CRÓNICAS DE UN VIAJE A NECOCHEA. Quinta parte.
RESUMEN DE LO PUBLICADO: Un grupo de muchachos viaja a Necochea para jugar un partido de fútbol contra un equipo de la ciudad antes nombrada. A uno se le rompe el auto. Otros dos se pierden porque el encargado de su guarda se los olvida en Coronel Vidal. Un cuarto sufre una arritmia cardíaca y se pierde el partido. Un quinto queda duro después del partido debido a un lumbago rebelde que no se le quita.
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Suplicio más grande que el de dormir junto a un roncador no hay. Me tocó compartir la habitación del hotel de Necochea con una persona que posee altas virtudes morales, y de mis mayores afectos, pero que a la hora de dormir, como si fuese un señor Hyde liberado por los tormentos mentales (tormentales) del doctor Jekyll, comienza a roncar con entusiasmo digno de un aserradero recién inaugurado. El ronquido de mi amigo, excelente ejemplar humano en la vigilia, despreciable rata en el sueño, tiene la particularidad de persistir tanto en la aspiración como en la expiración, de forma que un trueno constante, taladrante, desesperante es el sonido que gobierna el templo del sueño donde sólo debería escucharse la respiración calma del durmiente que arregló todas sus cuentas con la vida antes de arrojarse al jergón. El ronquido de Curly, de los tres chiflados, por citar sólo un ejemplo, en la expiración producía un musical y amable gorjeo (pi,pi,pi,pi,pi) que de alguna manera suavizaba y hacía olvidar el roncar agresivo de la aspiración previa. Pero el de mi buen amigo, encantador en la vigilia, depredador en el sueño, es un ronquido que no cesa nunca y me va sumiendo en un frenesí creciente que altera mi ritmo cardíaco y desiguala mi bipolaridad a favor de la fase depresiva. Bien pensado, quizás debería agradecerle porque, con el objeto de tapar ese graznido insufrible, en un momento de la noche me introduje en los oídos los auriculares de mi dispositivo musical a pilas y escuché las maravillosas armonías de un músico irlandés llamado Neil Hannon en su último disco. Que escuché entero cuatro veces seguidas. Presentado el problema a mis demás camaradas, la mañana siguiente, me preguntaron por qué no lo había sacudido o mojado para despertarlo brevemente y que así cambiase de posición. Otros chuscos sugerían que, si volvía a ocurrir, lo orinase o lo matase con el método de la almohada sofocante. En un momento de la malhadada noche no pude aguantar más y me acerqué al borde de mi cama para aplicarle un golpecito con tres dedos en el hombro pero una pata del catre se venció, el mueble se volcó de costado y mi frente se golpeó horriblemente contra el borde de la mesita de luz.
Amanece, parece que se despierta, ha disminuído el horripilante ronquido de la expiración, no así el de la aspiración. Quizás el hombre, santiagueño él, sea de aquellos que se despiertan al alba, se levantan y se van para siempre. Se mueve. Parece que se va a dar vuelta. Eso es alentador. Ah, no. Libera un cuesco y reanuda el serruchamiento.
Foto: El hombre pasea por la ancha playa necochense luego de una noche completa de descanso reparador.
4 Comments:
iniciales!
CJ
cristopher.
right
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