jueves, octubre 27, 2011

PELOTUDO
La señora que limpia la oficina donde trabajo estuvo varios días sin venir a cumplir sus funciones. Cuando se reintegró me informó que su larga ausencia se había debido a una enfermedad que la mantuvo postrada en su casa. Ya reincorporada me contó que recién ese día le había comentado a mi compañera de trabajo lo de su enfermedad. Habrá sido unos diez días después de su retorno y comunicó su ya superado padecimiento al domicilio de mi compañera que gozaba de una licencia. Fue a través de un mensaje de texto emitido por el teléfono celular de la empleada. La contestación de mi compañera, por el mismo medio, constituye no sólo el núcleo de la presente entrada, sino que también fue el origen de una desagradable extrañeza y posterior fuente de dudas en orden a determinar los pasos a seguir ante una situación cuya ocurrencia no es habitual en la vida social de las personas. A esta compañera de trabajo hasta aquí yo la consideraba una amiga, con esa amistad que se sedimenta a lo largo de las horas de trabajo compartidas. Por lo menos estaba a un par de niveles por sobre la categoría de compañera porque me invitaba a las comuniones de sus hijos y a los cumpleaños. Me hacía incluso participar de reuniones donde la selección de los convidados era rigurosa debido a las limitaciones económicas que sufre buena parte de la población. La señora de la limpieza me relató que, cuando le envió el mensaje a mi compañera, donde la imponía de su extensa afección, ella le contestó por el mismo medio: El pelotudo no me avisó. El pelotudo venía a ser yo. Y por si yo dudara de los dichos de la mucama me mostró el mensaje directamente desde la pantalla de su celular: “No sabía nada el pelotudo no me avisó.” Bien, ahora yo sé que para mi compañera soy El Pelotudo, ¿Qué hacer? La madurez y la templanza recomiendan olvidar el asunto y no hacer nunca mención de él. Pero mi dolor y defraudación me impide olvidar y me conmina a sacrificar a la señora de la limpieza en pos de que mi compañera aprenda de una vez para siempre que para las ofensas es menester, antes o después, comprar un bono por el que se paga un costo importante. Que entienda que las ofensas no se regalan. Que ni con un plan del gobierno que se llame Ofensas para todos, podrán obtenerse ofensas gratuitas. ¿Qué hacer, entonces? ¿Busco una reparación? No, ninguna reparación. ¿Un pedido de disculpas? Menos. La única reparación sería su vergüenza. ¿Por qué me cree El Pelotudo? ¿No será que todos los humanos convivimos en la impostura y consideramos pelotudos a la mayoría de nuestros prójimos? Mi compañera, en esta emergencia, tuvo su propio wikileaks. Se filtró una información que ella jamás hubiese querido que llegase a mi conocimiento. Y quedó expuesta. De la misma forma que quedaron expuestos los políticos argentinos que le fueron a llorar a la embajada norteamericana. Aunque yo optase por la opción a (la de la madurez y la templanza) y decidiera hacer de cuenta que nunca me enteré, mi actitud hacia ella indefectiblemente cambiaría, aunque no interviniera mi voluntad. Y a cada momento se haría más ostensible esa mutación. Porque ¿Qué sentido tendría permanecer ante ella con esa coraza que todos nos colocamos para participar en la sociedad y no estar fuera del sistema? Esa coraza que nos sociabiliza, ese gesto afable que es como un yelmo que nos hacen más tolerables allí en el mundo exterior. Educación, cordialidad, amabilidad: todo coraza, tengalo todo yelmo. Digámoslo de una buena vez: somos todo coraza y yelmo. ¿Para qué poner en movimiento ahora, ante este nuevo escenario, todos esos mecanismos? Insisto, aunque mi actitud no cambiara de manera deliberada sé que se relajarían todos los resortes que me hacen esta persona encantadora que soy. ¿Para qué, en fin, seguir manteniendo ese esforzado artificio ante una persona que me considera El Pelotudo? Guarda, ahí viene
-Hola, Julito…
-Hola, M. Buen dí… ¡Uy! ¡se me cayó el café sobre el contrato que habías preparado para hoy! ¡Todas las hojas embadurnadas con la negra infusión!
-¡Oh Dios! ¡No! ¡¡Sos un pelotudo!!

8 Comments:

Blogger bonito lunch said...

que desfachatez!

5:19 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

si se pierde el respeto se pierde todo

6:08 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

la hermosa fotografía que se observa -antigua, si las hay- cómo se relaciona con el relato de "deslealtad consumada"de su compañera de trabajo?

8:33 p. m.  
Blogger bonito lunch said...

en esa foto esta mi mama.

6:00 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

es una foto clásica de una reunión de compañeros de oficina y las personas con un círculo rojo son los supuestos involucrados en un incidente similar. O por lo menos así lo sugieren las caras de los que caprichosamente involucré. En efecto, en esa foto está la madre de Bonito Lunch pero es totalmente ajena al episodio.

7:24 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Ah..muy linda será su mamá porque las damas que se observan lo son y el look de los años 40/50 hermoso. labios rojos, sombreros y ellos de riguroso traje.

8:46 a. m.  
Blogger Roedor said...

¿Vio que al final M. tenía razón?

3:31 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

No estaba en juego la certeza del aserto.

5:07 p. m.  

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