martes, marzo 27, 2007

SECRETO EN TANDIL Hoy es un día de lluvia que invita a la molicie y al esparcimiento, sea éste sano o mórbido. En la oficina, uno de los vendedores hace un sudoku, el otro, Zuloaga, se mira los zapatos, casi nuevos, que estrenó hace pocos días y aún no cede su arrobamiento. Lo invito a tomar un café. Acepta. En el bar aparece mi padre. Lleva su carpeta y una bolsa de supermercado. Acaba de vender una propaganda para su audición de radio. Lo invito a tomar un café. Está contento. Zuloaga se va a la barra a tomar su café y a leer, sin que nadie le moleste, la revista deportiva. Mi padre me regala un cedé.
-Es la grabación del último programa. Hablo del malsano espíritu de venganza del presidente, de la necesidad de dejar en paz a miles de familias argentinas, de sobreseer definitivamente a….
Aparece mi amigo Ricardo Ditro. Saluda a mi padre. Recibe otro cedé de regalo. Lo agradece. Lo invito a tomar café.
-Me estoy yendo. Tengo que viajar a Tandil. Venite –me invita Riqui-.
-¿A qué? –le pregunto-.
-Tengo que hacer un trámite. Dale vamos.
-Pero yo…
-Dale peroyó, cortala con el peroyó. Con este día de mierda qué vas a hacer en la oficina.
Mi padre se bebe su café y se levanta. Tiene que seguir vendiendo avisos.
No estaría mal un viajecito a Tandil, pienso. Algo así como Thelma y Louis de machitos, en tren de liviandad y para molestar un poco a la rutina. Le digo a Zuloaga, que lee la revista deportiva en la barra, que si aparece Arizmendis, nuestro patrón, por la inmobiliaria, que le diga que estoy engripado. Aunque él casi nunca va a trabajar los días de lluvia.
-¿A quién le digo? –me pregunta Zuloaga-.
-A Arizmendis. Decile que tengo gripe. Lo tengo que acompañar a Ricardo a hacer un trámite.
-¿Engripado?

Transitamos a cientos de kilómetros por hora en una ruta cuya visibilidad está disminuída notablemente por la lluvia. Ricardo me platica de su inminente abuelazgo, del tiempo que deberá disponer para su nueva posición familiar ya que los hijos, en la actualidad, no quieren renunciar a las prerrogativas propias de su condición de solteros sin obligaciones y que, a veces veladamente, a veces no, llegan a amenazan con interrumpir el embarazo si no observan una buena predisposición para colaborar de los futuros abuelos.
Llegamos antes del mediodía a Tandil con un sol hospitalario. Vamos a comer algo a un pub llamado Liverpool.
-¿Qué trámite tenés que hacer? –le pregunto a Ricardo mientras hinco el diente a un tostado mixto-.
-Tengo que ver a una persona en el colegio de escribanos de acá.
Terminamos nuestra colación y lo espero en la plaza, frente al colegio de escribanos, mientras él se dirige a cumplimentar su trámite. Aprovecho para buscar un banco de la plaza en donde, en 1966 posé junto a mi tía Margarita para una foto que un señor amable nos sacó con mi cámara Gradosol, cuando vine la anterior vez a Tandil. Al rato salió Ditro del colegio de escribanos.
-No está, carajo.
-¿Quién?
-La persona que vine a buscar.
-¿Y no podés hacer el tramite aunque no esté la persona?
-No vine a hacer ningún trámite. Vine a ver a una mujer que trabaja acá. Justo hoy no vino a trabajar. Voy a buscarla a la casa, creo que la puedo encontrar.
Cuando cruzábamos la plaza para ir al centro, la vio (en la foto está marcada por una elipse en el extremo inferior izquierdo, no se pueden perder):
-¡Ahí está! ¡Es ella! Voy a buscarla. Te dejo el coche. Andá al hotel de la tarjeta que nos dieron en el pub. Registrate. Cualquier cosa te llamo al celular.
-Pero…
Luego de unos segundos de indecisión y confusión, retomé mi propósito thelmaylouisero (pero machito), me despreocupé de mi amigo, que ya es lo bastante grande, y me dirigí al hotel, que es más bien un hostal. En el hostal me registré, me calcé el bañador y me tiré en la piscina de agua caliente. Le salpiqué con agua clorada el libro a una agradable dama que leía con anteojos. Me miró con antipatía. El día estaba precioso. Decidí ir a visitar la roca célebre de Tandil, que naturalmente no está más porque sus trescientas toneladas se cayeron en el año 1912, de modo que subí los 268 escalones tallados en el granito para observar el lugar de la caída y, en el fondo del barranco, los trozos de la piedra movediza. A las siete de la tarde regresé al hostal, pedí un servicio de merienda reforzada y me volví a arrojar en la alberca calentita. Me sequé, me duché y me cambié para esperar al misterioso Ricardo. Esperé algo más de una hora en el restaurant del hostal. A las nueve menos cinco llegó Ditro. Estaba agitado y tenso, aunque parecía satisfecho y seguro, acaso nervioso pero bien plantado, y posiblemente alterado pero sereno.
-Nos quedamos esta noche en Tandil -me anunció-.
-¿Quién?
-Vos y yo.
-Pimero decime qué está pasando porque estoy en bolas desde que llegué…
-¿Fuiste a la piedra movediza?
-Si.
-¿Y al Centinela?
-No.
-Yo fui a todos lados con Eleonora…
-¿Eleonora?
-Si, una amiga que conocí en mi viaje a Lanzarote. Nos hicimos amigos y vine a visitarla. Pegamos onda, como decimos los pibes ahora.
-¿Y por qué no me dijiste?
-¿Pensé que te ibas a hacer el moralista?
-¿Y qué tiene que ver el moralismo con la amistad?
-No sé, no me la compliques.
-¿Y por qué me trajiste a mí si venías a ver a una mina? ¡Qué tengo que ver yo!
-Porque en los viajes me aburro. Mañana a las seis de mañana tengo un duelo.
-¡Un qué!
-Si, el hermano de Eleonora me retó a duelo. No sé qué le pasó, se puso como loco cuando me vio con su hermana y me batió a duelo. Así como lo escuchás. Pedime una cerveza que me voy a bañar. Yo, al principio creí que me estaba cargando, pero no. Vos vas a ser mi padrino. Mañana a las seis de la mañana tenemos que estar en el lugar donde está el géiser artificial.
-Es una joda…
-No, no es ninguna joda.
-¿Dónde está el géiser artificial?
-Está por acá cerca, julio. Vos quedate tranquilo. Vamos a comer y a beber por allí. En serio, no pasa nada. El chabón me dejó elegir las armas y yo opté por el florete. Acordate que, cuando era más joven, fui campeón de esgrima, estaba federado y todo. Además es a primera sangre, no se va a morir nadie. Quedate tranqui.
-¿Cuántos años tiene el duelista?
-Como setenta. No hay ningún riesgo, tiene menos reflejos que Lux.
-¿Y Eleonora?
-Bien, gracias.
-No, boludo. Eleonora ¿cuántos años tiene?
-Ah, no sé, eso no se le pregunta a una mujer, pero debe andar en la cuarentena…
A las seis de la mañana siguiente estaba el géiser todavía envuelto en sombras…












7 Comments:

Blogger La condesa sangrienta said...

Me-ma-tó su versión machito Thelma y Louise.
Su amigo Ricardo trajo, por lo visto, otro volcán en ebullición recuerdo de Lanzarote y a Ud. lo conformó con la versión doméstica matrimoniobienavenido. Me simpatiza ese muchacho.
Su post, como el mío de hoy, dan cuenta de la lluvia que invita a no hacer nada.
Lo veo más tarde.

3:55 p. m.  
Anonymous criss said...

y en q quedo el duelo???? me quede con ganas de masssssssssssssss por favor contameeeeeeeeeeeeeeeeeee despues de MAS DE AÑOS PODRAS RECORDARLO NO????

3:08 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

la historia, queridísima Criss, terminó mal, muy mal. Pero próximamente la cuento, como que hay un Dios.

5:16 p. m.  
Anonymous criss said...

no valeeeeeeeeeee adelantame algoooooooooo muy bueno tu blog lo encontre de casualidad recien llegadita de la hermosa ciudad de Tandil y justamente en un dia lluvioso como el de la primera foto, besos y dale contame si???

3:56 a. m.  
Blogger estejulioesuno said...

¿vivís en Tandil? Esa ciudad cada vez me está gustando más. No sé que me pasa. El final de la historia lo cuento en breve. Y gracias por los elogios.

9:44 a. m.  
Anonymous criss said...

No Julio vivo en Bs As zona oeste pero tengo familia en Tandil y amo esa ciudad desde muy chica la visito y ahora hacia 5 años q no iba pero al fin pude ir y pase unos dias maravillosos, la ciudad esta bellisima como siempre es mas me parece q esta mas bella, bueno quisiera leer el final de la historia pronto, un beso, CRISS

1:44 p. m.  
Anonymous JULIO said...

. Allí vivió mucho tiempo un gran escritor polaco llamado Witold Gombrowicz. Bien pronto sale el final de la historia.

7:27 p. m.  

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