sábado, diciembre 15, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) OCTAVA PARTE 16 DE S. EN BONDI A POMPEYA A la mañana tempranito del domingo 16 de setiembre de 2012 nos despiertan con una llamada telefónica a la habitación indicándonos que es hora de levantarse, que no seamos remolones (remoloni). Hoy es el día del viaje a Pompeya, previo desayuno en el salón respectivo. Bajamos al comedor del subsuelo aún algo estupidizados por el sueño. En el buffet yo como lo que no suelo en mi república, como ser, huevos revueltos con panceta frita. ¡Explosivo! Los huevos con panceta consisten en huevo, como su palabra lo indica, y tiritas exquisitas de tocino que se extraen de una fuente. De otra se obtienen los huevos revueltos. Es una bomba de tiempo, suele decir E., mi mujer, y quizás tenga razón, aunque por ahora sólo se escucha el tic tac tic tac. Además hay facturas de buen tamaño, unas medialunas que tienen insertadas como pepitas de alguna mermelada indeterminada, que podría ser batata; yogur muy ácido, jugos de naranja y manzana, y un arrollado que a E. le encantó de alma y que en vez del dulce de leche tenía chocolate. Le gustó mucho pero no comió más que un pedazo por temor a los reclamos ulteriores de su estómago. A mi, en cambio, cuando algo me gusta mucho como y como. No me importa nada ni nadie y sigo comiendo. Además había lo tradicional: pan, manteca, dulce. Ya estamos en la ruta, el bus va a buena velocidad. Pompeya es una ciudad de la antigua Roma que en el 79 después de Cristo fue sepultada por la erupción del volcán Vesubio. Vamos hacia allá para lo cual tomamos la carretera que nos lleva a Nápoles, que queda a 226 km de la capital. En italiano Pompeya se escribe Pompei, como un jugador de fútbol conocido como el Tito Pompei. O un referí no vidente llamado señor Pompei. A los fondos de la carretera se ve la silueta grisácea y difuminada de los Apeninos. Una hora y media dura el viaje hasta Pompeya. La guía ya no es Antonella, es otra chica que tiene una característica en su discurso, de buen castellano con acento itálico, y es que inserta mucho la palabra “señores”, lo que da un tono de advertencia a los que estamos acostumbrados a utilizar en el habla coloquial el “señores” como un aviso o llamada de atención. De modo que cada vez que dice “señores” yo pego un respingo en mi butaca. Finalmente llegamos a Pompei y a la entrada a la ciudad la guía nos platica sobre la Camorra y lo mala que es. Dice que el que quiere hacer algo no puede si no tiene el permiso de la Camorra y nos previene que veremos basura por doquier ya que también la camorra está metida en ese problema. Que si el gobierno no se pone de acuerdo (no dijo no se pone firme) con ella no se podrá hacer nada. La camorra es una organización de delincuentes mafiosos y sinvergüenzas que se mueve en la región de Campania y en especial en Nápoles. La Campania es la región de Italia donde estamos ahora transitando con nuestra moderna unidad colectiva y la capital de la Campania es Nápoles. Pero primero pasaremos, como he dicho, por Pompeya. De manera que si muero en Nápoles nunca será por un homicidio ya que en cualquier caso se simulará que ha sido un accidente. La moderna ciudad de Pompeya la habremos de pasar por el costado nomás. La que visitaremos es la antigua Pompeya, la que fue pasto del malévolo Vesubio. Cuya amenaza subsiste ya que se lo considera un volcán en actividad. En otra época, nos informa la guía, supo funcionar un funicular que subía a la cima pero que ya no funciona. En dicho funicular, o tren a cremallera, el primero que se construyó, se inspiró el compositor italiano para crear la famosa canzonetta napolitana llamada Funiculí funiculá. La guía pregunta a los pasajeros si la sabemos como invitándonos a cantarla. E. y yo comenzamos a entonar tímidamente la parte del estribillo (Funiculí, funiculá, funiculí funiculaaaaaaa) pero hay poca predisposición de los otros. No pasa como en el filme de John Hughes Mejor solo que mal acompañado cuando en el micro los pasajeros cantan la canción de Los Picapiedras. Nos apeamos en el hotel Vittoria donde tomaremos otro desayuno, porque éste forma parte de la excursión que hemos pagado por aparte. Yo encantado. He de comer como si el desayuno en Roma no hubiese existido. La guía se afana en juntarnos a todos los integrantes de la excursión, para distribuir unos auriculares (auricolares) inalámbricos que nos permitirán escuchar a la nueva guía que se vendrá y que nos habrá de explicar todo lo relativo a la historia de Pompeya. La guía que hasta ahora nos acompañó es una morochita bonita muy parecida a la vedette ecuatoriana Paola Miranda aunque no tan exuberante. La colación, o segundo desayuno, de este elegante hotel no es tenedor libre. Acá se aproxima un mozo, te dice bon giorno (buen día) y te sirve la infusión caliente. Sobre la mesa hay dispuestas tazas para el café con leche y el té y unas primorosas botellitas que contienen jugo de durazno. Eso me indica que yo beberé ambos frascos puesto que a mi mujer el durazno le provoca alergia y podría morirse por cierre de glotis. Y lo harían pasar por un accidente porque estamos en la provincia de Nápoles. Pero sólo para el caso de que yo le diera el zumo, bajo engaño, diciéndole que no es jugo de durazno sino de otro fruto de los que no le producen alergia. Un claro caso de homicidio. La etiqueta de la botellita dice “Pèsca” lo cual es otro motivo para que se niegue a beberlo. Jugo de pesca suena asqueroso. ¿Qué es jugo de pesca? ¿Será el agua que queda en el balde donde se depositaron los pescados recién sacados del mar o río? No seas repulsivo. Pesca quiere decir durazno en italiano. Hay además en esta mesa redonda unas fuentes que contienen medialunas a razón de dos por comensal. La mesa es compartida con otros compañeros de tour lo cual es buen motivo como para comenzar a tejer amistades. Pero no seré yo quien me aboque a ese menester, tan bien estoy con mi mujer que no necesito de nadie más. De manera que apenas lanzo un chiste que es bien recibido, me sumo en profundo silencio y bebo mi zumo de pesca. CONTINUARÁ
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