HOMENAJE A LOS PERRITOS DE LA CALLE
En la residencia que vemos en la foto, en la que durante muchos años vivió mi amiga Susy, tiene hoy su morada un señor con muchos billetes. Lo destacable es que los perros de tan refinada casa son todos berretas, cualunques, del tipo a los que habitualmente la gente les dice ¡salga-de-acá-sarnoso-de-mierda! Su propietario tranquilamente podría tener canes carísimos y con extraños nombres de razas como golden motherfucker o parecidos. Pero no. Sus perros son todos ex homeless. Para este caballero vaya mi homenaje y mi admiración.
Todo esto sirve como plataforma de lanzamiento de mi consigna urgente para todos los terrícolas: tengan perros pero nunca los compren. Se hace imprescindible para todo aquel que quiera convivir con un pichicho que lo saque de la calle, que aprese a dos cazadores furtivos con una sola orden de arresto (reemplazo con este dicho humanista -de mi propia cosecha- a aquel más cruel que dice matar dos pájaros de un tiro). Para ser claro, que en un solo acto, integre un perrito a su familia y a la vez lo saque de los peligros y el hambre que campea en la intemperie del mundo. Reitero: nunca comprar un perro. Los perros de raza consiguen familia muy fácilmente gracias a su mera condición de pura sangre, pero los de raza streetdog, como la mía, que se llama Lolita Firulais (foto)-un encanto la bandida- tienen escasa demanda, ¿Y por qué? Por que hay personas que creen que la tenencia de un peludo de cuatro patas, con abolengos sofisticados, puede elevarlos algunos milímetros en la escala social. Son marqueros de perros. Así como es prestigioso poseer ciertos autos, también, aunque en menor medida, pero que suma en el promedio general, lo es tener perros de raza. Y blue jeans de marca y buzos Gap. Juntando todos estos bonus de alarde los estúpidos creen configurar una personalidad interesante y aristocrática. Eso hasta que empiezan a hablar y mostrar el contrapeso que contra ese dandismo ejercen sus prejuicios y su mediocridad. Por todo ello recomiendo, junto con muchos más que están en mi tesitura, que nunca se compren perros, que los rescaten de las calles o de los refugios, que les salven la vida. Sean los héroes de sus pichichos, no sus adquirentes.