viernes, diciembre 23, 2011

Esta es la historia de un niño que era el preferido de su tía. Ella aun no tenía hijos y había adoptado al chiquilín en el afecto y la ternura. Lo cubrió de cariño, mimos y cucuruchos bañados en chocolate. Era su nene dilecto, su malcriadillo. Pero esa exclusividad tocó a su fin cuando tía y tío hicieron un encargo a Paris. Allí nacen los problemas -o el problema- para el pequeño que comenzó a columbrar el fin de aquel amor privilegiado. O en su defecto, una no querida repartija con la criatura que venía volando, colgado del pico de la cigueñita. Cuando al cabo de nueve meses nació el bebé de la tía, los familiares del que quedaría como primo mayor, que contaba con siete años, intentaron con los recursos más imaginativos, que no registrara odio o resentimiento hacia su primo nuevecito. El desolado niño, que siempre había sido de River, nada más difundirse la noticia del nacimiento del primogénito de su tía, pasó a decir que ahora era de Boca, solamente para joder, con el mero ánimo de contradecir. Una manera de informar claramente que estaba enojado con el mundo y por eso se hacía de Boca. Pongámoslo en contexto: esto se puede entender cuando hablamos de una familia casi totalmente integrada por simpatizantes de la gallina. Lo que se conoce como gallinas fundamentalistas. El tío corrió a comprarle al niño abandónico una camiseta de Boca para expresarle que sus deseos seguirían siendo concedidos aun con el advenimiento del nuevo ser, que el antes depositario de todas las carantoñas y complacencias, seguiría recibiendo aquellos torrentes de amor y consideración. Aunque ahora tuviera que compartirlos con su primito. ¡Ahí estaba la madre de Elbio Orrego! De amor a tiempo completo pasaba a amor a tiempo compartido. Una semana en Mar del Tuyú, en junio. El día del bautismo, al niño que tenía tristeza le acercaron el bebote para tomarles una foto conjunta. Lo que se pretendía era que el resentido, por la propia dinámica de la consanguinidad, sintiera que, por el simple hecho de tenerlo a upa comenzara a sentir afecto hacia ese parvulito. La foto se registró pero viérase el rostro de desdén del primo mayor, su incomodidad, por no decir su indignación. Pasaron los años y las cosas se acomodaron solas como sandías en un carro. Supo el rapaz enculado, más temprano que tarde, que el amor de la tía no provenía de un envase con contenido limitado sino de un manantial más abundante que un acuífero bajo el Amazonas. Hoy los primos se quieren mucho y comparten, entre otras afinidades, su fanatismo por River. Eso gracias a que el mayor de ellos finalmente recapacitó y renunció a su bosterismo exasperado. Obsérvese la foto de los primos, años después del nacimiento del bebote, allí hay amistad y conexión. Los primos hermanos, en menos que canta una gallina, fueron más hermanos que primos y aprendieron a compartir. En este caso, la corbata (ver foto).

miércoles, diciembre 14, 2011


¡NO TE LA CORTES!
(Warning: esta crónica contiene lenguaje explícito, expresiones soeces y palabras verdes)

¿Pero qué fue lo que pasó? –le pregunté a este hombre desesperado-.
-Nada, Yo le saqué una foto a mi esposa…
Así comenzó todo, eso fue el huevo de la serpiente, un hecho baladí y en apariencia intrascendente enciende la mecha, mecha corta, apenas unos milímetros para que llegue antes que rápido al núcleo de la bomba y ¡PPPPPUUUUMMMM!
Escuchemos el testimonio de este ciudadano, sentido pero sin lágrimas, de ojos llorosos pero de voz que no se quiebra. Y eso está bien porque me evita tener que ponerle la mano en el hombro y no saber qué decirle. Nunca se sabe qué decirle a un sufriente. Sería mejor aprender de los perros que, cuando te ven triste o deprimido, se sientan a tu lado y fingen dormir, pero cada dos minutos te miran a los ojos para comprobar si seguís penando. Se quedan junto a vos para que los acaricies cuando lo necesites y, si les acercas la cara, te lamen suavemente. Es el mejor consuelo. Las palabras no se necesitan. Como no las necesitaba este hombre, que sólo hablaba para quitarse la ponzoña del organismo, sin importarle mi presencia:
-Le estaba sacando una foto a mi señora con el celular nuevo. Y después quise hacer lo mismo con mi hijo. Pero el pendejo me dijo ¡salí! Y me manoteó el celular que se cayó al suelo. Le dije ¡Qué te pasa pendejo de mierda! Entonces me empujo y me tiró contra el sillón donde estaba su guitarra. Se la aplasté. Ahora no sirve ni para jugar a la paleta en la playa. ¡Para qué! me agarró del cuello y me empezó a pegar. Me estaba cagando a trompadas. No sabés el lomo que tiene el pendejo... Y enseguida se sumó mi otro hijo, el más chico, que tiene catorce años. Me pegaba y, como yo trataba de defenderme y contestar a sus golpes, me agarró desde atrás y me empezó a apretar el cuello y a asfixiarme, mientras el otro me seguía pegando. Yo estaba con el pucho en la boca, viste que fumo mucho. Entonces le acerque la lumbre al brazo que me acogotaba para que me soltara. Pero no lo quería quemar, te juro. Quería solamente que sintiera el calorcito en el brazo para que aflojara y yo me pudiera liberar. ¡Para qué! se unió mi esposa que me gritó: ¡Lo único que te faltaba, quemar a tu propio hijo! Y me pegó un cachetazo que me dejó medio boludo. Los pibes empezaron a reirse. Te la hago corta: agarré unas pocas cosas y me fui a la mierda. No me ven más el pelo esos hijos de puta. Levantarle la mano al padre, hay que tener coraje. Me fui a la casa de un amigo. Ahora se van a joder esos mierdas que lo único que hacen es sacarme guita y guita y guita. A los pendejos le daba a cada uno quinientos mangos por mes. ¡Minga ahora! Y a la hija de puta de mi esposa le pasaré como mucho unas tres lucas y si no le alcanza que salga a trabajar. Que se pele el culo como me lo pelo yo todos los días. Yo ahora no tengo más nada, no tengo familia, no tengo casa. El auto es mío porque me lo regaló mi vieja pero, como lo puse a nombre de la hija de puta de mi esposa, se lo voy a dejar y que se lo meta en el culo. Vamos a ver si consigue plata para ponerle nafta. No me importa más nada. Decí que ayer no tenía balas para la pistola que si no me pegaba un tiro y terminaba todo. No me quedó nada. Hasta el bigote me saqué (en efecto se había rasurado el mostacho) Y ahora voy a la peluquería a raparme. Lo único que me falta es cortarme la pija...
-¡No te la cortes!
(Nunca se sabe qué decirle a un sufriente. Me sentí un poco ridículo diciéndole ¡No te la cortés!)

viernes, diciembre 09, 2011

ORÍGENES DEL CATCH POR TELEVISIÓN

1) Hubo dos etapas perfectamente diferenciadas en la carrera de Martín Karadagián, el creador de Titanes en el Ring, programa de la televisión en el que hombres en calzoncillos, o disfrazados, competían en la disciplina deportiva conocida como catch. En la primera etapa lo encontramos como un luchador malo, conocedor de las peores artes, golpeador a traición y pésimo ser humano. Los niños no lo queríamos. La segunda era Martín cambió su personalidad y se transformó en un buen deportista, que subía al ring con su melena cana y su barba azabache repartiendo sonrisas y besos a los niños. Y luchaba con decencia y buenas armas.
2) Hubo un luchador que fue adorado por las multitudes, su nombre: Jean Pierre, el beatle francés, que siempre subía al ring mientras por los parlantes sonaba la canción 8 días a la semana de Los Beatles. El catcher galo, cabello largo cortado alla beatle, bailaba con estilo afeminado durante los minutos previos a la pelea. Luego peleaba con buen rendimiento y se permitía algunas pausas para seguir con la danza beatle. Se conoce que llevaba el baile en la sangre. Pero murió prematura y trágicamente. Los niños lo sentimos mucho.
3) Había un catcher que perdía siempre. Se llamaba Enrique Orchessi. En la revista de los Titanes en el ring, que comprábamos cada vez que podíamos apropiarnos de algún vuelto, una vez salió una nota con este eterno perdedor que rezaba: “Enrique Orchessi, un muchacho que promete” ¡Que promete qué! ¡Si pierde siempre!
4) Existía una modalidad llamada Lucha australiana que consistía en pelear en parejas. Dentro del ring combatían dos luchadores y cada uno tenía un coequiper que esperaba al borde, detrás de las cuerdas de goma, para relevarlo en caso de fatiga o inminencia de derrota del otro. Su intervención en la brega se oficializaba cuando con el compañero se tocaban las manos. Entonces, el que estaba adentro salía y el de afuera entraba. Pero muchas veces el luchador de adentro penaba lejos de las cuerdas mientras el oponente le retorcía la pierna como se hace con una hoja de diario que se usará como antorcha para encender el carbón. El de la pierna en tirabuzón luchaba desesperadamente para unir su mano a la de su salvador, que desde afuera estiraba la suya hasta límites tupacamarescos. Era muy dramático, créanmelo. Contarlo es fácil.
5) Había tres programas de catch: el más famoso es el que es motivo de esta monografía, luego venía uno que pasaban por el canal trece llamado Lucha libre y, por último, uno no tan visto, que transmitía Teleonce, denominado Demonios del catch. El comienzo de este programa era un video clip que mostraba al elenco de luchadores acercándose a la cámara mientras ensayaba poses amenazantes (como que te iban a cagar a patadas) La música de fondo era una especie de rap cantado por voces masculinas que repetían hasta la exasperación: catch, catch, demonios del catch, catch, catch, demonios del catch, catch, catch, demonios del catch. Este cantito, no sé por qué, aterraba a mi hermanito Alvaro (Alvarito), lo paralizaba de miedo, lo sumía en horrible canguelo. El chiquilín comenzaba a llorar de terror cada vez que se escuchaba el catch, catch, demonios del catch, catch, catch demonios del catch, etcétera. Yo utilizaba mucho este recurso cuando quería molestarlo. Y resultaba. El botija salía corriendo a los gritos. De más está decir que Alvarito al programa no lo veía nunca.
6) En la lucha australiana, a la que antes hemos aludido, solían ser compañeros Martín Karadagián y quien a la sazón era su hermano, El armenio Ararat. Había otro luchador que participaba acompañado por su hermano, se trata de Mister Chile (campeón chileno), de notables pectorales -técnicamente tetas y de las buenas- cuyo verdadero nombre era Charles Fica. Su hermano, que no tenía tan buenas performances ni tetas, y que perdía seguido, aunque no tanto como Enrique Orchessi, el muchacho que promete, se llamaba Joe Fica.
7) El elenco de Titanes en el ring fue contratado por las autoridades del colegio donde cursé mis estudios secundarios, con el fin de recaudar fondos para terminar el gimnasio cubierto. Fueron dos inolvidables veladas a estadio lleno, en el propio gimnasio, aun con piso de tierra y cuadrilátero hecho sobre cajones de naranja Bilz. Asistí las dos noches, y si hubiera habido una tercera también me encontrarían ahí, cerca del cuadrilátero, comiendo gofio. Gofio Titanes en el ring. Obvio.
8) Con mis hermanos jugábamos a Titanes en el ring y practicábamos las tomas que veíamos en el programa. Yo tenía una que me volvía invencible y que consistía en rodear el cuerpo del contrincante con las piernas, a la altura del estómago, unir los pies a la altura de la pantorrilla y apretar fuertemente hasta que, a un periquete de que las tripas le salieran por la boca, esto es, al borde de la muerte, el rival no tuviera otra alternativa que rendirse. Hoy llamaría a la toma La tijereta de la muerte pero no recuerdo si le di nombre en el tiempo en que la aplicaba. Cuando el oponente, en este caso mi hermano, Fernando (Ferni,luego Fito)) decía Me rindo, allí terminaba la lucha con la victoria del opresor, en este caso yo. Pero el muy ladino, cuando por fin era liberado, declaraba que no había dicho Me rindo, sino Mirinda, la marca de una afamada naranjada que ya no existe. De esa forma se anulaba la victoria y, así como mi hermano quedaba rojo por la inminente muerte por asfixia desbaratada, yo quedaba rojo de indignación porque estaba casi seguro que él había dicho Me rindo y no Mirinda. Pero no tenía forma de probarlo. Era mi palabra contra la suya. Entonces, en la siguiente vuelta, para que lo liberase de la tijereta de la muerte, él tenía que decir Me rindo pero no la naranjada.

viernes, diciembre 02, 2011


¡TIENE NOVIA!
Yo debería haber votado junto con la manada y me hubiera ahorrado problemas. Pero no. Decidí seguir los dictados de mi corazón y así me fue. Se votaba quién era la chica más linda del grado. Prácticamente a libro cerrado todos los varones eligieron a Marta García. Fui el único que voté a Amato. ¡Para qué! Mi mejor amigo y compañero de banco comenzó a cargarme apenas finalizado el escrutinio y continuó hasta la salida del colegio. En estos términos: ¡Amato, eeeh! ¡Se casa con Amato! ¡Ehhhhh! ¡Tiene novia! ¡Ehhhhh! Menos me molestaba la cargada que el hecho de que el agente movilizador fuese mi mejor amigo (y compañero de banco). Para colmo, mi mejor amigo era el más popular del grado, por lo que todos los compañeros se unieron a la befa: ¡Eeeeh, se casa con Amato! ¡Tiene novia! ¡Ehhhhhhhhh! Mi amigo se hizo cargo en exclusiva de la cargada cuando los alumnos se desconcentraron a la salida, previo Aurora, y olvidaron el asunto para comenzar a pensar en el café con leche y Piluso. Y me la siguió desde la vereda del colegio hasta el edificio que había nada más cruzar la calle. Junto a la puerta de entrada al palier había una bicicleta. Mi paciencia se agotó exactamente a la altura de la bicicleta. Empujé con fuerza a mi mejor amigo sobre el rodado y cayó violentamente al suelo, con todo y bicicleta. Se levantó sacudiéndose el guardapolvos y se fue callado; y quizás avergonzado. Lejos de sentirme reconfortado por la justicia de mi represalia, un desaliento profundo me ganó. A la inicial defraudación que supuso para mi ser cargado por mi mejor amigo (y además compañero de banco), se sumó el bochorno al que me expuso ante el grado entero. Y un posterior sentimiento de culpa por haberlo arrojado contra la bicicleta y provocar un aumento sustancial en la suciedad de su ya asqueroso guardapolvos. Todo con el extra de una especie de humillación que se le notaba en la cara cuando se levantó de arriba de la bicicleta volcada y salió de la escena en silencio. Ahora bien, ¿valía la pena mi votación a favor de Amato? ¿Se justificaba sufrir semejante escarnio por el insignificante gesto de optar por Amato en lugar de Marta García y el posterior corto-mano-corto-fierro con mi mejor amigo? Vamos, que la pregunta más pertinente y que va al origen de la reyerta, es ¿Era más linda Amato que Marta García? Bueno, se podría decir que la belleza de Marta García era típicamente argentina: morocha: ojos pardos, labios apetitosos, etcétera. Amato, por su parte, tenía los ojos rasgados, ligeramente achinados, lo que le agregaba, a una armonía más bien ordinaria, cierta sugestión no exenta de promesas pero para un futuro no tan próximo. Las dos estaban ahí, cabeza a cabeza. No se sacaban gran ventaja en lindeza y encanto. La explicación a mi decisión intrépida al emitir mi voto podría encontrar fundamentos en una reciente hepatitis de la que apenas me estaba recuperando. Pero eso debería ser materia de otro capítulo.
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