DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR)
TERCERA PARTE
INCIDENTE DESAGRADABLE EN ROMA
Hay historias que en el momento en que ocurren se viven con más o menos dramatismo pero que nunca dejan un efecto neutro. Eso sí, suavizadas sus aristas por el trabajo del tiempo, se convertirán en anécdotas más o menos divertidas, menos o más interesantes. Resulta que en Italia viven una hora más adelante que en el Reino Unido. Ese dato antecedente servirá al final de relato así que por favor dejémoslo al cuidado de alguien responsable. Esta mañana nos presentamos a las siete en el salón del desayuno, tal y como nos dijera la coordinadora del tour, señora Maricarmen, a quien conocimos en el día de ayer, dama de origen español y con una simpatía en entredicho por las razones que habré de referir en un lapso breve, pero breve breve. Desayunamos solos en el salón sin ver a ninguno de nuestros compañeros de tour o, por mejor decir, nuevos compañeros de tour ya que nosotros dos fuimos adosados a un grupo que comenzó el viaje varios días antes con escalas en Suiza, República Checa, Grecia etc. Bueno pero eso ahora es completamente inocuo para nuestro relato. La señora guía de la empresa de turismo Maricarmen nos indicó el día anterior que nos apersonáramos a las siete y cuarto del sábado para desayunar y luego comenzar el tour a la ciudad de Roma, con la visita a los lugares más importantes, como el coliseo, que aquí se dice colosseo, y otros no menos históricos y trascendentes. Tomamos el desayuno y extrañamente no había ningún compañero de tour. Una vez cumplimentado el último provechito fuimos al vestíbulo del hotel para buscar a nuestros camaradas ausentes. Cuando llegamos casi que nos chocamos con señora de simpatía dudosa, que tenía una cara de culo que no veas. Nos estaba buscando frenéticamente con una planilla en la mano – porque los coordinadores siempre están con una planilla en la mano- y nos retó porque eran las ocho y media y la partida del tour estaba prevista para las siete y cuarto. ¿Cómo ocho y media si son las siete y media? –le dijimos- ¿Cómo? -dijo Maricarmen con horribles dificultades para disimular su indignación-. ¿No saben que en Italia es una hora más que en Inglaterra? No lo sabíamos ni nadie nos lo avisó. La ibérica Maricarmen nos espetó que eso era problema nuestro, que de alguna manera debíamos haberlo averiguado.
No llegamos a transformarlo en un incidente porque ambos, E. y yo, hemos aprendido, especialmente yo, a dar por el pito sólo a la cotización del dólar oficial y no al blue. Pero no podíamos evitar enojarnos por el trato injusto y descomedido. Hasta que, por falta de lugar en el bus, que estaba lleno, la coordinadora, con evidente disgusto, nos ubicó en los lugares asignados para los guías. Se trataba de los dos primeros asientos del transporte, los mejores. Eso me iba a facilitar tremendamente la tarea de sacar fotos y filmar gracias a la vista panorámica que se abría más allá del parabrisas. Dejamos definitivamente de lado nuestra calentura incipiente quizás porque sabíamos que la coordinadora también estaba caliente y de esas combinaciones puede surgir cualquier cosa pero nada bueno.
TOUR POR ROMA
Dimos por cerrado el momento tenso regalado por la guía. Dimos por prescripta la velada acusación de que éramos unos tontos de capirote por ignorar que en Italia se vive una hora adelantado con respecto al Reino Unido. Y así, ya liberados de nuestra carga, comenzamos el tour por esta sorprendente Roma que es como un libro abierto con estampas a todo color y en relieve. Y con solapas que se levantan y aparece una iglesia. La historia se aprende mejor por ósmosis, nada más recorrer sus trascendentes lugares, cada uno de ellos asiento de acontecimientos trascendentes para la humanidad. Escuchábamos a nuestra guía Maricarmen, no sin un deje de rencor, pero con la atención que merecían sus datos certeros. Vimos basílicas, monumentos, pirámides, obeliscos, etc. La guía anuncia que en breve será su colega Antonella la que seguirá explicando el tour. Y seguimos por termas, basílicas, columnas, etc. La mañana es esplendente, el ánimo mejora y la ojeriza descansa. Yo tenía en una mano una cámara fotográfica y en la otra la filmadora. Este último y moderno dispositivo me lo prestó mi amigo M. con una generosidad digna de un amigo fiel ya que es casi nuevo (Digo el dispositivo, no el amigo) Noble gesto cuando estas personas generosas son de las que se criaron con el mandato de no prestar nunca los aparatos y menos si estos tienen un valor apreciable. Un amigo, cuando yo era adolescente, no prestaba sus discos. Y maduramos todos con la creencia errónea de que los discos no debían prestarse. ¡Mala norma! Si sos amigo le prestás hasta la camiseta. Todos nos acostumbramos y seguimos su patrón de conducta y entonces nadie prestaba sus discos. Por eso debo valorar esa mano tendida que hoy me facilitó sin condicionamientos su filmadora, de tamaño tan pequeño que puede manipularse con una sola mano. Yo filmaba y fotografiaba, fotografiaba y filmaba a esa Roma tan fotogénica y abierta (Roma, Ciudad Abierta. Film de Pasolini) Y quizás incumplía aquella otra conducta de otro amigo que decía que nunca sacaba fotos en los viajes porque todo lo que veía le quedaba en la retina y en el recuerdo, y eso era lo único que necesitaba. Yo mismo creo haber afirmado en algún cenáculo que las personas que sacan fotos obsesivamente se quitan tiempo para disfrutar de la realidad viva. Esa que se manifiesta natural y desnuda y no a través de la lente. Pero ahora cambio parcialmente mi sistema de ideas y sostengo que se pueden hacer todo. Y así, yo filmaba y fotografiaba. Y después apagaba ambos aparatos y me abocaba a observar con mis ojillos, ya sin intermediarios, a esa Roma opulenta que filmó Fellini con más pericia. Se puede todo.
CONTINUARÁ
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