"...una vez ejecutados pequeños arreglos, una pintutita por acá, unas plantitas por allá..."
EL TRISTE OCASO MENTAL DE MI CONSUEGRO
Dice Arizmendis:
Andá a la casa del imbécil de Martínez Aizpirtúa y convencelo de que tiene que venir hoy a las ocho a firmar el boleto de la compra de la casita de G. Perelló. Que se bañe y se ponga el traje.
Le pregunto:
¿Por qué convencerlo?
Contesta él:
Porque dice que no va a firmar nada. Ese tipo cada día está más loco y para colmo la hija lo melonea para que no firme nada.
Martínez Aizpirtúa es el testaferro de la inmobiliaria Arizmendis, esto es, la persona que firma los boletos y escrituras de las casas que compra Arizmendis cuando están baratas y luego las vende, una vez ejecutados pequeños arreglos, una pinturita por acá, unas plantitas por allá, una cerámica vistosa en el baño, todo como para darle más vista, y a un precio sensiblemente superior, si se puede hablar de sensible cuando nos referimos a la plata. Remito a la lectura del capítulo El Testaferro del 29 de Setiembre de 2006 en la seguridad de que la pasarán de órdago.
-¿No se lo puede llamar por teléfono? –le pregunté al patrón-
-Tenés que convencerlo vos que sos el consuegro. Cuando le hablé me dijo cualquier estupidez. La hija dice que se la pasa todo el tiempo frente al televisor diciendo y cantando incoherencias.
El testaferro es el padre de la novia de mi hijo. Ella, la jovencita, hermosa y bien dotada representante de lo más valioso de la condición femenina, duda de mí todavía, a pesar de las seguridades que le dio Matías, mi muchacho, en orden a que yo no tengo nada que ver con los negocios del martillero que compra casas y departamentos aprovechándose de la ruina de los indefensos vendedores, que se ven obligados a desprenderse de sus bienes a precios de oportunidad. La hija tan bonita y el padre mismos pasan ahora por una preocupante situación que los tiene con la casa embargada y, posiblemente, se vean obligados próximamente a venderla a precio vil.
Ya llegué a lo de Martínez Aizpirtúa, que está sentado frente a la tele con un control remoto en la mano mientras su hija, con una remera que pone de manifiesto sus excelencias mamarias, parece querer actuar como cancerbera de su tata para que yo (¡Yo, que soy un pan de Dios Filiberto!) no lo perjudique. La chica me advierte que no voy a conseguir nada, que su papá en estos días, según le dijo el médico de la asistencia pública, sufre una grave regresión.
-¿Se acuerda de mí? –le pregunto al testaferro, a sabiendas de que esa clase de preguntas siempre revela una consideración atenuada hacia uno-.
-Me acuerdo de usted pero de lo que no me acuerdo es de la cancha de bochas. Nena, esta noche quiero comer escalopes a la veneciana, cuatro treinta cada uno.
Una leve tonadilla acompañó a escalopes a la veneciana cuatro treinta cada uno.
-Vengo a pedirle -le dije- que hoy vaya a la inmobiliaria a firmar un boleto porque se vendió la casa de G. Perelló.
-Este tipo está loco, parece loco o qué le pasa. No lo quiero ni ver a ese Arizmendis -dijo sin mirarme-.
-Bueno, pero quédese tranquilo que el tema lo voy a manejar yo.
-Para manejar le conviene ir a Academias Lamela. Academias Lamela le brinda, más confianza en el manejo –dijo cantando Martínez Aizpirtúa-.
-Nena, servile un té al señor… Los chinitos toman té Ibala, los chinitos toman té Ibala, qué lico, lico, lico, lico té.
Esta última parte también fue cantada y un inmenso signo de interrogación comenzó a cernirse sobre mí como globo aerostático. Mi futura nuera no tardó en traer la infusión y, cuando se agachó para alcanzarme la taza, se evidenciaron los aspectos más destacados de su hermosura argentina.
-Nena, se te nota el Opomedex –dijo Martínez Aizpirtúa, que había notado lo mismo que yo pero con ojos de páter-. Se te nota el Opomedex la alegría de vivir (cantado) Estás usando la ropa muy ajustada, nena. ¿Qué talle usás, nena? Uso talle Reducín ¿Qué talle usás, nena? Uso talle Reducín. (también cantado)
-Papá, basta –dijo la novia de mi Mati, muy alterada-. Julio, vos te das cuenta de que mi viejo no está bien. No puede firmar nada.
-Nena, me siento un kilo y dos pancitos, lo que no quiero es que me tomen por tarado, yo soy tarado pero soltero. Hasta ahora aguanté porque Mike Provolone tiene un aguante… ¿Pero, para qué ir si no me van a pagar nada por “mi casa”? Ni siquiera me dieron la llave y la llave está en Lavalle 1569 (cantado en ritmo de vals).
Alude el pobre, cuando menciona que no le van a pagar nada por su casa -y remarcó con su voz mi casa de una manera que en el papiro se puede leer entre comillas, por eso es que lo encomillé prematuramente-, al trato injusto que tiene con Arizmendis según el cual recibe doscientos cincuenta pesos en cada oportunidad en que firma en su condición de testaferro el boleto de compra de un inmueble pero no le “corresponde” nada cuando suscribe el documento de venta y posterior escritura-.
-Bueno, Martínez, yo voy a hablar con Arizmendis para que le pague –le prometí-.
-No me mientas Bertolotti…
-Crea en mí. Si usted no va a la firma, Arizmendis va a tener problemas...
-Bueno, si tiene algún problema véalo a Martín. Nena, este té está asqueroso, mejor traé café, pero que sea La Morenita de sabor tropical y rendimiento quilométrico.
-No tenemos café, papá.
-Señor Martínez Aizpirtúa…
-Mire, Julio, yo tengo mucha paciencia, tengo un swing que da pomelo, es más, yo soy un tubi que andaba solo en una ciudad desierta (esta parte también la dijo cantando), pero me siento mal, me duele el pecho y la espalda y usted bien sabe que, entre pecho y espalda, pastillas Valda. Necesito dormir, preferentemente en un Gicovate. Muebles-cama Gicovate, le dará confort y un soñar feliz.
Martínez Aizpirtúa también cantó a partir de muebles-cama Gicovate. Cuando concluyó la entonación afinada del prestanombre, se levantó y se retiró, posiblemente a su dormitorio.
Andá a la casa del imbécil de Martínez Aizpirtúa y convencelo de que tiene que venir hoy a las ocho a firmar el boleto de la compra de la casita de G. Perelló. Que se bañe y se ponga el traje.
Le pregunto:
¿Por qué convencerlo?
Contesta él:
Porque dice que no va a firmar nada. Ese tipo cada día está más loco y para colmo la hija lo melonea para que no firme nada.
Martínez Aizpirtúa es el testaferro de la inmobiliaria Arizmendis, esto es, la persona que firma los boletos y escrituras de las casas que compra Arizmendis cuando están baratas y luego las vende, una vez ejecutados pequeños arreglos, una pinturita por acá, unas plantitas por allá, una cerámica vistosa en el baño, todo como para darle más vista, y a un precio sensiblemente superior, si se puede hablar de sensible cuando nos referimos a la plata. Remito a la lectura del capítulo El Testaferro del 29 de Setiembre de 2006 en la seguridad de que la pasarán de órdago.
-¿No se lo puede llamar por teléfono? –le pregunté al patrón-
-Tenés que convencerlo vos que sos el consuegro. Cuando le hablé me dijo cualquier estupidez. La hija dice que se la pasa todo el tiempo frente al televisor diciendo y cantando incoherencias.
El testaferro es el padre de la novia de mi hijo. Ella, la jovencita, hermosa y bien dotada representante de lo más valioso de la condición femenina, duda de mí todavía, a pesar de las seguridades que le dio Matías, mi muchacho, en orden a que yo no tengo nada que ver con los negocios del martillero que compra casas y departamentos aprovechándose de la ruina de los indefensos vendedores, que se ven obligados a desprenderse de sus bienes a precios de oportunidad. La hija tan bonita y el padre mismos pasan ahora por una preocupante situación que los tiene con la casa embargada y, posiblemente, se vean obligados próximamente a venderla a precio vil.
Ya llegué a lo de Martínez Aizpirtúa, que está sentado frente a la tele con un control remoto en la mano mientras su hija, con una remera que pone de manifiesto sus excelencias mamarias, parece querer actuar como cancerbera de su tata para que yo (¡Yo, que soy un pan de Dios Filiberto!) no lo perjudique. La chica me advierte que no voy a conseguir nada, que su papá en estos días, según le dijo el médico de la asistencia pública, sufre una grave regresión.
-¿Se acuerda de mí? –le pregunto al testaferro, a sabiendas de que esa clase de preguntas siempre revela una consideración atenuada hacia uno-.
-Me acuerdo de usted pero de lo que no me acuerdo es de la cancha de bochas. Nena, esta noche quiero comer escalopes a la veneciana, cuatro treinta cada uno.
Una leve tonadilla acompañó a escalopes a la veneciana cuatro treinta cada uno.
-Vengo a pedirle -le dije- que hoy vaya a la inmobiliaria a firmar un boleto porque se vendió la casa de G. Perelló.
-Este tipo está loco, parece loco o qué le pasa. No lo quiero ni ver a ese Arizmendis -dijo sin mirarme-.
-Bueno, pero quédese tranquilo que el tema lo voy a manejar yo.
-Para manejar le conviene ir a Academias Lamela. Academias Lamela le brinda, más confianza en el manejo –dijo cantando Martínez Aizpirtúa-.
-Nena, servile un té al señor… Los chinitos toman té Ibala, los chinitos toman té Ibala, qué lico, lico, lico, lico té.
Esta última parte también fue cantada y un inmenso signo de interrogación comenzó a cernirse sobre mí como globo aerostático. Mi futura nuera no tardó en traer la infusión y, cuando se agachó para alcanzarme la taza, se evidenciaron los aspectos más destacados de su hermosura argentina.
-Nena, se te nota el Opomedex –dijo Martínez Aizpirtúa, que había notado lo mismo que yo pero con ojos de páter-. Se te nota el Opomedex la alegría de vivir (cantado) Estás usando la ropa muy ajustada, nena. ¿Qué talle usás, nena? Uso talle Reducín ¿Qué talle usás, nena? Uso talle Reducín. (también cantado)
-Papá, basta –dijo la novia de mi Mati, muy alterada-. Julio, vos te das cuenta de que mi viejo no está bien. No puede firmar nada.
-Nena, me siento un kilo y dos pancitos, lo que no quiero es que me tomen por tarado, yo soy tarado pero soltero. Hasta ahora aguanté porque Mike Provolone tiene un aguante… ¿Pero, para qué ir si no me van a pagar nada por “mi casa”? Ni siquiera me dieron la llave y la llave está en Lavalle 1569 (cantado en ritmo de vals).
Alude el pobre, cuando menciona que no le van a pagar nada por su casa -y remarcó con su voz mi casa de una manera que en el papiro se puede leer entre comillas, por eso es que lo encomillé prematuramente-, al trato injusto que tiene con Arizmendis según el cual recibe doscientos cincuenta pesos en cada oportunidad en que firma en su condición de testaferro el boleto de compra de un inmueble pero no le “corresponde” nada cuando suscribe el documento de venta y posterior escritura-.
-Bueno, Martínez, yo voy a hablar con Arizmendis para que le pague –le prometí-.
-No me mientas Bertolotti…
-Crea en mí. Si usted no va a la firma, Arizmendis va a tener problemas...
-Bueno, si tiene algún problema véalo a Martín. Nena, este té está asqueroso, mejor traé café, pero que sea La Morenita de sabor tropical y rendimiento quilométrico.
-No tenemos café, papá.
-Señor Martínez Aizpirtúa…
-Mire, Julio, yo tengo mucha paciencia, tengo un swing que da pomelo, es más, yo soy un tubi que andaba solo en una ciudad desierta (esta parte también la dijo cantando), pero me siento mal, me duele el pecho y la espalda y usted bien sabe que, entre pecho y espalda, pastillas Valda. Necesito dormir, preferentemente en un Gicovate. Muebles-cama Gicovate, le dará confort y un soñar feliz.
Martínez Aizpirtúa también cantó a partir de muebles-cama Gicovate. Cuando concluyó la entonación afinada del prestanombre, se levantó y se retiró, posiblemente a su dormitorio.
12 Comments:
En "All that jazz" luego de la coreografía hot "aerotica", uno de los productores se agarra la cabeza y dice "Con esto perdimos al público de familias".
Análogamente, Julito, y salvando las distancias obvias, Usté perdió a los lectores sub-40.
Muy gracioso, de todos modos.
Va a tener que postear con el caño.
que era el opomedex?
Creo que era una especie de medicamento energizante pero no estoy seguro. Gracias al jingle se creó un dicho muy popular en mi época. Por ejemplo, cuando a una mujer se le desprendía algún botón de la blusa y se le veía un poquito de los pechos, se le solía decir "se te nota el Opomedex"
!Eramos unos vivos bárbaros!
Mi viejo decía (no sé como se escribe, pero sonaba mas o menos así):
"se te vé el INDIFRUNDITISHEGUEN"
o
"lavate el INDIFRUNDITISHEGUEN"
o
"tocate el INDIFRUNDITISHEGUEN"
...alguien sabe de dónde salió eso???
Era una frase en alemán que decía un jubilado de esa nacionalidad en un sketch del programa La Tuerca. El sketch se llamaba Los Jubilados y era sobre unos viejitos que, sentados en el banco de una plaza, conversaban de todo. Uno de ellos era el Pato Carret que contaba cosas de su hija, que era bastante atorrantita, sin saber él que lo era. Decía por ejemplo: mi nena tuvo que quedarse toda la noche a trabajar porque su jefe se lo pidió y ella es tan responsable... Entonces el alemán, que era Vicente Rubino, decía, por ejemplo: "Claro, su nena se quedó toda la noche con su jefe para indifrundidisheguen". Humor ingenuo, pero el país lo veía y después, como tu viejo, todo el mundo usaba las frases de la tele.
jejejejeje, gracias Julito; una auténtica biblioteca.
Abrazo
OPOMEDEX era un laxante intestinal, me llamo Norberto, 55 años
Yo me acordaba del jingle pero no de qué era el producto. Yo también soy del 53, Norbertito. Un abrazo.
Julio, te acordas de las galochas? y del alumni con la clave? o de palermo "la rosa", ja,ja. Norberto de nuevo
otra vez Norberto (estoy molesto, no?) Si su piloto no es aguamar, no es impermeable le puedo asegurar, si su piloto es impermeable, es piloto aguamar. casa muñoz, casa muñoz, donde un peso vale dooooos, caaaasa muuuuñoz. INFORMO LA VOZ DEL ESTADIO.
las galochas mi vieja me obligaba a ponèrrmelas los dìas de lluvia y yo me las sacaba al entrar a la escuela porque mis compañeros me cargaban. Y de la cancha me acuerdo hasta del que vendìa los chuenga.
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