viernes, diciembre 04, 2009

HAY QUE SER ANIMAL



Me gustan los animales. No suelo repetirlo como un loro porque tampoco es la gran cosa. No me pavoneo afirmando que amo a los animales porque si así fuera en plenitud no me comería con hambre de lobo a las vacas y a los pollos, y en navidades, a los chanchitos. No me monto a caballo de la modernidad conservacionista. A gatas afirmo que me simpatizan sabedor de que no lleno los requisitos para afirmar con veracidad que los amo desde que a algunos me los como con papitas. Podría esconder la cabeza como el avestruz y decir: yo no como una vaca, como un bistec. ¡Gansadas! Imaginemos que amamos a un ser humano. Si lo amamos, no lo comemos. Así de sencillo. En casos extremos ha ocurrido, lo sé, pero porque no había otras especialidades alimenticias en los alrededores nevados. La conducta de los vegetarianos sí es digna de encomio y trasluce una coherencia entre el decir y el hacer. Como yo no puedo hacerme el marmota y soslayar mis propias contradicciones, la mejor forma de no hacerse cargo del decir es no decir. Eso sí, no mato a los animales que como, sólo los consumo cuando están muertos. Pero yo no fui el autor del asesinato. No despeno ni a las cucarachas; cuando encuentro una sobre mi pan con mermelada, la tomo con manos amorosas y la llevo hacia afuera para que siga viviendo su dificultosa existencia y no pague el pato de su escasa belleza bajo mis ojotas. Los gatos son mis amigos y los perros mis hermanos. Lo que no quiere decir que mis hermanos sean unos perros, qué va: el mayor me enseñó todo lo que sé en el fútbol a fuerza de compartir horas y horas de pulpo tamaño mediano: y el menor, que a su vez fue discípulo de nosotros dos, es el mejor, ágil como un gamo y fuerte como un toro. Digo hermano y pienso en San Francisco de Asís, a quien la mitología le atribuye un amor a los animales que no era tal según la documentada apreciación del gran escritor colombiano Fernando Vallejo, hermano verdadero y vegetariano. Informa este autor nacido en Medellín en su ensayo La Puta de Babilonia que el llamado pobrecito de Asís “llama "hermanos" a los gorriones, los asnos, los lobos y otros animales, pero resulta que en su Cántico al hermano Sol, escrito poco antes, llama también "hermanos y hermanas" al sol, la luna, el viento, el agua y el fuego. Considerar hermanos nuestros a los animales habría sido toda una revolución en la limitada y mezquina religión de Cristo, que no tuvo una sola palabra de amor por ellos, si Francisco no hubiera extendido la hermandad a los seres inanimados, que no sienten, e incluso a las enfermedades y a la muerte. ¡Cómo va a ser la luna, un planeta inerte, nuestra hermana! Eso ya no es una nueva moral sino verborrea melosa de hippie marihuana. Una vaca en cambio sí es nuestra hermana y no tenemos derecho a acuchillarla en los mataderos para después comérnosla. El primer precepto de una religión basada en la compasión, una verdaderamente noble, debe ser: Todo el que tenga un sistema nervioso para sentir y sufrir es nuestro prójimo. Por lo tanto los animales, y en especial los mamíferos cuyo sistema nervioso es el más desarrollado en la escala zoológica, son nuestro prójimo y no sólo el hombre. Las piedras no son nuestros hermanas, las vacas sí. Francisco de Asís fue un hipócrita: por sus biógrafos contemporáneos sabemos que su amor por los gorriones y los bueyes no le impedía comérselos, y así en las reglas de su orden no estipuló la abstinencia de carne como no fuera durante el ayuno de las fiestas religiosas. Al llamado San Francisco de Asís vamos quitándole pues de una vez por todas lo de santo.”

Lo dijo el gran Vallejo que no se amilanó.
Tengo un grupo de amigos futbolísticos que son una verdadera monada: dan buena prueba de su comunión con mi manera de sentir el afecto hacia los animales (los perros en este caso) cuando alguno de estos pequeños seres se aparece en la cancha de fútbol perturbando la normal marcha del partido. La primera vez que ocurrió me corrió un hormigueo por el cuerpo pensando en que lo podían echar con una patada. Pero no. He visto cómo, en esa emergencia, van hacia el animalito y lo acarician, le hablan, le dan un besito en la cabecita peluda y de buenas maneras, o bien alzándolo con delicada ternura, lo llevan a un costado del field para después continuar corriendo como gacelas detrás de la pelota que viborea. Y repiten la acción cuando el perro se emperra y no se quiere ir. Entre esos tipos y yo hay algo muy fuerte, cariño viril que nace de las comunes respuestas ante estímulos similares. A todos ellos, un abrazo de oso.

Para la redacción del presente trabajo se ha recurrido a los siguientes animales:
Loros, pavos, lobos, vacas, pollos, chanchos, caballos, gatos, avestruces, gansos, marmotas, cucarachas, pulpos, patos, gamos, toros, gorriones, asnos, lobos, bueyes, hormigas, milanos, monos, gacelas, víboras y osos, pero ninguno de ellos ha sido dañado o maltratado.


Foto: Cat Angel por Leandro Horacio Doeyo.

4 Comments:

Anonymous GJF said...

gracias por el abrazo y a la recíproca (me siento aludido)

7:51 a. m.  
Blogger estejulioesuno said...

en esa lista estás en los primeros puestos

9:41 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Detecto una pequeña inexactitud en el relato: el hermano mayor del autor SI es un perro.

Y al pasar, cortito y al pie: sabe muy poco de futbol.

11:08 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

Es un poco fuerte tu acusación. Espero que no llegue a conocimiento de mi hermano-que- fumaba porque seguro que te boxea.

9:50 a. m.  

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