miércoles, febrero 15, 2012


¡TODOS A DESCANSAR!

Camino por la vereda de la avenida costanera una tarde en que el cielo se tiñe de arrebol. De repente (me gusta comenzar la frase con de repente porque parece un mal relato de misterio, que no lo es. De misterio, digo). De repente me encuentro con uno que supo ser compañero en un equipo de fútbol y nos abrazamos con genuino afecto. Los afectos futbolísticos tienen una fuerza vinculante de intensidad quizás similar a las amistades amasadas con los años y las experiencias compartidas. Pero a diferencia de estas últimas, las futboleras se forjan en más breve tiempo. Un acontecimiento fundamental para el fortalecimiento del lazo puede ser un partido que ganamos después de ir perdiendo dos a cero con un gol en el último minuto. Pero esto no era ni por asomo el tema de la presente entrada veraniega. Con el amigo futbolero intercambiamos un par de comentarios y le comento, con lo que se podrá deducir el tenor superficialísimo de la conversación: lindo lugar éste.
-Bah -contesta-, yo alquilé acá frente a la playa porque tengo chicos y cuando se ponen rompepelotas los tiro en la arena para que no molesten.
A mi amigo, el balneario se le importaba un ardite. Sólo le servía para liberarse durante algunos ratos de la purretada.
Una vecina de mi mujer (cincuentona ella. Digo, la vecina) tenía dos opciones vacacionales: ir al Uruguay con su madre o a la costa argentina con su hijo y su nuera, que tienen una niña de tres años. Mi señora le dio un consejo sabio y utilitario, en fin, una asesoría más eficaz que las de Melconián. Le dijo: te conviene ir con tu madre. Si vas con tu hijo, tu nuera y tu nieta, te van a usar para cuidar a la pendeja. Ya me parece verlo: van a ir todos a la playa. A las once y pico vas a estar cansada y te querrás ir al departamento. De paso te pondrás a preparar el almuerzo. Pero mientras metés tus cosas en el bolso para irte de la playa, tu nuera te dice: ah, Nancy, ya que vas, ¿no te podrías llevar a la nena así vamos a caminar por la arena con el Eduardo? Y te llevás a la nena. Y a la noche te quedarás a cuidarla mientras los padres salen a pasear y… Argumentos más que convincentes como para que esta sufrida mujer huya a la Banda Oriental con su mamá, que seguro la va a mimar. Y podrá descansar porque, teóricamente, de eso se tratan las vacaciones. De más está decir que triunfó la tiranía filial y la pobre mujer se fue a la costa con hijo, etcétera. El núcleo de la presente monografía se cae de maduro, es un higo a merced de los loros: los niños son una carga. Perdóneseme que lo diga un poco más crudamente: los niños rompen las pelotas. Conozco a una chica (treintañera ella) que, huérfana desde muy pequeña, ansiaba con todas sus fuerzas formar una familia. Se casó enamorada y tuvo tres nenas que son un sol, o un peso con sesenta, que es la cotización actual de la moneda peruana. Pero la chica se sentía frustrada porque quería al machito. Y llegó por fin el cuarto. Y la partera dijo macho. La máxima aspiración en la vida de esta señora estaba cumplida con creces. Lo pedís, lo tenés, parecía haberle dicho Dios. ¿Qué otra flor se le puede cortar al jardín de la vida? Pero, no. Ahora la señora tiene depresión. ¡De qué! ¡hija mía tenías que ser! ¡Depresión!. Está medicada y todo.
Otra amiga de mi esposa, María sale de vacaciones con su marido, su hijo, la esposa de su hijo y la bebita, a quien durante el resto del año cuida todos los días porque sus padres trabajan. Mi señora sarcásticamente le desea felices vacaciones y maliciosamente le comenta que durante su propio veraneo leyó un montón de libros la mar de interesantes y que de mil amores se los prestaría, pero que no tiene sentido puesto que María, como abuela, va a tener que abocarse durante toda la quincena a cuidar a la nietecita. Mi mujer espera que la otra le conteste: ¡no seas mala!, la Solange es divina, además no me la van a dar todo el tiempo para cuidarla. La vamos a cuidar entre todos. Pero no. Sorpresivamente la amiga de mi esposa confiesa, ya con el barco hundido como el de Schettino: igual dame los libros así, cuando veo que me están por dejar a la Soli, hago como que estoy leyendo y no me molestan. ¡Dame los libros que son el pretexto ideal!
Bueno, pobres todos, ya podrán descansar cuando vuelvan.
FOTO: Jóvenes evangelizadores ofrecen juegos y entretenimientos a los chicos de la playa. Terminado el jolgorio los sientan sobre la arena y los previenen de que si pecan arderán en el infierno sin protección 45 que valga. He escuchado el siguiente diálogo:
-viejo, nosotros somos judíos. Debería estar el Davidcito con los evangelistas?
-Mirá, Rebeca, con tal de que nos deje tranquilo cuantimenos una hora, me importa tres carajos que se haga evangelista, budista o musulmán.

jueves, febrero 09, 2012

LA ENSOÑACIÓN DE BONIFACIO
-¿Querés un choclo, Bonifacio?
-No. ¿Por?
-Porque estás mirando hacia el lugar donde está el choclero.
-Ah… No. Pensaba que el choclo, junto con la salchicha, son los únicos alimentos calientes que se venden en la playa.
-¿Y?
-Que el choclo, a diferencia de las salchichas, es un alimento cien por ciento natural.
-¿Y?
-Que el pochoclo, o pororó, es otro alimento que se vende en la playa y que, al igual que el choclo, también está hecho a base de maíz.
-¿Y?
-Que el pochocho se hace con una variedad diferente del maíz que se llama pisingallo.
-¿Y?
-Que sin embargo el choclo es el más puro de todos porque va directamente de la naturaleza al paladar.
-¿Y?
-Que el pochoclo, o pororó, es el resultado de un proceso de tostado y posterior explosión del maíz.
-¿Y?
-Que eso supone cierto proceso de elaboración.
-¿Y?
-¡Que le estaba viendo el culo a la chica! ¡Si, si, si! (Llora Bonifacio)
-¿Viste, Bonifacio, que era más sencillo decir la verdad?
(Bonifacio sigue llorando. Sus manos en cuenco cubren su rostro y tiembla su cuerpo convulso.)

miércoles, febrero 08, 2012

LA ENSOÑACIÓN DE ARCHIBALDO

-Qué hacés, Archibaldo, viendo ese culo con celulitis?
-¿De qué celulitis hablás, mujer? Digo ¿De qué culo?
-Vamos, Archibaldo, no te hagas el inocente. De esa chica que está allá.
-Estaba viendo la playa, mujer…
-No entiendo por qué con las demás mujeres ustedes tienen estándares tan poco exigentes y con nosotras son tan…
-Quiénes se supone que somos “ustedes”?
-Ustedes los hombres, Archibaldo.
-No sé ni de qué hablás.
-¡Esa chica tiene más agujeros de celulitis que un cacharro de cobre! Y vos le adorás el culo como si fuera algo uuuuuuuu.
-(¡Lo es! Y adoro todo de ella. Toda ella es uuuuuuu. Y me voy a divorciar y después me casaré en segundas nupcias ante Dios y ante los hombres) Qué decís, mujer.
-No mientas, Archibaldo.
-Parecés el sketch de no me mientas Bertolotti. Pero la esposa de Bertolotti era bastante fulera.
-Si, era Hilda Viñas. Y le pintaban bigotes, pobre.
-Exacto. Y Bertolotti era Raúl Rossi.
-Allá se va. Puede que ahora tu mandíbula vuelva a su lugar, Archibaldo.
-No seas ridícula (Adiós amor. Nunca te olvidaré)

viernes, febrero 03, 2012

LA ENSOÑACIÓN DE VENANCIO

Ya lo tenés todo, cosita, qué necesidad de mover la cabecita a un lado y al otro, en sensual y voluptuoso gesto, si ya nos habías dejado colmados con tus primores. Tan sólo siendo y estando. Tus movimientos gimnásticos ya eran suficientes pero la profesora de yim te hace girar el cráneo a derecha e izquierda para no sé qué y con eso terminás de matarnos, mamacita...
-¿Qué aplaudís, Venancio?
-No estoy aplaudiendo, me sacudo la arena de las manos.
-Pero ese es movimiento de aplaudir. El de sacudirse la arena supone un contacto friccionado de ambas palmas mientras una sube y la otra desciende.
-Bueno, sí. Estaba aplaudiendo pero porque se perdió un nene.
-¿Y dónde está el nene?
-Bueno, esteee, precisamente, se perdió.
-¡Venancio…!
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