INSPIRING
Hay autores de la literatura que, entre otras virtudes, inspiran a aquellos que tienen como pasatiempo la escritura, ya sea de de papeles cuanto de pantallas. Es el caso del cubano Guillermo Cabrera Infante quien, a cada línea que leo de su La Habana para un Infante Difunto, me provoca un ansia impostergable de expresarme. Así ocurre cuando cuenta esas anécdotas intrascendentes que yo también sé atesorar en abundosos yacimientos de mi caletre. Porque ¡vamos! mi vida puede ser bien intrascendente pero esa intrascendencia es un forúnculo que supura a todo el tiempo anécdotas (intrascendentes). Escuchaba o leía -ya se verá que, para el caso es casi lo mismo- un capítulo de sus memorias que llamó, como he adelantado, La Habana para un Infante Difunto. Este título es uno de sus innumerables juegos de palabras que esta vez toma prestado del compositor Ravel, quien alguna vez creó una pieza para piano que tituló Pavana para una infanta difunta. Esta creación fue grabada por el músico argentino Pedrito Aznar y fue una versión bastante respetable de la que es quizás una de las melodías más tristes que podrían ayudarte a llorar si eso es lo que pretendes. También se refiere el escritor cubano, ya lamentablemente fallecido, a La Plus que lente. Es en un capítulo que denomina precisamente La Plus que lente. La plus que lente es el nombre de una obra de Debussy que, gracias a la ayuda de youtube, me ayudó a disfrutar aun más de la lectura. Es muy simple. Uno escribe en el casillerito rectangular de youtube “La Plus que lente Debussy” y te aparece la canción en menos de lo que canta un deportivo morón. Entonces la escuché mientras leía el capítulo de La Habana para un Infante difunto llamado La Plus que lente. Así nació una experiencia audiovisual. Y ese doble juego oído-visión me resultó tan inspirador que por poco no arrojo el libro en cualquier parte de la estancia. En la página 72 Guillermo nos cuenta que una mujer que amaba se refirió a él como un hombre bajito, como si ése fuera el único punto de conocimiento. Y me acordé (ahí va lo de lectura inspiradora) de una mujer hermosa que había compartido estudios conmigo hace como veinte años y a quien localicé por teléfono recientemente por motivos profesionales. Esta divina preciosura no se acordaba de mí pero sí de otro compañero que siempre estaba conmigo. Nunca me recordó por más que le aporté más datos míos que a la federal. Mientras que la dama de Cabrera Infante se acordaba de él por su condición de petiso, la mía lo único que recordaba de mí era a mi amigo. Recurro a las palabras que utiliza Cabrera Infante ante ese triste incidente: Fiasco, fracaso, derrota total.
Los norteamericanos, especialmente, usan mucho la expresión inspiring. Inspiradora o inspirador para los criollos. Y a fuerza de su abuso ya no se les cree demasiado, especialmente en las entregas de los Oscars. Pero inspirador es una buena palabra si se la utiliza con medida y sin abusar.
Hay autores de la literatura que, entre otras virtudes, inspiran a aquellos que tienen como pasatiempo la escritura, ya sea de de papeles cuanto de pantallas. Es el caso del cubano Guillermo Cabrera Infante quien, a cada línea que leo de su La Habana para un Infante Difunto, me provoca un ansia impostergable de expresarme. Así ocurre cuando cuenta esas anécdotas intrascendentes que yo también sé atesorar en abundosos yacimientos de mi caletre. Porque ¡vamos! mi vida puede ser bien intrascendente pero esa intrascendencia es un forúnculo que supura a todo el tiempo anécdotas (intrascendentes). Escuchaba o leía -ya se verá que, para el caso es casi lo mismo- un capítulo de sus memorias que llamó, como he adelantado, La Habana para un Infante Difunto. Este título es uno de sus innumerables juegos de palabras que esta vez toma prestado del compositor Ravel, quien alguna vez creó una pieza para piano que tituló Pavana para una infanta difunta. Esta creación fue grabada por el músico argentino Pedrito Aznar y fue una versión bastante respetable de la que es quizás una de las melodías más tristes que podrían ayudarte a llorar si eso es lo que pretendes. También se refiere el escritor cubano, ya lamentablemente fallecido, a La Plus que lente. Es en un capítulo que denomina precisamente La Plus que lente. La plus que lente es el nombre de una obra de Debussy que, gracias a la ayuda de youtube, me ayudó a disfrutar aun más de la lectura. Es muy simple. Uno escribe en el casillerito rectangular de youtube “La Plus que lente Debussy” y te aparece la canción en menos de lo que canta un deportivo morón. Entonces la escuché mientras leía el capítulo de La Habana para un Infante difunto llamado La Plus que lente. Así nació una experiencia audiovisual. Y ese doble juego oído-visión me resultó tan inspirador que por poco no arrojo el libro en cualquier parte de la estancia. En la página 72 Guillermo nos cuenta que una mujer que amaba se refirió a él como un hombre bajito, como si ése fuera el único punto de conocimiento. Y me acordé (ahí va lo de lectura inspiradora) de una mujer hermosa que había compartido estudios conmigo hace como veinte años y a quien localicé por teléfono recientemente por motivos profesionales. Esta divina preciosura no se acordaba de mí pero sí de otro compañero que siempre estaba conmigo. Nunca me recordó por más que le aporté más datos míos que a la federal. Mientras que la dama de Cabrera Infante se acordaba de él por su condición de petiso, la mía lo único que recordaba de mí era a mi amigo. Recurro a las palabras que utiliza Cabrera Infante ante ese triste incidente: Fiasco, fracaso, derrota total.
Los norteamericanos, especialmente, usan mucho la expresión inspiring. Inspiradora o inspirador para los criollos. Y a fuerza de su abuso ya no se les cree demasiado, especialmente en las entregas de los Oscars. Pero inspirador es una buena palabra si se la utiliza con medida y sin abusar.
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