sábado, octubre 30, 2010


UNOS DÍAS EN PUNTA DEL ESTE - TERCERA PARTE
(Relato sobre un grupo de futbolistas argentinos sub-70 que viajaron a la vecina orilla para jugar un match contra un equipo uruguayo)
Síntesis del partido jugado el 23 de octubre de 2010 en el Club Atlético Ituzaingó de Punta del Este.
PRIMER TIEMPO
Los primeros minutos fueron de estudio pero parecía que los uruguayos se habían preparado con el resumen Lerú, porque nos aprendieron enseguida, mientras que nosotros intentábamos descifrar. sin éxito, un tratado de física cuántica en dos tomos. No sorprendió que a poco de comenzado el partido nos convirtieran el primer gol. Eso condicionó nuestra estrategia y arrojó por la borda todo lo planeado hasta allí. Debimos salir a buscar el empate y ¡pumba! Otro gol. Los bravos charrúas nos entran por todos lados. Parecemos un gazebo. Nuestro arquero tiene problemas en su rodilla, sus desplazamientos son dificultosos, sus pies señalan hacia afuera como las dos menos diez. ¡Guarda! Cero a tres. El técnico se arranca los pelos, los jugadores se reprochan, los suplentes se miran, los uruguayos gozan, los pajaritos cantan, las nubes se levantan. No pasamos el medio campo. Para los orientales juegan el tío de Balsas, el jugador de San Lorenzo, y el papá de Curbelo, el defensor de Godoy Cruz que operó al chico Lamela de River en Mendoza. Mi suegro jugó en Tiro Federal de Rosario en 1941. No podemos conservar la bocha. El balón vuelve más rápido que en ese juego que consiste en una pelota de goma que va unida a una paleta por una piola elástica y cuando uno golpea la pelotita, ella vuelve, la golpea y vuelve, la golpea y vuelve. Nuestro delantero estaba más solo que Moyano cuando no ponen los micros. En el medio tenemos menos marca que los supermercados Eki. ¡A la marosca! Cero a cuatro. Y termina el primer tiempo. Resultado parcial: Uruguay 4-Argentina 0.
SEGUNDO TIEMPO
Una norma interna del plantel obliga a que el equipo se renueve completamente para el segundo tiempo. La delegación está integrada por más de veinte players y todos deben jugar. Tal vez renazca la esperanza pero… qué pasa allí. Ah, uno de los que tiene que entrar no quiere hacerlo, no quiero, no quiero, no quiero. Al final el técnico lo convenció. ¿Sufría nuestro coequiper de pánico escénico? ¿No quería quemarse? ¿Se excedió con las facturas en el desayuno? No sé pero ¡Cuidado! Cero a cinco. El arquero siente un tirón a la altura de la línea del área grande (el tirón es en la pierna) y vuelve rengueando sin decir pido gancho. Se la clavan de emboquillada. Nuestro golero juega al don pirulero o pide cambio. Ah, no. Cambio de arquero. Mal día para él: le llenaron la canasta, se contracturó y a la tarde tuvo el episodio de la piscina cuyo relato excede los alcances del presente trabajo. Le tengo fe a su reemplazante porque es más jovencito, aunque igual de gordito, pero tiene un… ¡epa! Cero a seis. Se conoce que lo agarraron frío. Más que Walt Disney. Ahora es imposible empatar. Antes también. Algunos ya están pidiendo la cabeza del técnico que conserva los pocos pelos que no llegó a arrancarse. Un compañero de pechito frío se va de la cancha porque se estaba aburriendo (sic). Por las puntas el equipo tiene dificultades. Y por el centro. ¡Goooooooool! Gol de los verdes (nosotros) Un tiro libre a favor, la barrera contraria se está formado y nuestro delantero, vivo como pocos, patea la pelota que sorprende al golero rival con la cara pegada al poste, señalando con el brazo extendido y gritando ¡a la derecha, no, a la izquierda, no, más a la derecha, vo! La pelota anida en la red. Nuestra moral podría llegar a elevarse un tanto con este tanto. Pero no. Uno a siete. Gol uruguayo. Un jugador verde, en la banca de relevos, se va a bañar antes de terminado el partido. Gran sentido del compañerismo. El asado ya casi está. El whisky debe estar pronto. Los chorizos cortados en rueditas, humeantes. Pero todavía el partido no terminó. Ocho a uno y nueve a uno. Termina el sufrimiento. Será sin duda un partido bisagra en el que los porteños nos agarramos los dedos mal. Ah, no. Faltaba el décimo. 10 a 1. El referí pita tres veces. No le queda mal la calva al técnico. José María Muñoz desde el cielo nos debe estar diciendo: vaya rápido a los vestuarios, no se me enfríe. Ah, ya estaba frío. OK.

7 Comments:

Blogger Roedor said...

Hay que tener mucho huevo para relatar un 1-10, julito.

Reflexionando, me hizo llorar con lo de la pelota que anida en la red. Lugares comunes de Zavatarelli. También me hizo llorar con lo del Gordo Muñoz, pedazo de hijo de puta gallina colaboracionista de la dictadura.

Creo que me está incitando a que relate alguna humillación sufrida por mi sufrido team de básquet, por supuesto que en lugares mucho menos glamorosos que Punta del Este. Lo más lejos que le llego son los Indios de Moreno, vea.

No, por Ciudad Jardín, ni ahí. También queda en la loma del orto.

4:05 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

el quinto gol nos mató

4:31 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Porque no prueban con el Burako?

2:47 a. m.  
Blogger estejulioesuno said...

exacto, nos hicieron un burako en el orgullo.

10:09 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

moy buena su comparacion con el gazebo,voto al Cid y a los 33 orientales!!!!!! emecehache

9:44 a. m.  
Blogger bonito lunch said...

no me digas que el kaiser E.A. no quiso entrar.
Si es un lider nato.Vamos.

7:01 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

No quiso incendiarse con el equipo. Al final lo convencieron. Ahora vive a pancután.

8:01 p. m.  

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