miércoles, octubre 13, 2010


ENSAYO SOBRE LA CERVEZA
Tercer tiempo del partido de fútbol disputado el lunes aprovechando el feriado puente. A medida que terminábamos de bañarnos nos fuimos allegando al buffet del club para beber la amable cerveza que apaga la sed. Pedimos birra y nos trajeron dos botellas de Quilmes de litro. Uno de los muchachos dijo: a mí no me gusta la cerveza Quilmes porque me da dolor de cabeza. Otro informó que la cerveza Isenbeck era buena porque herr Isenbeck un día descubrió un pozo subterráneo en Campana que contenía agua purísima. Un agua pura, agregó es la base fundamental de toda cerveza premiun. Cuando la señora que atiende el buffet llegó con los palitos, que son la garde du corps de toda cerveza, el señor al que no le gusta la Quilmes le preguntó si no había otra marca. La dama le dijo muy claramente que la única cerveza que se despachaba en su establecimiento concesionado era la Quilmes y ninguna otra porque, cuando traía una marca le pedían otra, y si traía todas las marcas menos una, le pedían la faltante. De tal forma que un día decidió que en su resto-bar solo se venda la Quilmes. Nuestro amigo dijo también que, además de la causal de la jaqueca, la Quilmes tampoco le gustaba porque es un monopolio. Y ya sabemos que no hay inmundicia peor en el mundo que un monopolio. Por suerte yo tiré mi juego de Monopoly a la basura. Otro de los muchachos dijo que conoció veinte ciudades de Europa (miralo al viajado) y que en cada una de ellas saboreó sus cervezas típicas. Pero que ninguna le sabía como las de acá, y no por falta de calidad de las de allá, sino porque su gusto ya estaba hecho a nuestras bebidas vernáculas. Juzgué muy oportuno el momento para contar mi historia cervezal ocurrida en la República Oriental del Uruguay hace pocos años. Una noche bebí una garrafa de cerveza Pilsen negra y el estómago se me empezó a hinchar como el del pobre John Hurt en Alien, el octavo pasajero cuando estaba por parir, por cesárea natural, a aquel monstruo repugnante. Yo veía que la remera se me inflaba a cada segundo y pensé que con unos buenos eructos el gas se me quitaría y abandonaría mi cuerpo para hacer su insignificante aporte al efecto invernadero. Pero no, yo eructaba y expulsaba otros gases como para quitarme lastre pero la panza se me seguía inflando dramáticamente. A medida que avanzaba en la narración de la historia de la Pilsen negra lograba el cometido de todo narrador que es cautivar la atención del auditorio. En cualquier caso la reunión ya tomaba el calor y la animación que procuran los primeros tragos benefactores del áureo brebaje. Pedimos más cerveza. La señora concesionaria nos comunicó que no había más cerveza, que durante la noche anterior se habían acabado las existencias de Quilmes, excepto esas dos agónicas de las que dimos cuenta en pocos minutos. Cada uno se fue a su casa.

Foto: Clásica mesa uruguaya en donde no pueden faltar la Pilsen o Patricia y el scotch.

4 Comments:

Blogger Roedor said...

La Quilmes es un asco, agua de la canilla un poco amarga.

La razón por la que Isenbeck no da dolor de bocho es porque es la única (junto con la Warsteiner, de la misma brewery) que no tiene conservantes ni agregados químicos. Y porque usan lúpulo (que es carísimo) y no el "yuyo" que tanto le gusta a nuestra presidenta.

Me parece acertado eso de que se te acostumbra el gusto y por eso no te hace mal. Quizás un alemán vomita si se clava una Isenbeck, que es mi favorita.

Quiero saber si el bichito finalmente salió de la panza y se almorzó a todos los comensales excepto a la teniente Ripley.

Cuente.

7:12 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

a mí me gusta la budweiser y la stella artois pero tengo un paladar tan ordinario que me gustan todas.
Y lo del bichito, ahora no que estamos comiendo.

10:23 p. m.  
Anonymous nacho said...

A mi, temprano, me gusta la Corona, después de cierta hora uno se pone menos pretencioso.

7:22 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

totalmente de acuerdo. Temprano, tipo 10 de la mañana

7:24 p. m.  

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