Mi mujer insistió para que lleváramos de vacaciones a nuestro perro Estanislao y cada vez que ve a uno en la playa jugando alegremente con una pelota de base-ball o tennis, cuando no de badminton, aunque sea una pluma, me reprocha el no habérselo permitido. Me dice que hasta la vecina de enfrente al departamento donde moramos en Mar del Plata trajo un caballo. En efecto, como se puede ver en los rotrograbados be y ce, hay un chalet que tiene a un caballito pastando junto a la piscina. Le argumento a mi señora que quizás la dueña del caballo es una amazona.
-Es una ama de casa –retruca ella, mi mujer-.
-Bueno, puede ser una veterinaria.
-Claro, si vos fueras médico traerías a tu paciente de vacaciones.
La conversación se está tornando absurda y le pongo coto bajando a comprar facturas a un lugar que ¡Ay! ¡las facturas más ricas que comí en mi vida! ¡Ay, no sabés!
-Es una ama de casa –retruca ella, mi mujer-.
-Bueno, puede ser una veterinaria.
-Claro, si vos fueras médico traerías a tu paciente de vacaciones.
La conversación se está tornando absurda y le pongo coto bajando a comprar facturas a un lugar que ¡Ay! ¡las facturas más ricas que comí en mi vida! ¡Ay, no sabés!
¿Por qué creemos que las facturas más ricas se elaboran en la costa atlántica? Algunos aventuran que por el agua, otros le dan una interpretación más psicológica en orden a considerar nuestra predisposición favorable para todo en época de vacaciones. ¡Pero qué facturas, qué crema pastelera, qué dulce de leche, qué membrillo!
Así estamos. La malla parece una sunga.
Así estamos. La malla parece una sunga.
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