LOS CANDADOS DEL AMOR Ah, el amor (L’amour). Me sentía amoroso y fragante como Pepe Le Pew. Pasamos en París (Francia) por uno de los famosos puentes sobre el río Sena, el Notre-Dame, donde la gente enamorada suele colgar sus candados como parte de una tradición reciente. Es así: las parejas de enamorados suelen dejar un candado fijado a la barandilla y arrojan la llave al Sena como una promesa de amor eterno. La costumbre viene de una novela de un italiano llamado Federico Moccia cuyo título es Ho voglia di te (Tengo ganas de ti). Este tanito imaginó a la pareja de su historia sellando su amor mediante la colocación de un candado en el puente Milvio de Roma. Y así nació esta incipiente costumbre de colgar los candados en las barandillas de los puentes y arrojar las llaves al río. Caminábamos por el puente parisiense tomados de la mano con mi señora. Ver los candados y mirarnos a los ojos fue una única y misma cosa. Tenemos que conseguir un candado, nos dijimos al unísono, la valija roja corre riesgo de ser abierta si no le ponemos un buen cerrojo. Seguimos caminando por el bello puente Notre-Dame con la convicción de las parejas enamoradas y no exentas de practicidad.