-Son una manga de pelotudos.
-Quiénes.
-Los dueños de esta cantina. Trabajo acá.
-¿Mozo?
-No, canto. Los viernes hay cena-show. Yo soy el show.
-Y... sí. No vas a ser la cena, ja, ja, ja.
-Por ese cartel de mierda cualquiera pensaría que sí.
-No viniste a la fiesta, amargo -me dijo mientras me daba un abrazo-.
-Si vos me convenciste de que no tenía sentido ir a esas cosas.
-Si, pero después me convencieron a mí de lo contrario. Y Ditro tampoco fue.
-No pudo. Viajó por trabajo.
-¿Es viajante?
-Se puede decir que sí. No es viajante de comercio, tiene que ir a los restaurantes de todo el mundo, morfar y chupar y después ponerles nota. Vendría a ser un viajante de comer. Ja, ja, ja.
(Mencioné antes que yo estaba de buen humor y esa euforia pasajera, muchas veces, te hace decir chistes pelotudos)
-Canto en cantobares y restaurantes -me cuenta Pancaldi-. Si engancho, en casamientos, cumpleaños de quince, bar mitzvahs, bah, en donde consigo. A fin de mes me junto unos manguitos que ayudan al sueldo. Vos te acordás que yo era un fana de la música.
-…
-Pero mirá que son putos –dijo el gordo, rememorando el incidente que había vivido segundos antes-. La culpa la tiene uno de los dueños que me tiene inquina. El no quería que hubiese show en su establecimiento. Es un conserva. Pero el hermano lo convenció, cuando casi quiebran, de que había que inventar algo. No es justo lo que me hacen...
-¿Qué repertorio hacés?
-Luis…
Comenzó a toser.
-Alberto Spinetta –me adelanté-
-No, Miguel. También hago Ricardo…
-Mollo.
-No, Arjona. Cris…
-Chrissy Hynde, la de los Pretenders –arriesgo-.
-No, Cristian Castro. Alejandro…
-Sokol -digo sin esperanzas-.
-No, Sanz. Ricardo…
-Soulé, de los Vox Dei.
-No, Montaner. Emanuel…
-Horvilleur.
-No, Ortega. George…
-Harrison -afirmo con íntima certeza-.
-No, Michael. Es la música que más sale cuando la gente está morfando. Pero a mi me gusta otra música. Te acordarás que yo era fana de los Beatles.
-¿Y por qué hacés esa música de mierda?
-Es mi trabajo. Yo me acuerdo que vos eras futbolero y no vendés pelotas de fútbol, vendés casas, según me dijiste la vez pasada.
Punto para Pancaldi.
-Estos mierdas de la fonda me promocionan como si yo fuera un plato más –se lamentó el gordo-. Yo les traigo el afiche con mi fotito, todo de diez. Lo único que tienen que hacer es pegarlo en un lugar visible Acá debo tener un volante, tomá. Dante Rey es mi nombre artístico.
Me mostró un papel arrugado como carta de prometida que te anuncia que no te quiere más, con la foto a media sonrisa del gordo Pancaldi (Dante Rey), barba candado, cabello moda ochenta, gesto de soñador impenitente.
-Pero resulta que les traigo el afiche –continuó- me lo cortan y después lo pegan en un miserable cartel sándwich. Bueno, no importa. Este encuentro entre nosotros no es casual. Estaba de Dios.
-…
-Estoy armando un conjunto de rock, para hacer covers…
-…
-¿Sabés lo que son covers?
-Creo que cover quiere decir cubrir…
-Canciones de otros músicos. Vos tocabas la guitarra en el secundario, y bien. Yo me acuerdo.
-No importa, Julito, la guitarra es como la bici, una vez que aprendés a usarla no te olvidas más.
Seguíamos en la puerta de la cantina. El gordo miró hacia adentro y dijo:
-!Mejor que arreglen ese cartel antes de que venga yo y lo borre con la lengua de alguno de ustedes! Es indignante. Bueno, estoy formando un conjunto para hacer covers de Procol Harum. ¿Te acordás de Procol Harum?
-Cómo no me voy acordar –le dije seguro y ahora entusiasmado-. Luego pronuncié Procol Harum con esa voz nostalgiosa y algo afeminada del que recuerda con verdadero sentimiento.
Alguien gritó desde el interior del restaurant pero no llegué a comprender las palabras. Tal vez fuese una puteada simple.
-¡En serio les digo! -Dante Pancaldi estaba colorado-. La gente va a pensar que lo que pusieron debajo de la foto es mi apodo y todos saben que soy La Voz Romántica de La Providencia. Masi, váyanse a cagar. Te decía, Julito, Procol Harum. Acá te escribo mi dirección. Instrumentos tengo en mi casa. Dejame tu e-mail que te mando los tonos para la viola. Me tengo que ir. ¡Por su bien arreglen ese cartel! ¡Y lechón será tu hermana!
Ahora se escuchó bien la voz de adentro. Pero no llevaba signos de admiración. Era casi una reflexión.
-Vafangulo.