LA CROATA
En 1994 un suboficial del ejército argentino fue destinado a las fuerzas multinacionales de la O.N.U. para el mantenimiento de la paz en Croacia. Su batallón estaba apostado en Daruvar (Eslavonia oeste), específicamente en una línea de cese de fuego que era donde se registraban los mayores enfrentamientos entre serbios y croatas. La tensión entre ambos bandos era incesante, la zona estaba plagada de minas y trampas cazabobos, el invierno era crudelísimo, las provocaciones desde cada lado constituían moneda corriente (kuna y dinar). En ese contexto nuestro sumbo conoció a una atractiva soldado croata durante uno de los patrullajes que hacían alternativamente con fuerzas croatas y serbias con el fin de mantener la imparcialidad y la equidistancia a los ojos de los contendientes. El argentino y la croata comenzaron una relación ayudada por el conocimiento del castellano que tenía la bella morocha de los Balcanes. Cuando la misión concluyó para los soldados criollos, el argentino le propuso a la divina croata ir a vivir con él a la Argentina. Ella aceptó, quería tomar distancia de la muerte y la tristeza.
Hace trece años atrás la pareja binacional visitó la inmobiliaria donde trabajo (Arizmendis Propiedades, confianza en operaciones inmobiliarias) para alquilar un departamento. Así pude conocer a Vesna, la ex mujer de armas. Qué impresión me causó tan perfecta distribución de los dones más armoniosos con que el Creador puede modelar a una fémina: sus glúteos configuraban sin dificultad un durazno Red Globe que despertara la vocación por hincarle los dientes delanteros, sus pechos eras dos peras de agua de las que se comen mientras el jugo desciende por el cuello. De toda ella emanaba una sensualidad que se manifestaba en los más mínimos gestos, en los ademanes más insignificantes, como puede ser coger un pocillo de café y llevárselo a esa boca de labios como rodajas de bergamota. Sin embargo, teniendo todo para ser campeón, la humildad de esta ex militar de la Europa Oriental era proverbial, su simpatía mesurada, su sonrisa, la fiesta en una calle sembrada de bombillas blancas, su buena educación y cultura, por sobre la media, sus maneras, modestas, casi serviles. Yo, ante tanta armonía, me comporté en todo momento con la sobriedad propia de un doctor Merengue*. Su marido, el soldado santiagueño, era un muchacho delgado, de hombros dubitativos, serio y de pocas palabras, quizás tímido, pero educado y medido en sus respuestas, su cabello era corto, su piel aceitunada, sus zapatos, abotinados. Muy seguramente era envidiado hasta la tortura por sus camaradas de armas. Ella manifestaba en sus módicos movimientos un respeto quizás reverencial a quien la había llevado a un país sin guerras ni conflictos, y con niños ricos que ya no tenían tristeza, casi una Xanadú*.
Cuando la pareja se retiró de la inmobiliaria los vendedores nos introdujimos en ese diálogo un tanto animalesco, mezcla de interjecciones, soplidos, aullidos, silbidos, ladridos, a los que se sumaba alguna rutina propia de Curly, el de los Stooges, con el que los hombres manifiestan su unanimidad en el juicio sobre la plenitud estética de una naifa.
-¿Qué hace ese tremendo minón con ese chabón?
-¿Y con quién querés que estea?
-¡Con meu!
La conversación era de este tenor graso por eso no vale la pena continuar.
Trece años después de estos eventos, ayer para ser precisos, una pareja acompañada de una niña ingresa a la inmobiliaria. Disponen de un crédito y quieren comprar un departamento. No andaré con misterios. Es el militar, la croata y su pequeña hija. ¡Ella está igual! O no, su belleza se ha acrecentado y no compite con las estrellas porque no quiere. Su modestia no ha decaído y otras cosas mucho menos. El militar está un poco más delgado, alguna cana argenta sus patillas y unas ojeras de color malva enmarcan sus ojos achinados. Su timidez y apocamiento lo hacen parecer un poco triste. Pero ella sigue despertando cementerios enteros. Si tuviese que marcar una diferencia entre la Vesna de trece años atrás y la actual podría decir que hoy en día, en sus ojillos, se dibuja una chispa en el modo de mirar que no termina de devenir candela, como un magiclick que hubiese pasado los ciento cuatro años. Pero no lo puedo asegurar.
Ayer fui a llevarles unos planos al departamento que alquilan y creí que me encontraría con ella de entrecasa. Pero no, no estaba. Me recibió el representante de nuestras fuerzas armadas junto con la chiquita.
-Mi mamá está en salsa –me informó la mocosa mientras el hombre bajó la mirada y simuló analizar los planos-.
-Ah.
REFERENCIAS
El doctor Merengue: El otro yo del doctor Merengue es una historieta creada por el humorista Guillermo Divito. Este personaje es un correctísimo abogado que, bajo una presencia sobria y educada, esconde a un descontrolado que surge en cualquier situación y manifiesta aquello que nunca hubiera dicho el profesional, pero que es lo que siente y calla para mantener las formas.
Xanadú: Según la enciclopedia Wikipedia: “Xanadú es un nombre muy utilizado para bautizar lugares imaginarios o establecimientos dándoles un toque de evocación del lujo y el misterio”. Hay una película llamada Xanadú con Olivia Newton John, pero no tiene nada que ver. Yo diría que Olivia Newton John no tiene nada que ver. Con nada.