HOMENAJE A LOS EMBAJADORES
Los embajadores no trabajan casi nunca por eso pueden mejorar su manera de escribir y a la larga transformarse en escritores célebres. De puro aburridos. Al gozar de todo el tiempo del mundo pueden hacer lo que se les da la real gana. O, dicho de una manera más cruda, lo que decidan interpretar Daffunchio y su grupo. Se me ocurren, a mano alzada y sin recurrir a google, unos cuantos escritores que escribían en sus despachos diplomáticos sobre sus fabulosos cartapacios: Carlos Fuentes, escritor mexicano, autor de plomos extensos, o sea, caños, fue toda su vida embajador. Pablo Neruda, becado por su patria chilena, primero con una larga carrera consular (los cónsules trabajan un tantico más), y más tarde como embajador. Abel Posse, escritor argentino no muy conocido, aunque prolífico. Fue ministro de educación de Macri durante un breve período y se eyectó por maleducado. Toda su vida fue embajador el excelente Abel. Escribió Los Bogavantes, presente en todas las mesas de saldos. Quiero expresar con esta luminosa monografía que es harto dulce la vida de los diplomáticos: poco trabajo, buen sueldo, la tinta de la impresora gratis. La actividad más importante de estos vivos bárbaros la ejercen durante algunas noches con motivo de los famosos cocteles en las embajadas. ¿Acaso estoy recomendando, en este medular ensayo, estudiar la carrera del Servicio Exterior, recibirse de diplomático y así conseguir un gran emolumento con mínimo esfuerzo y tinta para la epson gratis?. ¡No! ¡De dónde sacan eso! ¡Para qué! Desde hace tiempo que en nuestro país están viniendo mucho los embajadores “políticos”. Esto es, con escasa preparación en general. Dignos ciudadanos, que por los servicios prestados al candidato presidencial durante la campaña, reciben como contraprestación una embajadita. Siempre, claro está, que el candidato gane las elecciones. Para estos arribeños devenidos a pisaverdes ¡se me ocurre otro: Asis!, para estos arribeños devenidos a pisaverdes, decía, no es menester tener estudios ni saber idioma. Esto traerá a la larga un problema: a menos educación, menos escritores. A resacas más largas, menos producción literaria. Son esos que dicen: no me llamen hasta después de las doce. Salvo que sea el/la presidente/a.
Foto: calle en bajada. (Salto, República Oriental del Uruguay)
7 Comments:
El Turco Asis, quien sacara una foto a Borges acomodándose el amigazo luego de orinar en un mingitorio, para luego intentar venderla, cualquier agachada vale si saca algo en el canje.
Asi que imagine esa Embajada en Portugal...
fue embajador de mendez. Todo dicho. Lástima que escribe bien.
a veces...
vinicius de moraes.
Vinicius escribía y también tenía resacas
A mediados de los '90's fui a una feria de laburo en USA con un par de clientes, a quienes les habían afanado los pasaportes y una buena cantidad de verdes de su habitación en un hotel más que decente ubicado en una tranquila ciudad del Midwest. Para lograr volver al terruño, los tipos necesitaban de un pasaporte especial emitido por un consulado, con lo cual bajamos a Miami, escala inmediata anterior a subirse al avión para acá, y hacer el trámite. El consulado (uno de los varios que hay en USA) quedaba al comienzo de la Brickell Ave., en un distrito lleno de edificios de vidrio alucinantes. El del consulado era prominente: yo atisbé desde la tierra el piso superior con un ventanal imposible dominando toda la bahía, pocos lugares con mejor vista, quizás excluyendo el bulo de la Su en una isla de por ahí. Me pregunté cómo se ganaría la vida el que moraba en ese lugar...
Luego de identificarnos en la planta baja con el morocho de seguridad y preguntado que fue el sujeto acerca de dónde estaba la abnegada representación argentina, el tipo, con tono seco, nos dijo: "En el penthouse".
Qué mal vivían (posiblemente sigan viviendo) nuestros funcionarios... obviamente el de mayor rango ahí seguro que no escribía como Vinicius.
En USA tenés dos escritores-embajadores: Sarmiento y Eduardo Wilde. Lindo curro.
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