¡TIENE NOVIA!
Yo debería haber votado junto con la manada y me hubiera ahorrado problemas. Pero no. Decidí seguir los dictados de mi corazón y así me fue. Se votaba quién era la chica más linda del grado. Prácticamente a libro cerrado todos los varones eligieron a Marta García. Fui el único que voté a Amato. ¡Para qué! Mi mejor amigo y compañero de banco comenzó a cargarme apenas finalizado el escrutinio y continuó hasta la salida del colegio. En estos términos: ¡Amato, eeeh! ¡Se casa con Amato! ¡Ehhhhh! ¡Tiene novia! ¡Ehhhhh! Menos me molestaba la cargada que el hecho de que el agente movilizador fuese mi mejor amigo (y compañero de banco). Para colmo, mi mejor amigo era el más popular del grado, por lo que todos los compañeros se unieron a la befa: ¡Eeeeh, se casa con Amato! ¡Tiene novia! ¡Ehhhhhhhhh! Mi amigo se hizo cargo en exclusiva de la cargada cuando los alumnos se desconcentraron a la salida, previo Aurora, y olvidaron el asunto para comenzar a pensar en el café con leche y Piluso. Y me la siguió desde la vereda del colegio hasta el edificio que había nada más cruzar la calle. Junto a la puerta de entrada al palier había una bicicleta. Mi paciencia se agotó exactamente a la altura de la bicicleta. Empujé con fuerza a mi mejor amigo sobre el rodado y cayó violentamente al suelo, con todo y bicicleta. Se levantó sacudiéndose el guardapolvos y se fue callado; y quizás avergonzado. Lejos de sentirme reconfortado por la justicia de mi represalia, un desaliento profundo me ganó. A la inicial defraudación que supuso para mi ser cargado por mi mejor amigo (y además compañero de banco), se sumó el bochorno al que me expuso ante el grado entero. Y un posterior sentimiento de culpa por haberlo arrojado contra la bicicleta y provocar un aumento sustancial en la suciedad de su ya asqueroso guardapolvos. Todo con el extra de una especie de humillación que se le notaba en la cara cuando se levantó de arriba de la bicicleta volcada y salió de la escena en silencio. Ahora bien, ¿valía la pena mi votación a favor de Amato? ¿Se justificaba sufrir semejante escarnio por el insignificante gesto de optar por Amato en lugar de Marta García y el posterior corto-mano-corto-fierro con mi mejor amigo? Vamos, que la pregunta más pertinente y que va al origen de la reyerta, es ¿Era más linda Amato que Marta García? Bueno, se podría decir que la belleza de Marta García era típicamente argentina: morocha: ojos pardos, labios apetitosos, etcétera. Amato, por su parte, tenía los ojos rasgados, ligeramente achinados, lo que le agregaba, a una armonía más bien ordinaria, cierta sugestión no exenta de promesas pero para un futuro no tan próximo. Las dos estaban ahí, cabeza a cabeza. No se sacaban gran ventaja en lindeza y encanto. La explicación a mi decisión intrépida al emitir mi voto podría encontrar fundamentos en una reciente hepatitis de la que apenas me estaba recuperando. Pero eso debería ser materia de otro capítulo.
2 Comments:
pone fotos de las namis y te decimos...
están a la vista
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