martes, diciembre 29, 2009

IMÁGENES DE LA ENTREGA DE PREMIOS DURANTE EL ALMUERZO DE FIN DE AÑO DEL GRUPO DE FUTBOLISTAS NO JUVENILES DE NUESTRO CLUB
El campeonato de nerviosos (copa Sigmund Freud) organizado por este hermoso blog premió a los que con su intemperancia, intolerancia, falta de serenidad y aplomo, cubrieron de tensión nuestros encuentros futbolísticos y dieron origen a grandes enemistades que aún persisten. A todos ellos nuestro reconocimiento.
Fotos: Germán J. Ferrando

miércoles, diciembre 23, 2009



ARRASTRE EL MOUSE HASTA LA FOTO QUE DESEA OBSERVAR Y LUEGO HAGA CLICK SOBRE LA MISMA. ENSEGUIDA SE DARÁ CUENTA DE QUE ESO NO SIRVE PARA ABSOLUTAMENTE NADA PORQUE ESTO ES CASERITO CASERITO.

martes, diciembre 22, 2009


ASADO DE CAMARADERIA DE UN EQUIPO DE FUTBOL

En el humildísimo y deprimente quincho de nuestra querida institución celebrose el domingo ppdo el asado anual de camaradería del equipo de fútbol. Este año hubo una simpática variante que le agregó al encuentro una cuota de sana diversión y jolgorio sin desbordes. Un comité de notables decidió premiar a algunos personajes destacados de nuestro plantel, como por ejemplo al más viejito y al más jovencito; a los asadores de nuestras parrilladas mensuales, que a lo largo del año demostraron sus impecables dotes como calentadores de cadáveres de vaca. También se galardonó a H.N. por su trabajo incansable en la organización de los viajes que el plantel emprende para pasear su fútbol a través de buena parte de nuestra América morena. La picardía bien entendida se hizo presente cuando se le entregó a El T. su foto enmarcada en compañía de una belleza oriental que tiernamente apoyaba su cabeza sobre su hombro (de él). Como es sabido, en el año que está por fenecer este digno blog organizó un torneo de nerviosos (Copa Sigmund Freud) que coronó al señor L. V. como gallardo campeón (aunque Leo no arañó a nadie como sí lo hizo el querido Muñeco alguna vez). Se premiaron también a los subcampeones y al tercero en esta justa de calentones y cada quien se llevó su diploma juntamente con un sobrecito de té de tilo, a falta de valium, ya que el presupuesto no dio para tanto. Ofició de maestro de ceremonias el señor Cristóforo que se entusiasmó un poco demasiado con su papel de Ignacio de Soroa y alargó un pelín de más la entrega, aunque, justo es mencionarlo, fue menos extenso que nuestro otro orador, el querido Mencho, el que empieza todos sus discursos con la frase “Decir Uruguay…” No obstante ello nunca se empañó la alegría del momento, alegría que mejoraba considerablemente con la ingesta de un novi totín que estuvo tetanbas corri.
Foto: prueba irrefutable de que el vicio del fútbol es hereditario.

miércoles, diciembre 16, 2009

SUBVERSION EN TIEMPOS DEL TENIENTE GENERAL ONGANIA

En los tiempos en que gobernaba el país el militar Juan Carlos Onganía ser adolescente suponía una usina y semillero de males presentes y futuros: se perseguía a los jóvenes si tenían el pelo largo, si no tenían documentos, si estaban en una plaza sentados, si estaban parados, si tenían gorrita verde, y otras razones igualmente imaginativas. Los colegios secundarios se habían convertido en dependencias donde se ayudaba a los rapaces a egresar preparados para la vida en la sociedad onganiástica, o la que rigiera cualquier otro gobierno militar. Se instruía al joven para aprender a ser formal y cortés y cortándose el pelo una vez por mes. Se les enseñaba el respeto por las instituciones ¿que los propios militares no habían respetado derrocando al gobierno constitucional? No, no me refiero a instituciones como el Congreso, Poder Judicial y eso sino a la institución familiar, la religión, la bandera (la enseña patria) . El respeto a los profesores estaba implícito nada más trasponer el felpudo del colegio. Señor y señora o profesor y profesora era el tratamiento imprescindible y con esas palabras debían terminar las frases:
Si, profesor.
Terminé la prueba, ¿recojo las hojas, profesora?
¿Puedo ir al baño, profesor?
Y así. Señor.
El silencio en las aulas era tan obligatorio como la corbata azul y los pantalones grises. Cuando el profesor, además, era el director del establecimiento, como ocurría en mi escuela con nombre de sillón, todo lo que dije antes debía estar multiplicado por dos debido a la propia dualidad de cargos subsumidos en una sola persona: me refiero al venerable José Rafael Saúl y nos ponemos de pie. Sentarse. El clima de onganiasis exacerbaba el sentido del chupamedismo como salvoconducto para asegurarse la tranquilidad dentro del claustro. Callar y poner cara de qué interesante lo que dice este gran hombre, esto es, estar bien con el profesor, que a la vez era el director del establecimiento, era tan productivo como cumplir un trabajo y cobrar dos sueldos. Quiero decir que si le chupabas las medias a Saúl, le chupabas las medias al profesor y también al director. Ahora bien, hubo unos pocos valientes que no quisieron seguir chupándolas y les importó un ardite estar mal con el profesor, que a la vez era director. Y además, quiso la providencia que estos pibes pudieran aprovechar una circunstancia única en la vida que se les presentó cuando el señor Saúl se encontró del todo inhibido para sancionarlos. Por lo menos para sancionarlos en lo inmediato. Sépase que el rencor interrumpe la prescripción por lo cual estos hombres te pueden condenar y la pena la aplican antes o después, pero no te la perdonan. Enseguida paso a la narración de la deliciosa anécdota pero antes debo decir que estos valientes de zapatos sin lustrar, que se le animaron al profesor-director, tenían la contra de ser impopulares, no demasiado simpáticos, no tener pantalones Lee, ni ser facheros (pintones se decía antes), además de ser ignorados por las chicas del mundo, lo que amplifica grandemente el heroísmo de su proceder.
El profesor J. R. Saúl, profesor de matemática y director de la escuela de enseñanza media número dos dictaba placenteramente su clase cuando sonó el timbre que anunciaba el recreo. Como se trataba de una la hora “doble” (dos horas) y la explicación del docente no había culminado -de hecho faltaba un pequeño sector del pizarrón sin garabatear con tiza-, éste comunicó a sus alumnos que naturalmente estaban autorizados para salir al recreo pero que él prefería, para poder dar finiquito a su clase magistral, que se quedaran en el aula. Y volvió a declarar el derecho inalienable de sus educandos a salir al patio. Todos los alumnos se quedaron en sus pupitres sacrificando el recreo por respeto al educador -e irrespeto a sí mismos- excepto tres muchachones que se levantaron con serena elegancia de sus pupitres y se retiraron buscando la puerta de salida del aula sin un ápice de remordimiento, para disfrutar de sus escasos minutos de libertad (vigilada). El trío no alcanzó a escuchar el final del discurso del profesor, que a la vez era director, ante tan flagrante desconsideración, y que versaba sobre la responsabilidad, la falta de compromiso, la buena fe y las manzanas podridas, que cuando venían de a tres, pudrían no ya el cajón sino la frutería toda. ¿Cómo miraban sus camaradas-ovejunos a esa trilogía que se retiraba con estudiada dignidad sacudiéndose levemente la caspa del blazer? ¿Con indignación? ¿Con un dejo de admiración? No sé, esto es tarea de los historiadores. En cualquier caso, quiera la posteridad guardar una poca de gloria y de loor para Fito, Colo y Dilo, valientes sin armas y que fueron de frente.

viernes, diciembre 11, 2009

¡ME INVITARON A CONSUMIR ALUCINOGENOS!

Un gran amigo llamado F.R.G. me invitó a consumir ácido. Pero antes me hizo todo tipo de prevenciones en orden a quitarme los miedos, cosa que es muy difícil cuando uno va a dar un paso con la luz apagada. Este muchacho, en los últimos tiempos, venía probando nuevas experiencias para salir de la mediocridad. Así es como se hizo devoto de Silo, que era una especie de gurú mendocino new age, en la época en que no se denominaba new age sino cosas de chantapufis. F., además , formó parte brevemente (hasta que lo echaron a patadas) de un conjunto de free jazz donde tocaba el bajo y lo hacía bastante mal porque carecía de oído. Siempre en busca de huir del hastío llegó a afiliarse al partido radical (en tiempos en que todos eran peronistas, hasta los gorilas). Por último probó con las drogas psicodélicas como el LSD. Un sábado me invitó al departamento donde vivía con su madre y su abuela. Cuando llegué le pregunté si estaba solo y me dijo que no, que estaba con su madre y su abuela, pero que no había motivo para preocuparse puesto que las damas estaban en sus respectivos cuartos y no molestarían. Me explicó, para mi tranquilidad, que cuando uno está en una excursión lisérgica no es necesario escuchar música ni reírse como un estúpido, que la ingestión de ácido no produce una exacerbación de la sed de música ni del hambre de pan, como ocurre con la droga que se fuma y que homenajea tanto a María como a Juana. Eso sí -me advirtió F.- te quiero lejos del balcón porque una vez que consumas no sería raro que sientas una compulsión a arrojarte al vacío y son catorce pisos sin contar el entrepiso. Tu deseo de volar como Supermán –amplió- puede surgir no tanto por un afán suicida cuanto por la irrupción de fantásticas percepciones visuales que se apoderan de tu ser y te hacen creer que vos sos ellas.
-¿Qué ves? –le pregunté-
-No sé cómo explicarte, son como remeras multicolores de batik que dan vueltas y vueltas. En algún momento -agregó ante mi cara de imbécil- , si mirás para arriba podés llegar a sentir la belleza inconmensurable de la esfera celeste y te vas creer parte integral de esa inmensidad lo que podría inducirte a una voluntad irrefrenable de fundirte con ella y no sería extraño que intentes el vuelo, apoyando un pie en la baranda, pero no te conviene porque te harías mierda contra el pavimento.
-¿Qué se siente? -le pregunté, como para que fuese más explícito-.
- No sé, debe doler muchísimo.
-No, digo, las alucinaciones...
Este episodio que ahora cuento porque veo muy cercana la hora de ir a dormir ocurrió durante la noche previa a un partido del campeonato en la cancha de River y yo había arreglado con otro amigo y un hermano para encontrarnos al mediodía del día siguiente. Se lo comenté a F.R.G. y lo invité a que nos acompañara al Monumental pero me dijo que no tenía sentido hacer ningún plan porque la caída, la vuelta, el aterrizaje de un viaje de L.S.D. era bastante deprimente. Cuando uno volvía de su “trip” –dijo- se ponía a comparar inconscientemente la Gran Experiencia con los actos más pedestres que pueblan nuestra vida en el planeta y éstos perdían por goleada. Mi amigo quería expresar que después de una experiencia lisérgica todo lo demás era una chingada. Eso fue el 8 de marzo de 1975, lo recuerdo porque el 9 fue el partido del campeonato entre Unión de Santa Fe y River que ganó el local por cuatro a dos. Por fin, el domingo nos juntamos frente al estadio con mi otro amigo y mi hermano y, antes de entrar, nos comimos unos extraordinarios choripanes con vino tinto en vaso largo. Fue alucinante.

lunes, diciembre 07, 2009


QUE VUELVAN LOS LENTOS




Después de más de veinte días sin fútbol ayer he vuelto a jugar y me duelen hasta las arrugas. Dos domingos seguidos me levanté de la cama y, cuando ví las gotas de lluvia golpeando sobre el ventanal, regresé a la catrera con la frustración que supone no poder vestirse como un futbolista profesional, con esos ropajes que nos permiten revivir la costumbre infantil de disfrazarnos para jugar. De botijas solíamos jugar a los cowboys, por ejemplo, y nos caracterizábamos de tales con lo que teníamos a mano. Para jugar a la pelota, aquellos que provenían de familias pobres, se ponían las mismas ropas que habían usado para “todo andar”, pero que ahora estaban viejecitas y condenadas al patín de lustrar. Así, pulóveres con codos que necesitaban pitucones sobre los pitucones resultaban apropiados buzos. Las zapatillas eran las de salir y guay si las rompíamos. Pero ¿cómo podíamos no romperlas si estaban hechas en la mayor parte de su superficie de tela, salvo la puntera y la suela, que eran de una goma finita, vive dios?
Años después la modernidad nos convenció de la necesidad de llevar la mismas pilchas que los millonarios futbolistas para jugar en nuestros potreros aficionados. Hasta nos atrevemos a usar botines plateados. Ay, si me vieran los chochamus del barrio. Cuando yo era un gurisito, dinero para camisetas de fútbol no había. Para armar un equipo con casacas como las del Real Madrid, por ejemplo, usábamos la camiseta de frisa que nos abrigaba en las noches en tiempos en que no existía el calentamiento global. ¿Comprar un conjunto de camisetas? No me hagan reír. ¡Imposible! En la foto de arriba vemos a mi primer equipo, ya siendo adolescente, que posa con camisetas de verdad, las que pudimos conseguir después de dolorosas penurias y promesas de imposible cumplimiento. No era mi caso porque entonces yo jugaba como arquero. Con la prohibición expresa de usar el único buzo de gimnasia que tenía no tuve más remedio que hurtar un sweater que había pertenecido a mi padre. Los pantalones eran también de mi viejo, elegante prenda para todo andar que corté en las perneras y así confeccioné unas bonitas bermudas. Todo con la pretensión de emular a un arquero que en aquella época era de mi predilección, H. Gatti, que fue el primero en usarlas. Mi tía me había tejido un par de mitones y rodilleras para jugar de arquero, todos tejidos con lana marrón (ver dibujo). La lana resbalaba demasiado por lo que tuve que descartar los mitones para los partidos oficiales. Además, por carecer de dedos, excepto el pulgar, no me permitían un agarre eficaz del balón. Las rodilleras, en cambio, eran sumamente mullidas pero no me convencían los flecos que colgaban en la parte inferior y además H. Gatti no las usaba. Sin embargo, yo sabía que la tía los había tejido con amor y en las prácticas en el jardín de mi casa me ponía aquellas rodilleras con flecos y esos mitones, acaso más aptos para extraer un bizcochuelo caliente del horno.
Ayer me puse todo lo moderno que se puede conseguir hoy en día: las medias con tobillera incorporada, camisetas que permiten que el sudor te resbale, botines plateados con tapones intercambiables, pantalones de satén, calzoncillos que te protegen las bolas, nuestras fieles amigas que ya trabajan en tiempo de descuento, y lociones y potingues diversos para tirones, golpes, desgarros y desmayos.
Aleluya, después de las lluvias volvieron los lentos, esos viejos sub-setenta impecablemente ataviados. No nos faltaba nada (nonos faltaba nada). Sólo la juventud.


viernes, diciembre 04, 2009

HAY QUE SER ANIMAL



Me gustan los animales. No suelo repetirlo como un loro porque tampoco es la gran cosa. No me pavoneo afirmando que amo a los animales porque si así fuera en plenitud no me comería con hambre de lobo a las vacas y a los pollos, y en navidades, a los chanchitos. No me monto a caballo de la modernidad conservacionista. A gatas afirmo que me simpatizan sabedor de que no lleno los requisitos para afirmar con veracidad que los amo desde que a algunos me los como con papitas. Podría esconder la cabeza como el avestruz y decir: yo no como una vaca, como un bistec. ¡Gansadas! Imaginemos que amamos a un ser humano. Si lo amamos, no lo comemos. Así de sencillo. En casos extremos ha ocurrido, lo sé, pero porque no había otras especialidades alimenticias en los alrededores nevados. La conducta de los vegetarianos sí es digna de encomio y trasluce una coherencia entre el decir y el hacer. Como yo no puedo hacerme el marmota y soslayar mis propias contradicciones, la mejor forma de no hacerse cargo del decir es no decir. Eso sí, no mato a los animales que como, sólo los consumo cuando están muertos. Pero yo no fui el autor del asesinato. No despeno ni a las cucarachas; cuando encuentro una sobre mi pan con mermelada, la tomo con manos amorosas y la llevo hacia afuera para que siga viviendo su dificultosa existencia y no pague el pato de su escasa belleza bajo mis ojotas. Los gatos son mis amigos y los perros mis hermanos. Lo que no quiere decir que mis hermanos sean unos perros, qué va: el mayor me enseñó todo lo que sé en el fútbol a fuerza de compartir horas y horas de pulpo tamaño mediano: y el menor, que a su vez fue discípulo de nosotros dos, es el mejor, ágil como un gamo y fuerte como un toro. Digo hermano y pienso en San Francisco de Asís, a quien la mitología le atribuye un amor a los animales que no era tal según la documentada apreciación del gran escritor colombiano Fernando Vallejo, hermano verdadero y vegetariano. Informa este autor nacido en Medellín en su ensayo La Puta de Babilonia que el llamado pobrecito de Asís “llama "hermanos" a los gorriones, los asnos, los lobos y otros animales, pero resulta que en su Cántico al hermano Sol, escrito poco antes, llama también "hermanos y hermanas" al sol, la luna, el viento, el agua y el fuego. Considerar hermanos nuestros a los animales habría sido toda una revolución en la limitada y mezquina religión de Cristo, que no tuvo una sola palabra de amor por ellos, si Francisco no hubiera extendido la hermandad a los seres inanimados, que no sienten, e incluso a las enfermedades y a la muerte. ¡Cómo va a ser la luna, un planeta inerte, nuestra hermana! Eso ya no es una nueva moral sino verborrea melosa de hippie marihuana. Una vaca en cambio sí es nuestra hermana y no tenemos derecho a acuchillarla en los mataderos para después comérnosla. El primer precepto de una religión basada en la compasión, una verdaderamente noble, debe ser: Todo el que tenga un sistema nervioso para sentir y sufrir es nuestro prójimo. Por lo tanto los animales, y en especial los mamíferos cuyo sistema nervioso es el más desarrollado en la escala zoológica, son nuestro prójimo y no sólo el hombre. Las piedras no son nuestros hermanas, las vacas sí. Francisco de Asís fue un hipócrita: por sus biógrafos contemporáneos sabemos que su amor por los gorriones y los bueyes no le impedía comérselos, y así en las reglas de su orden no estipuló la abstinencia de carne como no fuera durante el ayuno de las fiestas religiosas. Al llamado San Francisco de Asís vamos quitándole pues de una vez por todas lo de santo.”

Lo dijo el gran Vallejo que no se amilanó.
Tengo un grupo de amigos futbolísticos que son una verdadera monada: dan buena prueba de su comunión con mi manera de sentir el afecto hacia los animales (los perros en este caso) cuando alguno de estos pequeños seres se aparece en la cancha de fútbol perturbando la normal marcha del partido. La primera vez que ocurrió me corrió un hormigueo por el cuerpo pensando en que lo podían echar con una patada. Pero no. He visto cómo, en esa emergencia, van hacia el animalito y lo acarician, le hablan, le dan un besito en la cabecita peluda y de buenas maneras, o bien alzándolo con delicada ternura, lo llevan a un costado del field para después continuar corriendo como gacelas detrás de la pelota que viborea. Y repiten la acción cuando el perro se emperra y no se quiere ir. Entre esos tipos y yo hay algo muy fuerte, cariño viril que nace de las comunes respuestas ante estímulos similares. A todos ellos, un abrazo de oso.

Para la redacción del presente trabajo se ha recurrido a los siguientes animales:
Loros, pavos, lobos, vacas, pollos, chanchos, caballos, gatos, avestruces, gansos, marmotas, cucarachas, pulpos, patos, gamos, toros, gorriones, asnos, lobos, bueyes, hormigas, milanos, monos, gacelas, víboras y osos, pero ninguno de ellos ha sido dañado o maltratado.


Foto: Cat Angel por Leandro Horacio Doeyo.

miércoles, diciembre 02, 2009


NO TIENEN PERDÓN DE DIOS

La última intervención de Maradona en un mundial se interrumpió cuando le prohibieron la presencia dentro de los partidos (1994). En la primera oportunidad, luego de aquella prohibición, en la que Diego está en condiciones de asistir a otro evento mundialista, ahora como técnico (el sorteo del fixture), el pobre vuelve a tener el ingreso vedado. Se fue de la FIFA prohibido y vuelve prohibido. Eso es coherencia.
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