viernes, diciembre 21, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) DECIMA PARTE CAPRI De las ruinas de Pompeya pasamos a Nápoles para cruzar luego a la isla de Capri, en el golfo de Nápoles. Capri debe ser uno de los lugares más lindos del planeta, aunque bien es cierto que yo no he viajado por muchos lugares del planeta. Es una isla en la provincia de Nápoli que está justo “enfrente” de la ciudad de Nápoli, a una hora y pico de allí viajando en una embarcación muy parecida a nuestro buquebús. La isla se encuentra rodeada de un agua que tiene todas las variedades del azul en cambiante actividad, una capa sobre otra. Te muestra en apenas un rato toda la paleta del azurro. Ese color tan característico y sorprendente se debe, nos explicó la guía, llamada Ima (¿Immacolata?) a una planta que hay en el fondo del mar que lleva el nombre de posidonia. Una vez que tocamos tierra con el buquebús tano (¿Buquebucce?) un barquito nos llevó a pasear alrededor de la isla y ver las grutas, grutitas y rocas salientes, el mar esmeraldino, las chicas que toman sol desde otras embarcaciones, algunas sin Soutine, la vegetación que crece entre las rocas, el cielo azul, la espuma que despide el barquichuelo, diversidad de azules que parecen nunca vistos antes, la isla, en fin, con sus acantilados que caen a pique y se hunden en el mar Tirreno. Vimos la casa impresionante del escritor Curzio Malaparte, autor de La piel (La pele). Se conoce que se gana bien como escritor acá en Italia. O que el tipo era un best seller. Los best sellers ganan bien en cualquier lado aunque no es tan sencillo ser un best seller. Luego del paseo del barquito, desde donde contempláramos lo que antes referí (la hora referí), más las grutas donde en su interior parece cocinarse algo misterioso a estar por ese silencio especial sólo malversado por el glup del agua contra las paredes de roca y el eco que provocan las voces humanas, luego de eso, digo, pisamos tierra firme, la isla de Capri. Al llegar a la ínsula subimos a su parte alta por medio del funicular (fonicolare) que nos ofrece vistas aéreas de indescriptible belleza y sin igual divinura. Al fondo de todo se aprecia, algo difuminada por la bruma, la isla de Ischia y Napoli. Almorzamos en un bonito restaurante arroz con calamares y no recuerdo qué más. Compartimos la mesa con un matrimonio mayor mexicano y un matrimonio joven de chilenos. Charla insustancial. Referencias al Chavo del 8. Incomodidad. Me quiero ir. El precio de la comida está incluído en la excursión. Así que comemos y nos vamos a caminar. Desde acá en lo alto se ve el mar azul, los veleros que dejan una estelita blanca (Estelita, qué linda que estás) E. mira los negocios, yo la filmo en su estilo siempre sensual de caminar. Tiendas con artículos caros. Se compra una casita de Capri para su incipiente colección de casitas. Recorremos las callejuelas llenas de turistas y vemos negocios de marcas muy conocidas en el mundo, generalmente apellidos o nombres y apellidos. Benito Scardaccione, Udalrico Legrotaglie (son nombres de ficción usados como ejemplos) Nunca La Esperanza o El Buen Trato. Hoteles de postín, mujeres con sombrero. Llega la hora de volver. E. baja desde lo alto de la isla al puerto por medio del tren a cremallera (Funicular) y yo por unas callecitas serpenteantes que parecen meterse en los fondos de las casas y que permiten disfrutar la vista, allí abajo, del agua azul y los veleros con sus estelas. Mi bajada es enérgica pero más violenta es para los valientes que suben. Les veo los rostros agotados pero más me interesa chusmear los fondos de las casas, sus juegos de sillones de jardín, sus parques, sus quinchos. La bajada en total dura de diez a quince minutos, dependiendo de la energía que uno le imprima a la caminata. Con todo, yo llego antes que mi mujer al puerto porque el funicular tiene mucha demanda. Es claro, la mayoría de los turistas prefieren este medio de transporte a la caminata pura y dura. Y al llegar abajo me angustio un poco cuando veo que mi esposa, a quien amo, no está. A medida que pasan los minutos mi desesperación irracional crece. Pero si lo pensara un poco, no debería ni despeinarme. ¿Qué le pudo haber pasado? El recuerdo de la película Búsqueda Frenética (Frantic), dirigida por Roman Polanski y protagonizada por Harrison Ford, me ayuda a incrementar el canguelo. En el film, a un tipo, que va de vacaciones, le desaparece la esposa. Y en el film se suceden un sinfín de hechos más que ahora no hacen a la cosa. Pero en la isla de Capri, con una superficie de 10 kilómetros cuadrados, no podía desaparecer. Era ilógico. Con todo, caminé por la rambla hacia nuestro buque, el que nos llevaría de vuelta. Pero todavía no había gente porque faltaba para la hora de partida. Cuando llegué otra vez a la entrada del Funicolare la vi salir junto con un grupo de seres humanos abigarrados y me tranquilicé. Pero no le dije nada. Si le contaba me iba a cargar la vida entera, como dice Mauricio Rosencof en La Margarita cuando el enamorado cuenta que los amigos le llamaban Robert Mitchum y lo cargaban por su parecido con el actor. Pero me fui por las ramas. Cuando pasamos por el arco del amor eterno, allí en el mar de Capri, nos dimos un beso con E. porque la leyenda dice que besarse bajo el arco te asegurará amor eterno. Ya van 37 años. ¿No es eso amor eterno? CONTINUARÁ
resumen de noticiasviajes y turismo
contador web