EL PETIRROJO DE SUSANA
Susana vive en Villa La Angostura. Tiene una linda casa con parque. Allí, el trabajo de jardinería se hace de muy distinta manera que en nuestros jardines de verdores imperecederos -que contradicen lo afirmado por Eduardo Mallea de que todo verdor perecerá-. Por aquí, en nuestras privilegiadas comarcas, se corta el pasto perlado por el rocío mañanero o se plantan petunias y alverjillas de policromía multicolor, como decía José María Muñoz. Allá, en el sur, en cambio, se trabaja para restablecer el verde, que hoy está debajo de ese gris ceniciento que supiera expulsar el volcán chileno, odiado Vesubio del subdesarrollo. Así, los patagónicos logran con mucho esfuerzo y cinturas adoloridas, que las plantas vuelvan a vivir y que también puedan hacerlo los pájaros que tanto dependen de bichos y lombrices para su colación diaria. Como el petirrojo de la foto, de ligero parecido a De Narvaez, al que se observa picoteando el árbol, lo que produce un molesto poc, poc, poc. Pero ese poc, poc, poc supone la más maravillosa música por su significado profundo, que puede traducirse en ¡Vuelve la vida! (¡Puta que vale la pena estar vivo! diría el actor Héctor Alterio en una película) El sonido, que producido por el martilleo del vecino sobre una tabla, es cumbia villera, en el picoteo intenso del petirrojo sobre el árbol es Los Beatles (El Álbum Blanco, si se quisiera ser más preciso). Así son los milagros de la percepción. Milagro como transformar a Kosovo, como le llaman los habitantes de la villa, en un vergel, como lo que era antes de la erupción. La Villa es como una primorosa maqueta a la que alguien superior (no necesariamente bueno) cubrió con un manto gris. Como cuando vamos a hacer un largo viaje y tapamos con frazadas los muebles. Y los muebles (plantas, comercios, turismo), si se cubren, es porque durante un tiempo no se los va a usar. Bueno, ahora se trata de quitar esas frazadas grises que durante un tiempo cubrieron la vida. El petirrojo lo estaba esperando.
Foto: Susy.
Susana vive en Villa La Angostura. Tiene una linda casa con parque. Allí, el trabajo de jardinería se hace de muy distinta manera que en nuestros jardines de verdores imperecederos -que contradicen lo afirmado por Eduardo Mallea de que todo verdor perecerá-. Por aquí, en nuestras privilegiadas comarcas, se corta el pasto perlado por el rocío mañanero o se plantan petunias y alverjillas de policromía multicolor, como decía José María Muñoz. Allá, en el sur, en cambio, se trabaja para restablecer el verde, que hoy está debajo de ese gris ceniciento que supiera expulsar el volcán chileno, odiado Vesubio del subdesarrollo. Así, los patagónicos logran con mucho esfuerzo y cinturas adoloridas, que las plantas vuelvan a vivir y que también puedan hacerlo los pájaros que tanto dependen de bichos y lombrices para su colación diaria. Como el petirrojo de la foto, de ligero parecido a De Narvaez, al que se observa picoteando el árbol, lo que produce un molesto poc, poc, poc. Pero ese poc, poc, poc supone la más maravillosa música por su significado profundo, que puede traducirse en ¡Vuelve la vida! (¡Puta que vale la pena estar vivo! diría el actor Héctor Alterio en una película) El sonido, que producido por el martilleo del vecino sobre una tabla, es cumbia villera, en el picoteo intenso del petirrojo sobre el árbol es Los Beatles (El Álbum Blanco, si se quisiera ser más preciso). Así son los milagros de la percepción. Milagro como transformar a Kosovo, como le llaman los habitantes de la villa, en un vergel, como lo que era antes de la erupción. La Villa es como una primorosa maqueta a la que alguien superior (no necesariamente bueno) cubrió con un manto gris. Como cuando vamos a hacer un largo viaje y tapamos con frazadas los muebles. Y los muebles (plantas, comercios, turismo), si se cubren, es porque durante un tiempo no se los va a usar. Bueno, ahora se trata de quitar esas frazadas grises que durante un tiempo cubrieron la vida. El petirrojo lo estaba esperando.
Foto: Susy.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home