee la soberbia clásica de creerse impune. Escuchemos que empieza (Las palabras del coronel deben ir en verde militar. Advertencia: esta bitácora no necesariamente comparte las opiniones del anciano milico):
“Recorro a diario las calles de Providencia y a mi paso encuentro basura y desolación en forma de botellas de cerveza vacías…

-Está bien –me digo- va a ir por el lado de la suciedad en el barrio, algo que nadie puede discutir, es un tema que a los providenciales preocupa por igual y sobremanera…

“Esas botellas son silenciosos testigos del descontrol y el abandono en el que están sumidos nuestros muchachos. No cabe duda que hoy día nuestros hijos han perdido el rumbo…

-Y, razón no le falta al viejo. Va bien con la labia, no se traba. No debería haberme preocupado…

“Y a todo ello contribuye el desinterés de los padres así como la inacción, que también es desinterés, del propio Estado, ese Estado que tiene la obligación de hacerse presente, personificado en el policía, en el servidor público a quien recuerdo en tiempos bastante lejanos recorriendo las calles e imponiendo el orden. Si ese policía veía a un chico en la calle, le pedía documentos. Y si no los tenía, se lo llevaba a la comisaría y lo tenía que ir a buscar el padre. Cuánto más necesarios serían hoy estos funcionarios cuando nuestros muchachos, agarrados de sus botellas de cerveza, dejan pasar la vida lastimosamente. A esos chicos habría que detenerlos y que los vengan a buscar sus padres para que puedan ver in situ en qué estado fueron recogidos de las plazas y las veredas. Y que ellos, sus padres, sean los que le apliquen el condigno castigo. Pero eso no existe más. Hoy vemos por las sucias calles de Providencia, muy de vez en cuando, a un móvil desvencijado que, cuando encuentra a uno de esos tarambanas tirado en una plaza bebiendo cerveza, mira para otro lado.

-Algo me dice que entramos en zona de riesgo…

“El presidente de la Nación ha dicho un día: no vamos a reprimir. Y lo dijo cuando hacía falta la presencia del poder público para restituir el imperio de la Constitución, esa que dicen tanto respetar, y permitir que la gente transite libremente por el territorio, territorio que constantemente es obstruído por los piqueteros de acá, o los de allá, ellos por supuestas razones ecológicas, éstos quién sabe por qué. La garantía de transitar libremente el territorio es tan esencial, pero tan esencial como respirar. El presidente cuando dice no vamos a reprimir no sólo confiesa su propia torpeza sino que comete redondamente el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público porque, sepan amables radioescuchas, que el Estado está obligado en forma irrenunciable a asegurar el mantenimiento de la ley. Lo contrario sería convertir el sistema democrático, que es el que dicen sostener, en una anarquía… Y la anarquía conlleva…

No quise seguir el discurso de mi papá. Me fui al baño a practicar mis abluciones matutinas. Todos dormían, hasta mi perro Estanislao, que apenas aguantó la primera parte de la alocución. Cuando terminé la tarea cotidiana de convertirme en un ser presentable regresé a la cocina para apagar la Noblex 7 Mares. La Hora del Coronel seguía:

“Cómo duele ver a los nietos, queridos amigos del éter, a esos otrora deliciosos purretes que hacían las delicias de los habitantes de Providencia, cayendo en las garras del alcoholismo, del delito, de la pornografía, el amor libre, de la droga y de darse besos a la luz del día. Es el caso del joven nieto del señor Prudencio Díaz, gran convecino y ciudadano ejemplar, a quien encontré ayer, tocando la guitarra y tomando cerveza en la plaza Decano R. Varela. Me refiero al nieto de don Prudencio. No es casual que el padre de ese muchacho, el hijo de don Prudencio, se haya perdido y hoy esté atrapado en las garras de su propio vicio, me refiero en este caso al vicio del juego, al casino malsano, a la timba pecadora y al bingo Providencia, que le han hecho perder todo, cada uno en su debida proporción. Carlos Díaz: si todavía te queda un poco de dignidad, rescata a tu hijo, todavía estás a tiempo de convertirlo en un hombre de bien. Pero primero, rescátate tú, rescátate tú, rescátate tú…
Por encima del último pedido, que reiterado a manera de letanía remedaba involuntariamente a un pastor evangélico de tevé, sin mencionar lo cacofónico de la frase (qué feo puede resultar en ocasiones el idioma español: digan dos veces rescátate tú y lo notarán también vosotros, no hay suavidad y menos musicalidad. En fin, asqueroso), por encima de todo ello, me pareció que a mi viejo se le había ido un poquitín la mano. Pero qué importa. Quién va a escuchar una efe eme barrial a las seis de la mañana.


jueves, marzo 15, 2007

EL HOMBRE DE LA SANTERIA (continuación)


Cuando ví a mi padre egresar de aquella habitación en la casa de Tellería, que yo había ido a tasar para poner a la venta en la inmobiliaria del barrio de Providencia donde trabajo, me pregunté qué hacía mi padre egresando de aquella habitación en la casa de Tellería, que yo había ido a tasar para poner a la venta, etcétera, etcétera. No porque egresar de una habitación tenga nada de particular. Qué va. Diría más: la gente se pasa todo el tiempo egresando de habitaciones y el mundo sigue andando como si nada. Lo que yo no podía interpolar era a mi padre con la habitación de una casa (la de los Tellería), que yo había terminado de tasar. Son como dos planos incompatibles, a ver si me explico. No debería extenderme en algo que la gente ya tiene claro por obra de su lucidez y buen juicio.
El señor Tellería, mientras su hija, una muchacha que pintaba para solterona, a estar por sus ropajes opacos y su rostro más bien apagado y tristón, nos servía una segunda vuelta de café, comenzó a explicar la razón de la presencia del viejo militar, mi viejo militar, una vez que éste se hubo retirado después de ejecutar todo tipo de reverencias para con la elegantísima señora de Tellería. El señor Tellería, en otro sector de la sala, ordenaba unas esculturas en yeso del padre Lombardero y las introducía en una caja de cartón.
-Bellísima persona su padre –me dijo la dama-. Gracias Teresita -díjole a su hija-. Mañana empieza a trabajar conmigo -y se apresuró a ampliar cuando vio mi cara de desorientación-. Acá, en aquel cuarto que mi marido no le pudo mostrar tengo una radio efe eme, usted habrá escuchado hablar, FM Providencia. Queremos vender esta casa y comprar una más grande para poder ampliar la radio porque ya no tenemos lugar. Ahora estamos transmitiendo veinticuatro horas al día. Tenemos muchísimo trabajo y mi marido me ayuda poco y nada porque dice que él no se machaca los dedos. He contratado a su señor padre, persona que me sorprende por lo informado y actualizado que está, y comienza mañana con su programa político, "La Hora del Coronel", se va a llamar. Tendrá opinión y algo de música. Qué persona criteriosa su padre, Julio, lo felicito por todavía poder disfrutarlo . Ahora ustedes me disculparán porque empieza mi audición, El Show de Pedrito Rico, se los recomiendo, con permiso.

lunes, marzo 12, 2007

EL HOMBRE DE LA SANTERIA
Un señor apellidado Tellería solicita mis servicios de tasación para poner en venta su inmueble sito en el barrio Providencia, calle R. Ereñú, para abundar en datos que a pocos podrían interesar. De más está decir que trabajo en una inmobiliaria (Arizmendis propiedades). Y está de más porque ya lo he mencionado hasta el hartazgo. Resulta tedioso reiterarlo en tantas oportunidades. El tiempo es tirano y he leído por allí que se está agotando el espacio para guardar material en la web. Por eso recomiendo no perder la continuidad de la presente bitácora, cuantimás no sea en homenaje a los que siguen escrupulosamente su atrapante trama. A ellos los imagino ahora diciendo: ¡Ya sé que trabajás en una inmobiliaria, lo dijiste ochocientas veces, me tenés podrido!
Una vez completada la recorrida por la finca del señor Tellería, excepto un cuarto que no me fue permitido ver, donde, según me informó, trabaja su señora, me invitó a sentarme en una silla plástica del juego de jardín, donde campean numerosas y diversas imágenes religiosas, casi todas pertenecientes a la religión católica, apostólica, romana. También hay Rodrigos, Gildas y Gauchitos Gil. En la pared de la fresca galería abundan cuadros con escenas bíblicas y hasta una foto de Santo Biassatti.
-Tengo una santería –me informa, como si la presencia de las esculturas y los retratos justificase el metier de don Tellería-. Siempre me gustaron las figuras religiosas. Yo tenía otro trabajo hace diez años. Era militar. Pero una vez tuve una visión. Había ido de visita a San Nicolás y sentí la necesidad profunda de cambiar de vida. Me pasé de milico al rubro santería. Me va muy bien y no me arrepiento. Además soy católico practicante y leí todos los libros de Sueyro. Sé de lo que hablo cuando cae a mi negocio algún cliente con una carencia profunda en el aspecto espiritual. Además es un trabajo liviano, no me machaco los dedos.
La casa entró a la venta gracias a mi certera tasación (una tasación certera es aquella que el cliente desea escuchar, no importa que esté alejada de los precios reales de mercado) y sellamos el acuerdo sentados en un sillón del living, mientras bebíamos una infusión caliente. Tellería comenzó a contar anécdotas de su oficio de vendedor de santos, justo en el momento en que se abrió la puerta de la habitación que no había podido avizorar durante mi periplo tasador. De repente salió de allí una dama de buen ver, que deduje era la esposa de Tellería. La señora tenía alrededor de cuarenta años y lucía el cabello peinado con el sistema de batido y fijación por medio de spray, muy a la usanza de los años sesentas. Paradigmas de este modelo de casco piloso son las señoras Violeta Rivas y Jolly Land, inolvidables cantantes que integraron la troupe musical del programa televisivo “El Club del Clan”, que se emitía por canal trece los sábados a las veinte.
Tellería se incorporó cuando cuando irrumpió su esposa. Y yo hice lo propio pero me sorprendí cuando vi a un señor mayor, que no era otro que mi padre, salir del mismo recinto de donde lo había hecho la del peinado ridículo, vestido él con un traje azul y portando unas carpetas de las que se fijan con un hilillo de goma. La señora de Tellería, que tiene unos hermosos ojos verdes, dio inicio a una presentación formal del viejo que la seguía con una actitud de respeto, actitud que se percibe clarito cuando la persona hincha el lomo y baja la cabeza. Yo dije:
-¡Papá!
-¡Hijo! –señaló él, como es previsible-
-¡Se conocen! –dijeron a coro los Tellería, lo cual resulta más previsible aun, por no decir estúpidamente obvio-.
-¿Qué hacés acá? –le pregunté a mi papá como para no interrumpir la cadena de previsibilidades-.
-Bueno, la señora te explicará –contestó el viejo coronel, que se retiró, luego de estrechar la mano de la señora, de su esposo, y la mía propia-.
Mencioné que ese señor mayor era mi padre, lo cual estaba sobradamente entendido por el devenir del saludo que antes nos habíamos prodigado. Pero, ¿qué hacía mi padre en casa de los Tellería? ¿por qué me impidieron acceder al cuarto de donde salió mi padre? ¿por qué mi padre egresó de la habitación secreta de la casa con el sobaco derecho pletórico de carpetas de color madera y una gomita a manera de faja? Preguntas que necesitan ser contestadas más temprano que tarde, y que lo serán, escrupulosamente, en una próxima entrada.































resumen de noticiasviajes y turismo
contador web