El colorado Strugla llega a los camarines con una noticia desgarradora: no viene a jugar el negro, su hermano. Creo haber mencionado que los hermanos Strugla son dos, uno pelirrojo y el otro morochazo, por eso se los conoce popularmente como los hermanos Ñuls. Nuestro amigo descerrajó esa deprimente novedad lo cual dio origen a apurados corrillos y tensas conversaciones. Que qué vamos a hacer, que estamos en el horno, que cagamos la fruta. Esta clase de dichos, claro está, suele salir de la boca de los más pusilánimes.
El colorado refiere la causa de la ausencia de nuestra estrella, al menos, si no estrella, el jugador del equipo de A.F.A.P. que la viene metiendo seguido en el arco contrario, trabajo tan complicado en estos tiempos de vacas flacas y prohibición de exportarlas. Recordemos aquel aserto, hace no tanto tiempo, que siempre egresaba de la boca de algunos de los muchachos más negativos:
nolehacemungolanadie.
Hoy en día el negro Strugla no está entre nosotros y su hermano, como vocero oficioso, nos debe una explicación:
-Mi hermano jugó el sábado pasado, que nosotros no jugamos porque llovió ¿se acuerdan? –pregunta el colo-.
-¡Si, dale!
-Y no lo echaron.
-¡Cómo que no echaron, si lo echan siempre!
-Tómó por error una pastilla.
Todo esto ocurría, dijimos, dentro del vestuario mientras nos cambiábamos, nos vendábamos y nos untábamos con el aceite que compartimos con nuestros hermanos, los equinos. Aquellos que estábamos más próximos al colorado Strugla debimos interrumpir nuestros asuntos ante tan hermética declaración del hermano de nuestro crack.
-Resulta que mi hermano toma una pastilla para la presión ¿no?, pero no va y el forro se equivoca y agarra una pastilla de las que toma mi cuñada para los nervios, que está medio loca, la pobre.
-¡Y eso qué tiene que ver! –preguntaron los más impacientes-.
-A mi hermano lo echan siempre de casi todos los partidos porque se calienta con los rivales y, como los rivales lo saben, lo buscan siempre para que se caliente. El sábado pasado lo forrearon mal, como siempre , pero el boludo se había clavado por error una de las falopas que toma mi cuñada para que no le agarren los ataques -porque la chabona está medio chapa-. Así que lo puteaban y el sonreía, lo escupían y él se sorbía la escupida, le decían que la esposa, en ese momento, estaba portándose para el culo, y él como si nada. Bueno, total que no lo echaron. Y, como no lo echaron, tampoco lo suspendieron. Ahora debe estar jugando para el otro equipo y nosotros, sin el negro, y sin él...
nolehacemungolanadie.
Silencio en el vestuario, caras de tribulación, quizás así pone las caras Mariano Tríbulo, no lo sabemos. A medida que llegaban los jugadores más demorados y veían los rostros de consternación, alguien les explicaba lo que sucedía:
-No viene el negro Strugla.
-¡Por qué!
-Tomó la pastilla equivocada.
-¡Qué! ¿Hay control antidoping?
-No, boludo, es una larga historia y no tengo tiempo para contártela porque hay que firmar la planilla.
El técnico, señor Rolón, su hombro apoyado displicentemente en la superficie abollada de un locker, escucha como distante. Es él quien debe tomar las riendas en la hora de las decisiones.
-Bueno, ya está. Si no viene el negro, no viene –dice el entrenador con una lógica elemental-. No es la primera vez que jugamos sin él. Con él ganamos, pero también perdimos, y sin él perdimos, pero también ganamos.
Todos volvieron a lo suyo. No podemos afirmar que Máximo estuviera hablando estupideces, pero esta clase de retruécanos invita a no tomarlos demasiado en serio, cuando no a la chirigota, o bien, a la cuchufleta. Pero ahora era imprescindible hacer el calentamiento previo, tarea de vital trascendencia para despertar a esos músculos longevos de las personas que nacieron cuando Perón gobernaba el país por segunda vez.
Hice un paneo general, una mirada a izquierda y a derecha, como una cámara de video de banco serio. Capturé con mis ojillos avizores al peludo Rodríguez. A manera de metáfora afirmo que un hilito de baba egresaba de uno de sus intersticios. Era su oportunidad. Volver a jugar desde el inicio. Participar del abrazo previo en el momento en que los titulares se transfunden energía, se piden huevos, se dicen no te la morfes pelotudo, se dan besitos viriles.
-Bueno... –introdujo Máximo Rolón- La línea de cuatro es la de siempre...
Y nombró a la zaga, excluyendo a Santiago Carlucci, que no tenía demasiadas esperanzas. Eso me parece porque, cuando el técnico anunció la formación, Santiago estaba llenando el bidón de agua, haciéndose el que no escuchaba, como al desgaire.
-Y arriba van: Constancio Marcelletti y...
Tensión en el rostro del peludo. No se notaba tanto porque lo tapaba el humo del cigarrillo de Constancio, que me está fumando mucho.
A manera de metáfora digo que transpiraba como Ben Casey cuando llevaba a cabo sus operaciones.
-Y arriba van: Constancio Marceletti y...
EL PELUDO
Sin salir del territorio pantanoso de la metáfora atestiguo que una perlita rodó por el lagrimal izquierdo de Rodríguez.
El colorado refiere la causa de la ausencia de nuestra estrella, al menos, si no estrella, el jugador del equipo de A.F.A.P. que la viene metiendo seguido en el arco contrario, trabajo tan complicado en estos tiempos de vacas flacas y prohibición de exportarlas. Recordemos aquel aserto, hace no tanto tiempo, que siempre egresaba de la boca de algunos de los muchachos más negativos:
nolehacemungolanadie.
Hoy en día el negro Strugla no está entre nosotros y su hermano, como vocero oficioso, nos debe una explicación:
-Mi hermano jugó el sábado pasado, que nosotros no jugamos porque llovió ¿se acuerdan? –pregunta el colo-.
-¡Si, dale!
-Y no lo echaron.
-¡Cómo que no echaron, si lo echan siempre!
-Tómó por error una pastilla.
Todo esto ocurría, dijimos, dentro del vestuario mientras nos cambiábamos, nos vendábamos y nos untábamos con el aceite que compartimos con nuestros hermanos, los equinos. Aquellos que estábamos más próximos al colorado Strugla debimos interrumpir nuestros asuntos ante tan hermética declaración del hermano de nuestro crack.
-Resulta que mi hermano toma una pastilla para la presión ¿no?, pero no va y el forro se equivoca y agarra una pastilla de las que toma mi cuñada para los nervios, que está medio loca, la pobre.
-¡Y eso qué tiene que ver! –preguntaron los más impacientes-.
-A mi hermano lo echan siempre de casi todos los partidos porque se calienta con los rivales y, como los rivales lo saben, lo buscan siempre para que se caliente. El sábado pasado lo forrearon mal, como siempre , pero el boludo se había clavado por error una de las falopas que toma mi cuñada para que no le agarren los ataques -porque la chabona está medio chapa-. Así que lo puteaban y el sonreía, lo escupían y él se sorbía la escupida, le decían que la esposa, en ese momento, estaba portándose para el culo, y él como si nada. Bueno, total que no lo echaron. Y, como no lo echaron, tampoco lo suspendieron. Ahora debe estar jugando para el otro equipo y nosotros, sin el negro, y sin él...
nolehacemungolanadie.
Silencio en el vestuario, caras de tribulación, quizás así pone las caras Mariano Tríbulo, no lo sabemos. A medida que llegaban los jugadores más demorados y veían los rostros de consternación, alguien les explicaba lo que sucedía:
-No viene el negro Strugla.
-¡Por qué!
-Tomó la pastilla equivocada.
-¡Qué! ¿Hay control antidoping?
-No, boludo, es una larga historia y no tengo tiempo para contártela porque hay que firmar la planilla.
El técnico, señor Rolón, su hombro apoyado displicentemente en la superficie abollada de un locker, escucha como distante. Es él quien debe tomar las riendas en la hora de las decisiones.
-Bueno, ya está. Si no viene el negro, no viene –dice el entrenador con una lógica elemental-. No es la primera vez que jugamos sin él. Con él ganamos, pero también perdimos, y sin él perdimos, pero también ganamos.
Todos volvieron a lo suyo. No podemos afirmar que Máximo estuviera hablando estupideces, pero esta clase de retruécanos invita a no tomarlos demasiado en serio, cuando no a la chirigota, o bien, a la cuchufleta. Pero ahora era imprescindible hacer el calentamiento previo, tarea de vital trascendencia para despertar a esos músculos longevos de las personas que nacieron cuando Perón gobernaba el país por segunda vez.
Hice un paneo general, una mirada a izquierda y a derecha, como una cámara de video de banco serio. Capturé con mis ojillos avizores al peludo Rodríguez. A manera de metáfora afirmo que un hilito de baba egresaba de uno de sus intersticios. Era su oportunidad. Volver a jugar desde el inicio. Participar del abrazo previo en el momento en que los titulares se transfunden energía, se piden huevos, se dicen no te la morfes pelotudo, se dan besitos viriles.
-Bueno... –introdujo Máximo Rolón- La línea de cuatro es la de siempre...
Y nombró a la zaga, excluyendo a Santiago Carlucci, que no tenía demasiadas esperanzas. Eso me parece porque, cuando el técnico anunció la formación, Santiago estaba llenando el bidón de agua, haciéndose el que no escuchaba, como al desgaire.
-Y arriba van: Constancio Marcelletti y...
Tensión en el rostro del peludo. No se notaba tanto porque lo tapaba el humo del cigarrillo de Constancio, que me está fumando mucho.
A manera de metáfora digo que transpiraba como Ben Casey cuando llevaba a cabo sus operaciones.
-Y arriba van: Constancio Marceletti y...
EL PELUDO
Sin salir del territorio pantanoso de la metáfora atestiguo que una perlita rodó por el lagrimal izquierdo de Rodríguez.
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