Resumen de lo publicado: con un grupo de amigos fuimos a jugar al fútbol a la ciudad de Necochea. La primera noche los integrantes del equipo contrario nos agasajaron con un asado criollo y...

HOSPITALIDAD NECOCHENSE

Fuimos introducidos en una fábrica de alpargatas y calzado deportivo en general de nombre Pala-Nec, ubicada en la misma cuadra que otra de similar rubro llamada “Las Sin Bigote”. Nos sentamos a una mesa larga en los fondos del prolijo galpón, a no menos de cincuenta metros de la entrada, con las zapatillas, los pegamentos, las suelas y las telas, paralelamente alineados en estanterías que cubrían ambas paredes. Ese sector, aun con apariencia de fábrica, constituía por función el salón comedor, y además, porque había una parrilla con todas las de la ley y un televisor Ahorra Grande, Aurora Grundig, donde los integrantes de la peña seguramente comerían con la vista fija en el aparato en días de partidos de fútbol, o sea, siempre. Allí nos convidaron con unas empanadas notables, unas carnes valiosas y unos vinos apreciables, con la calidez y sencillez clásica de quienes viven alejados de las metrópolis y no calzan Nike sino Pala-Nec. Los muchachos necochenses llaman peña a esos encuentros cárnicos que celebran una o dos veces por semana. Y nosotros correspondimos a esa amabilidad comiendo como cerdos y bebiendo como peces, y con algún que otro discurso, que pareciera inevitable en nuestro grupo, como si fuera obligatorio, que no lo es, y que a mí , francamente les digo, a estas alturas me tiene las pelotas llenas. Con todo, algunas alocuciones contuvieron algo de sentido común, pero otras no alcanzaron a ser terminadas.