lunes, mayo 19, 2008



CARA DE ASESINO


A un señor morocho le muestro un departamento para alquilar que le viene de perlas. Me dice que lo quiere. Le informo que me tiene que dejar una reserva. Su gesto se endurece, las aletas de la nariz se le dilatan, su esposa, junto a él, se tensa.
-¿Por qué una reserva? ¿No basta con mi palabra de que lo quiero?
Lo convencí de que así era el procedimiento pero antes lo puse en conocimiento sobre lo que tenía que pagar:
-…Y el equivalente a un mes de alquiler en concepto de depósito de garantía…
-¿Garantía para qué? –me pregunta enarcando la ceja derecha como, si buscara en mis pupilas la intención de timo-.
-Bueno –introduje-, el depósito de garantía es una suma de dinero que sirve para que el propietario, en caso necesario, apliqué a al pago de cualquier daño que…
-Y usted se cree que yo soy de esas personas que andan rompiendo todo como si sería un energúmeno…
-No, qué va, pero la costumbre es exigir un mes de depósito. Además, al vencimiento del contrato, se devuelve si…
Hasta allí sus manos descansaban sobre su regazo pero en un veloz ademán escalaron hasta el escritorio. Sus nudillos parecían una cadena montañosa de mediano porte, digamos los Urales. Columbré que la siguiente escala de sus manazas podría ser mi favorecido rostro. Pero no. Aceptó a regañadientes pero en su mirar había un deje de ira contenida con dificultad. Creía que lo quería perjudicar. Y yo lo único que pretendía era ganarme el pan con el sudor de Sacaan.
-Además necesita un garante –agregué-.
Se pasó una mano por la cara como hacía Curly cuando se enojaba, y su labio inferior cubrió el superior.
-Un garante de qué, si se puede saber –preguntó-.
-El garante o fiador es una tercera persona que firma el contrato en calidad de codeudor.
-Pero usted se cree que yo soy un desvergonzado que necesito de alguien que saque la cara por mi. Usted me está poniendo piedras en el camino… -esto último lo dijo con una cadencia como de vidala y yo me asusté. Su mujer lo tomó del brazo y le dijo Héctor-.
-No, de ningún modo, Héctor –intenté tranquilizarlo . Se trata de exigencias de los propietarios.
No lo entendió pero terminó por aceptarlo.
-El tío Pocho. Ya está. Le voy a pedir al tío Pocho.
-¿Es propietario? -le pregunté-.
-¿Y eso por qué me lo pregunta. No me parece correcto que me haga preguntas personales. Pero le voy a contestar igual aunque no me guste ese tono de interrogatorio policial que utiliza. No, no es propietario, alquila.
-Entonces no puede ser garante –le informé con mucho miedo-.
El hombre se puso rojo, la esposa, le cubrió con sus manitas los montes Urales. Con la mirada le rogó que no montara en pegaso y me asesinara a patadas.
-Pero cómo que no puede ser garante mi tío Pocho. Vos me estás poniendo una piedra sobre otra y me querés lapidar. Si no te interesa alquilarme porque no te gusta mi cara, decímelo.
A esa altura no quería alquilarle porque no me gustaba su cara ni nada de lo que trajera aparejado debajo de ella.
-De ninguna manera , Héctor-.
-¿Acaso mi tío Pocho es una persona despreciable sólo porque no es propietario?
-No, jamás pretendí sugerir eso del tío Pocho, pero…
Se avino a conseguir un garante con propiedad: la tía Cata.
Esos días viví aterrorizado. El hombre me odiaba y comencé a perseguirme con que me iba a matar a tiros o que, en su defecto, me balearía en las rodillas. Por la cara, digo. Una cara de asesino que daba calambre.
Pedimos el certificado de dominio al registro de la propiedad. A los dos días recibimos la papeleta que certificaba que la casa de la tía Cata estaba sometida al régimen de Bien de Familia. Convoqué a Héctor a la oficina inmobiliaria:
-No puede ser garante la tía Cata porque el inmueble está sometido al régimen de bien de familia –le dije, poniendo las manos cerca de mi carucha para ayudarla, en caso necesario, a que pudiera mantener por muchos años más su relativa bonitura-.
En esa época yo tenía una horrible llaga en la unión del labio superior con el inferior, producto quizás del stress que me venía provocando el sobrino del tío Pocho y la tía Cata.
-¡Cómo que no puede ser garante la tía Cata! –clamó y enseguida bajó la voz-. Mirá, desde que le eché el ojo a ese maldito departamento me has estado poniendo trabas para que no lo alquile. Y por esa infamia tuya ese chancro asqueroso que tenés en la jeta se te va a ir al celebro y te vas a morir en medio de horribles dolores. Y el departamento te lo podés meter en el ¡piip!*.
Se retiró de la oficina llevando a su esposa a la rastra y yo removí la transpiración de mis sienes con el dedo índice a guisa de secador.

*!Pip! Censura ejercida sobre la palabra orto.

7 Comments:

Anonymous Anónimo said...

son jodidos en el rubro "martilleril", cómo hacen poner nerviosos a los clientes. Por favor un poco de cariño ¡ un hachazo en la frente le hubiese venido bien al sr. Hector!

6:41 p. m.  
Blogger ovalado said...

muy lombrosiano lo suyo.

8:29 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

el señor Héctor estuvo a punto de confirmar la teoría de Lombroso.

9:54 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

un gran aporte a la criminalistica, pero generalizaba mucho y acertaba el "turro" -perdón por la expresión desmedida -

12:54 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

ahora a eso lo llaman discriminación

4:49 p. m.  
Blogger edu, desde el barrio, said...

NO SABÍA, DISCULPEME, QUE A LAS INMOBILIARIAS LE INTESESABA ALGO MÁS ALLA DE LA SEÑA. PERO ME ALEGRO DE QUE UD. AHORA TRABAJE EN TAN DIGNO ESTABLECIMIENTO. LO FELICITO.
SE LO MERECE. ESO SI: LO VAN DESPEDIR EN CUALQUIER MOMENTO.

12:34 a. m.  
Blogger estejulioesuno said...

Claro que hay vida después de la seña: la Comisión (con mayúscula).

9:52 a. m.  

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