lunes, noviembre 30, 2009


TRES RECUERDOS EN DONDE MI ABUELA REÍA
Mi abuela veía series de televisión. Las de cowboys eran su debilidad. Bonanza, La ley del revolver, Sugarfoot. Las policiales mucho le interesaban también pero sus favoritas eran las que transcurrían en el salvaje oeste de los norteamericanos. Disfrutaba de esas películas en blanco y negro mientras pitaba feliz sus cigarrillos Florida. Cuando no daban ni Randall el justiciero, ni Maverick ni Revolver a la orden la televisión permanecía encendida porque los tubos tardan en calentar y no conviene apagarla. Y así mi abuela encontraba cosas que la hacían reír mucho, a ella que no reía a menudo. Pero esas variedades sólo las veía cuando no pasaban Valle de Pasiones, Custer o Bat Masterson. Había un dibujito animado del Pato Lucas en el que una gansa pone en la granja de Porky un huevo de oro y dice que fue el pato. Lucas (o Daffy) acepta de puro vanidoso el crédito y la fama que le sobreviene por tan sensacional evento. Pero un mafioso lo secuestra y le obliga a poner más huevos de oro. Desesperado y conciente de que eso era imposible, porque él ¡era un pato! no deja, sin embargo, de fijarse cada tanto en su camita de heno por si se producía el milagro. Esa acción del pato aterrado sacando el culito de su lecho de paja y mirando a ver si aparecía el huevo de oro provocaba en mi abuela una hilaridad que se renovaba cada vez que repetían el dibujito, circunstancia que se daba una o dos veces por semana.
De vez en cuando, en los horarios en los que no proyectaban El hombre del rifle, Caravana, ni Cuero crudo, mi abuela nos liberaba, a mis hermanos y a mí, la única tele de la casa para que pudiésemos ver algún partido de fútbol. Ella se quedaba con nosotros y siempre se divertía con un incidente muy común en los partidos que sucede cuando algún jugador cae golpeado en la cabeza por una patada, un cabezazo o simplemente para simular una infracción del contrario. En esa situación, desde tiempos remotos, el futbolista profesional suele llevarse la mano a la cabeza, se toca y luego examina sus dedos a efectos de comprobar si hay sangre. Ese acto, como si suspendiera su agonía para ver si hay hemorragia le causaba mucha gracia a mi abuela, que decía ¡Qué pavo! Y otra cosa que divirtió mucho a mi abuela, de ordinario taciturna y melancólica, fue una imitación bastante buena que yo hacía de ella y que una vez registré en un grabador Geloso de mi tío. No estoy seguro de si le mostré la grabación o la escuchó casualmente cuando pasó por mi habitación pero cuando lo hizo su rostro se iluminó por la risa. Y cada vez que escuchaba la grabación, o que yo hacía en vivo la imitación, mi abuela renovaba su regocijo. Son algunas de las veces en que la recuerdo divertida.

8 Comments:

Blogger bonito lunch said...

no me acuerdo de ninguna.

2:58 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

tengo más

5:00 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Qué grosso...

Aunque, ¿taciturna y melancólica? Yo la recuerdo sonriente... Claro que no la veía todos los días como vos.
Lo que sí recuerdo muy bien es que alguna vez me "enseñó" a pararme para pelearme, como poner los brazos y tal... Decía que si alguno que no conocías te llamaba por la calle, uno debía pararse de tal manera y poner los brazos de tal otra y prepararse para agarrase a piñas... Era una fenómena...
Cuando se murió casi me muero.

Gracias querido,
Bombita Doeyo

7:56 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

Los domingos estaba contenta porque venían sus hijos y sus nietos.

9:01 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

9:03 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

9:04 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

k lindos sus recuerdos... mi abu era brava tambien,pero era mi abuela!! lo felicito!

10:13 a. m.  
Blogger estejulioesuno said...

si su abuela era brava usted es un primo o un hermano

10:31 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home

resumen de noticiasviajes y turismo
contador web