Eleonora Sarti aguarda el resultado del duelo entre su hermano y Ricardo Ditro
LA SEÑORA DE DITRO SOSPECHA
LA SEÑORA DE DITRO SOSPECHA
Entró a la inmobiliaria Arizmendis la señora de Ditro, esposa de mi amigo Ricardo Ditro. Llevaba un impermeable Burberry Patent Slicker de color fucsia, un jean Gloria Vanderbilt y una cartera Louis Vuitton, Beverly MM City Bag In Monogram Canvas. Tenía las zapatillas Nike Air Max 360 II ID mojadas. Afuera llovía. Saludó a Zuloaga, que controlaba con satisfacción la performance que habían tenido bajo el aguacero sus botas Timberland Men’s Waterproof Classic Chukka Wheat Nubuck. La dama enfiló hacia mi escritorio Nestraduñol modelo Optima. Me saludó con un beso de mejilla, derecha mía, izquierda de ella. Su mano se apoyó un instante en mi hombro, señal inequívoca de afecto moderado. Yo aún no me había sacado mi piloto negro Red Star. Mi calzado leñador Matone sí había sufrido los efectos del agua. Sentía húmedas las medias de toalla Dexter.
-Hola Julio.
Columbré el motivo de su visita sin necesidad de explicación. Para quienes a esta instancia llegan de primerizos recomiendo la lectura de “Secreto en Tandil. Hoy es un día de lluvia que inv...” para lo cual basta con arrastrar el ratón Microsoft inalámbrico láser hacia dicho título. Allí conocerán el origen de esta historia, que no sé bien si es verdad, como dice Jaime Roos en su inolvidable canción La Hermana de la Coneja, que forma parte del disco Repertorio, y a que a mí me tiene de simple figurante aunque cuitado como el que más. Para el que no está dispuesto al esfuerzo de manipular el mouse, refiero el incidente con la síntesis eficaz de un resumen Lerú:
Un amigo, Ricardo Ditro, durante un reciente viaje a Lanzarote, isla en el Océano Atlántico que forma parte de las Islas Canarias, perteneciente a España , conoció a una mujer llamada Eleonora Sarti. Compartieron un día de excursión a otra isla del mismo archipiélago llamada La Graciosa, que sumado a las horas de vuelo durante el viaje de vuelta a La Argentina anudaron una relación cuyas características no me cabe a mí definir, pero que tuvo intensidad suficiente como para que Riqui quisiera visitarla muy poco tiempo después de haber pisado suelo criollo. Eleonora Sarti vive en Tandil, provincia de Buenos Aires y hacia allí fue nuestro excelente Ditro, que me pidió que lo acompañara con el pretexto falso de que debía cumplir un trámite en el colegio de escribanos de aquella ciudad bonaerense. Allí, y en circunstancias que se irán conociendo en futuras entregas, mi amigo se trabó en duelo a florete con el señor Sarti, el hermano mayor de Eleonora, individuo que frisa los setenta años.
Como es natural, a la esposa de Ditro Ditro le dijo una mentira que yo debí aprender como lo hice con la oración a la bandera el día 20 de Junio de 1963.
-Qué pasó, Julio en Tandil –me preguntó la dama mientras se frotaba las manos nerviosamente y refulgía en su muñeca el reloj Patek Philippe modelo Calatrava con calendario anual.
Le referí el camelo con el cual mi amigo me había instruído con escrupuloso cuidado. Noté, mientras le explicaba, que también mi pantalón Huapi de E. Etchevarne S.A. estaba mojado y que la humedad se había transferido a mi calzoncillo Ritmo. Concluí que, al escoger mi ropa al levantarme a la mañana, había hecho la opción incorrecta pues el lienzo que ahora tenía era de color beige, color harto inadecuado para tiempos de chubasco y las baldosas flojas ennegrecieron amplias porciones vecinas a la botamanga. Si hubiese elegido el blue jean Jean’s Quality, que tenía colgado en el perchero metálico de Confort Alem, no me hubiese lamentado tanto puesto que la mezclilla sabe vivir al límite aunque, claro, hubiese mermado en la elegancia que se requiere para un vendedor de bienes raíces. ¡Pero la jornada desapacible lo justificaba!
-Nada –introduje con este término canchero-, un amigo de Riqui, que conoció en Lanzarote lo invitó a visitarlo a Tandil y me pidió que lo acompañara. –le dije mientras disciplinaba el cuello de mi camisa Manhattan Docoma, que al no disponer de botoncitos y ojalillos, tiende a sufrir dobleces en sus aletas.
-¿Me podés explicar por qué tiene así la cara? –me preguntó la esposa de Riqui, que tenía el pelo planchado en Peinados Silvana, aunque algunas gotas de lluvia perlaban su enlaciado.
La señora me tomó la mano para invocar mi sinceridad y observé en su dedo anular un anillo de brillante de H. Stern, design clásico y sofisticado. Su pregunta aludía a un horrible tajo que surca el costado derecho de la cara de Ricardo.
-¿No te contó Riqui? Se tropezó cuando subimos a la piedra movediza –le mentí mientras jugueteaba nerviosamente con un encendedor Carusita que había sobre la mesa de P.C. Nestraduñol con tabla tecladora deslizante-. No hizo tiempo a poner la mano –amplié- y se pegó la cara con un escalón de piedra. Nada más.
-Catorce puntos le dieron, Julio.¡Catorce! Y vos decís nada más –me objetó-.Por el acaloramiento se abrió el piloto Burberry y se le veía una remerita Gap con logo al tono.
-Si, flor de golpe, pobre.
La señora de Ditro se me quedó mirando en tren de escrutar mis pensamientos y descifrar la mentira en mi jeta como si fuera mismamente un jeroglífico de los sencillos. Yo permanecí inconmovible mirando la hora en mi reloj Casio con segundero. La mirada de ella duró tantos segundos como necesitó para escanear mi seso. Le dio una rápida mirada al bello bodegón en acrílico de G. Shortrede, que cuelga en la pared detrás de mi sillón giratorio Nestraduñol ergonométrico y se retiró.
Tengo para mí que, cuando salió de la inmobiliaria Arizmendis, creía menos en su marido que al entrar.
Para la presente entrada he copiado de puro juguetón una modalidad en la construcción del relato que el escritor norteamericano Bret Easton Ellis utilizó en su celebérrima, sangrienta y aburrida novela American Psycho. El recurso consiste en describir cada prenda de vestir, cada adorno, cada mueble, en fin, cada objeto que da marco a la trama y siempre que el artículo se encuentre en el comercio, mencionando escrupulosamente la marca, estilo que a mí me resultó novedoso y seguramente rentable para él, en el caso de que cada marca citada hubiese pagado la mención, dato que desconozco.
-Hola Julio.
Columbré el motivo de su visita sin necesidad de explicación. Para quienes a esta instancia llegan de primerizos recomiendo la lectura de “Secreto en Tandil. Hoy es un día de lluvia que inv...” para lo cual basta con arrastrar el ratón Microsoft inalámbrico láser hacia dicho título. Allí conocerán el origen de esta historia, que no sé bien si es verdad, como dice Jaime Roos en su inolvidable canción La Hermana de la Coneja, que forma parte del disco Repertorio, y a que a mí me tiene de simple figurante aunque cuitado como el que más. Para el que no está dispuesto al esfuerzo de manipular el mouse, refiero el incidente con la síntesis eficaz de un resumen Lerú:
Un amigo, Ricardo Ditro, durante un reciente viaje a Lanzarote, isla en el Océano Atlántico que forma parte de las Islas Canarias, perteneciente a España , conoció a una mujer llamada Eleonora Sarti. Compartieron un día de excursión a otra isla del mismo archipiélago llamada La Graciosa, que sumado a las horas de vuelo durante el viaje de vuelta a La Argentina anudaron una relación cuyas características no me cabe a mí definir, pero que tuvo intensidad suficiente como para que Riqui quisiera visitarla muy poco tiempo después de haber pisado suelo criollo. Eleonora Sarti vive en Tandil, provincia de Buenos Aires y hacia allí fue nuestro excelente Ditro, que me pidió que lo acompañara con el pretexto falso de que debía cumplir un trámite en el colegio de escribanos de aquella ciudad bonaerense. Allí, y en circunstancias que se irán conociendo en futuras entregas, mi amigo se trabó en duelo a florete con el señor Sarti, el hermano mayor de Eleonora, individuo que frisa los setenta años.
Como es natural, a la esposa de Ditro Ditro le dijo una mentira que yo debí aprender como lo hice con la oración a la bandera el día 20 de Junio de 1963.
-Qué pasó, Julio en Tandil –me preguntó la dama mientras se frotaba las manos nerviosamente y refulgía en su muñeca el reloj Patek Philippe modelo Calatrava con calendario anual.
Le referí el camelo con el cual mi amigo me había instruído con escrupuloso cuidado. Noté, mientras le explicaba, que también mi pantalón Huapi de E. Etchevarne S.A. estaba mojado y que la humedad se había transferido a mi calzoncillo Ritmo. Concluí que, al escoger mi ropa al levantarme a la mañana, había hecho la opción incorrecta pues el lienzo que ahora tenía era de color beige, color harto inadecuado para tiempos de chubasco y las baldosas flojas ennegrecieron amplias porciones vecinas a la botamanga. Si hubiese elegido el blue jean Jean’s Quality, que tenía colgado en el perchero metálico de Confort Alem, no me hubiese lamentado tanto puesto que la mezclilla sabe vivir al límite aunque, claro, hubiese mermado en la elegancia que se requiere para un vendedor de bienes raíces. ¡Pero la jornada desapacible lo justificaba!
-Nada –introduje con este término canchero-, un amigo de Riqui, que conoció en Lanzarote lo invitó a visitarlo a Tandil y me pidió que lo acompañara. –le dije mientras disciplinaba el cuello de mi camisa Manhattan Docoma, que al no disponer de botoncitos y ojalillos, tiende a sufrir dobleces en sus aletas.
-¿Me podés explicar por qué tiene así la cara? –me preguntó la esposa de Riqui, que tenía el pelo planchado en Peinados Silvana, aunque algunas gotas de lluvia perlaban su enlaciado.
La señora me tomó la mano para invocar mi sinceridad y observé en su dedo anular un anillo de brillante de H. Stern, design clásico y sofisticado. Su pregunta aludía a un horrible tajo que surca el costado derecho de la cara de Ricardo.
-¿No te contó Riqui? Se tropezó cuando subimos a la piedra movediza –le mentí mientras jugueteaba nerviosamente con un encendedor Carusita que había sobre la mesa de P.C. Nestraduñol con tabla tecladora deslizante-. No hizo tiempo a poner la mano –amplié- y se pegó la cara con un escalón de piedra. Nada más.
-Catorce puntos le dieron, Julio.¡Catorce! Y vos decís nada más –me objetó-.Por el acaloramiento se abrió el piloto Burberry y se le veía una remerita Gap con logo al tono.
-Si, flor de golpe, pobre.
La señora de Ditro se me quedó mirando en tren de escrutar mis pensamientos y descifrar la mentira en mi jeta como si fuera mismamente un jeroglífico de los sencillos. Yo permanecí inconmovible mirando la hora en mi reloj Casio con segundero. La mirada de ella duró tantos segundos como necesitó para escanear mi seso. Le dio una rápida mirada al bello bodegón en acrílico de G. Shortrede, que cuelga en la pared detrás de mi sillón giratorio Nestraduñol ergonométrico y se retiró.
Tengo para mí que, cuando salió de la inmobiliaria Arizmendis, creía menos en su marido que al entrar.
Para la presente entrada he copiado de puro juguetón una modalidad en la construcción del relato que el escritor norteamericano Bret Easton Ellis utilizó en su celebérrima, sangrienta y aburrida novela American Psycho. El recurso consiste en describir cada prenda de vestir, cada adorno, cada mueble, en fin, cada objeto que da marco a la trama y siempre que el artículo se encuentre en el comercio, mencionando escrupulosamente la marca, estilo que a mí me resultó novedoso y seguramente rentable para él, en el caso de que cada marca citada hubiese pagado la mención, dato que desconozco.
5 Comments:
Todo muy lindo y elegante Yulai pero (disculpe la expresión) la cagó con las medias de toalla.
Ah... y ya me estaba preocupando su silencio!
Se me había roto el asunto este de Internet por eso el silencio. En cuanto a las medias, peor es el jean quality jeans de la afamada lìnea First Line de Carrefour o los náuticos Matone que son de cartón prensado. Usted mismo lo dijo en algún comentario anterior: soy de vuelo bajo. Gracias por tomarte el trabajo de leer.
¡Nunca dije que ud. era de vuelo bajo, Yulai! Eso se refería a mi persona. Quienes me conocen saben que cuando digo "estoy volando bajito" me repliego y cargo las pilas.
No era una opinión sobre ud. porque de haber sido así no me tomaría "el trabajo" de leerlo.
Saludos y bienvenido!
Otra cosa: en mi diccionario personal no es lo mismo "andar volando bajito" que tener bajo vuelo (a usté lo tengo asharriba)
:0)
Está todo josha, condesita, usted siempre me cayó muy bien así que el tema no da ni para que polemice Jorge Dorio. Un saludo.
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