EL HOMBRE DE LA SANTERIA
Un señor apellidado Tellería solicita mis servicios de tasación para poner en venta su inmueble sito en el barrio Providencia, calle R. Ereñú, para abundar en datos que a pocos podrían interesar. De más está decir que trabajo en una inmobiliaria (Arizmendis propiedades). Y está de más porque ya lo he mencionado hasta el hartazgo. Resulta tedioso reiterarlo en tantas oportunidades. El tiempo es tirano y he leído por allí que se está agotando el espacio para guardar material en la web. Por eso recomiendo no perder la continuidad de la presente bitácora, cuantimás no sea en homenaje a los que siguen escrupulosamente su atrapante trama. A ellos los imagino ahora diciendo: ¡Ya sé que trabajás en una inmobiliaria, lo dijiste ochocientas veces, me tenés podrido!
Una vez completada la recorrida por la finca del señor Tellería, excepto un cuarto que no me fue permitido ver, donde, según me informó, trabaja su señora, me invitó a sentarme en una silla plástica del juego de jardín, donde campean numerosas y diversas imágenes religiosas, casi todas pertenecientes a la religión católica, apostólica, romana. También hay Rodrigos, Gildas y Gauchitos Gil. En la pared de la fresca galería abundan cuadros con escenas bíblicas y hasta una foto de Santo Biassatti.
-Tengo una santería –me informa, como si la presencia de las esculturas y los retratos justificase el metier de don Tellería-. Siempre me gustaron las figuras religiosas. Yo tenía otro trabajo hace diez años. Era militar. Pero una vez tuve una visión. Había ido de visita a San Nicolás y sentí la necesidad profunda de cambiar de vida. Me pasé de milico al rubro santería. Me va muy bien y no me arrepiento. Además soy católico practicante y leí todos los libros de Sueyro. Sé de lo que hablo cuando cae a mi negocio algún cliente con una carencia profunda en el aspecto espiritual. Además es un trabajo liviano, no me machaco los dedos.
La casa entró a la venta gracias a mi certera tasación (una tasación certera es aquella que el cliente desea escuchar, no importa que esté alejada de los precios reales de mercado) y sellamos el acuerdo sentados en un sillón del living, mientras bebíamos una infusión caliente. Tellería comenzó a contar anécdotas de su oficio de vendedor de santos, justo en el momento en que se abrió la puerta de la habitación que no había podido avizorar durante mi periplo tasador. De repente salió de allí una dama de buen ver, que deduje era la esposa de Tellería. La señora tenía alrededor de cuarenta años y lucía el cabello peinado con el sistema de batido y fijación por medio de spray, muy a la usanza de los años sesentas. Paradigmas de este modelo de casco piloso son las señoras Violeta Rivas y Jolly Land, inolvidables cantantes que integraron la troupe musical del programa televisivo “El Club del Clan”, que se emitía por canal trece los sábados a las veinte.
Tellería se incorporó cuando cuando irrumpió su esposa. Y yo hice lo propio pero me sorprendí cuando vi a un señor mayor, que no era otro que mi padre, salir del mismo recinto de donde lo había hecho la del peinado ridículo, vestido él con un traje azul y portando unas carpetas de las que se fijan con un hilillo de goma. La señora de Tellería, que tiene unos hermosos ojos verdes, dio inicio a una presentación formal del viejo que la seguía con una actitud de respeto, actitud que se percibe clarito cuando la persona hincha el lomo y baja la cabeza. Yo dije:
-¡Papá!
-¡Hijo! –señaló él, como es previsible-
-¡Se conocen! –dijeron a coro los Tellería, lo cual resulta más previsible aun, por no decir estúpidamente obvio-.
-¿Qué hacés acá? –le pregunté a mi papá como para no interrumpir la cadena de previsibilidades-.
-Bueno, la señora te explicará –contestó el viejo coronel, que se retiró, luego de estrechar la mano de la señora, de su esposo, y la mía propia-.
Mencioné que ese señor mayor era mi padre, lo cual estaba sobradamente entendido por el devenir del saludo que antes nos habíamos prodigado. Pero, ¿qué hacía mi padre en casa de los Tellería? ¿por qué me impidieron acceder al cuarto de donde salió mi padre? ¿por qué mi padre egresó de la habitación secreta de la casa con el sobaco derecho pletórico de carpetas de color madera y una gomita a manera de faja? Preguntas que necesitan ser contestadas más temprano que tarde, y que lo serán, escrupulosamente, en una próxima entrada.
Una vez completada la recorrida por la finca del señor Tellería, excepto un cuarto que no me fue permitido ver, donde, según me informó, trabaja su señora, me invitó a sentarme en una silla plástica del juego de jardín, donde campean numerosas y diversas imágenes religiosas, casi todas pertenecientes a la religión católica, apostólica, romana. También hay Rodrigos, Gildas y Gauchitos Gil. En la pared de la fresca galería abundan cuadros con escenas bíblicas y hasta una foto de Santo Biassatti.
-Tengo una santería –me informa, como si la presencia de las esculturas y los retratos justificase el metier de don Tellería-. Siempre me gustaron las figuras religiosas. Yo tenía otro trabajo hace diez años. Era militar. Pero una vez tuve una visión. Había ido de visita a San Nicolás y sentí la necesidad profunda de cambiar de vida. Me pasé de milico al rubro santería. Me va muy bien y no me arrepiento. Además soy católico practicante y leí todos los libros de Sueyro. Sé de lo que hablo cuando cae a mi negocio algún cliente con una carencia profunda en el aspecto espiritual. Además es un trabajo liviano, no me machaco los dedos.
La casa entró a la venta gracias a mi certera tasación (una tasación certera es aquella que el cliente desea escuchar, no importa que esté alejada de los precios reales de mercado) y sellamos el acuerdo sentados en un sillón del living, mientras bebíamos una infusión caliente. Tellería comenzó a contar anécdotas de su oficio de vendedor de santos, justo en el momento en que se abrió la puerta de la habitación que no había podido avizorar durante mi periplo tasador. De repente salió de allí una dama de buen ver, que deduje era la esposa de Tellería. La señora tenía alrededor de cuarenta años y lucía el cabello peinado con el sistema de batido y fijación por medio de spray, muy a la usanza de los años sesentas. Paradigmas de este modelo de casco piloso son las señoras Violeta Rivas y Jolly Land, inolvidables cantantes que integraron la troupe musical del programa televisivo “El Club del Clan”, que se emitía por canal trece los sábados a las veinte.
Tellería se incorporó cuando cuando irrumpió su esposa. Y yo hice lo propio pero me sorprendí cuando vi a un señor mayor, que no era otro que mi padre, salir del mismo recinto de donde lo había hecho la del peinado ridículo, vestido él con un traje azul y portando unas carpetas de las que se fijan con un hilillo de goma. La señora de Tellería, que tiene unos hermosos ojos verdes, dio inicio a una presentación formal del viejo que la seguía con una actitud de respeto, actitud que se percibe clarito cuando la persona hincha el lomo y baja la cabeza. Yo dije:
-¡Papá!
-¡Hijo! –señaló él, como es previsible-
-¡Se conocen! –dijeron a coro los Tellería, lo cual resulta más previsible aun, por no decir estúpidamente obvio-.
-¿Qué hacés acá? –le pregunté a mi papá como para no interrumpir la cadena de previsibilidades-.
-Bueno, la señora te explicará –contestó el viejo coronel, que se retiró, luego de estrechar la mano de la señora, de su esposo, y la mía propia-.
Mencioné que ese señor mayor era mi padre, lo cual estaba sobradamente entendido por el devenir del saludo que antes nos habíamos prodigado. Pero, ¿qué hacía mi padre en casa de los Tellería? ¿por qué me impidieron acceder al cuarto de donde salió mi padre? ¿por qué mi padre egresó de la habitación secreta de la casa con el sobaco derecho pletórico de carpetas de color madera y una gomita a manera de faja? Preguntas que necesitan ser contestadas más temprano que tarde, y que lo serán, escrupulosamente, en una próxima entrada.
3 Comments:
Tengo algunas hipòtesis:
1) El viejo quiere venderle a Tellería sus enanos de jardín.
2)El viejo coronel lo puentea para chorearle la comisión.
3)Su padre y los Tellería están organizando un golpe de estado.
4)El sr. Tellería y su santería han dejado a la Sra. peinada y sin visita. Su papá, viejo compañero de armas, le pone el cuerpo.
Tengo, además, una pregunta:
¿la santería vende estampitas del Santito Biasatti?
A la última pregunta, sí: la fe de la gente no se discute. En cuanto a las hipótesis, todas ellas son dignas y plausibles, mas yo me inclinaría por una parecida a la número tres, pero no quiero adelantar nada. Gracias condesita.
Ay Yulai, qué miedo que me da! apure el final de la historia en un próximo post (¿o será el Comunicado Nº 1?)
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