martes, octubre 10, 2006

MUCHA GENTE RESENTIDA EL FIN DE SEMANA

En la foto a cuatro integrantes del equipo beben un refresco después del partido. Se nota la distensión y el buen humor. Los futbolistas comentan las alternativas mientras, con el rabillo del ojo, observan el match que dan por la televisión del buffet (Godoy Cruz contra Independiente). No hay euforia por el triunfo por dos a cero porque la edad ya ha dejado atrás las grandes manifestaciones de contento. El que no jugó no tiene mucho para decir y reprime su aburrimiento. En otra mesa, que no sale en cámara, hay otro grupo que lideran, a estar por sus ademanes, el peludo Rodríguez y el compañero a quien hoy tocó hacer las veces de utilero. Todos hablan en voz baja. Sus miradas son sombrías, sus ceños están atravesados por arrugas de preocupación. Se fuma y se bebe licor (cerveza). Parece una fonda del puerto. Cualquiera diría que están tramando una movida desestabilizadora, pero yo no lo puedo afirmar porque carezco de elementos probatorios.
Al día siguiente me presenté a jugar con el grupo de veteranos de los domingos, aquellos muchachos, a quienes describí en un anterior capítulo, que juegan de una manera menos nerviosa, no tan tensa, más relajada, más lenta. A veces eso exaspera. Hace rato que se dieron cuenta de que el físico está deteriorado para siempre y abandonaron la idea de disputar campeonatos, torneos, ligas y liguillas. Para ellos, el lema parecería ser: a menos ligas, más ligamentos. Los días domingos algunos de los jugadores que no pudieron jugar el sábado, por distintas razones, se presentan en el club y se entreveran con los viejitos para no perder estado. Mi compañero, al que el sábado le tocó ser utilero, tiene un entripado y me lo suelta:
-No puede ser, otra vez me quedé afuera. Yo ya tengo cincuenta años, no soy ningún pendejo… hago muchos esfuerzos para venir a jugar y el técnico no me pone nunca. Ah, sí. El otro día me puso diez minutos. No hay derecho. Hoy se lesionó el jugador que juega en mi puesto y estaba clavado que tenía que entrar yo. Pero no, entró X , que no tiene perfil para jugar por esa punta. Parece que me lo hiciera a propósito. Y el peludo, no te digo. Tiene una bronca...
Yo quería terminar de dar una leída general al diario, rito que practico en la previa de cada domingo, sentado en el banco de los suplentes, mientras van llegando los demás muchachos.
-Qué va a hacer –introduje, frase que no tiene el menor sentido y que se inserta en cualquier contexto, tanto como comentario cuanto como búsqueda de tiempo para pensar una respuesta lógica. Me interesaba decirle que el técnico tiene que optar entre 16 o 17 jugadores, y eso no es sencillo, pero desistí porque percibí que ese razonamiento tenía un tufillo oficialista de defensor a ultranza del entrenador.
-Yo el año pasado –continuó el utilero- propuse que, en los partidos, todos entráramos un tiempo, por lo menos. Pero que todos teníamos que jugar. Y se hizo una votación.
-¿Cuántos votos sacaste?
-Uno.
-Ah.
-Me parece que me voy a ir a la mierda. Ya no doy más.
-Bueno, aguantá hasta fin de año y después ves lo que hacés.
El utilero se fue a calentar aunque me parece que ya estaba lo bastante caliente. Se unió a los muchachos que volvían de dar la primera y penúltima vuelta al campo de juego, a manera de calentamiento previo, vuelta que hacen caminando y comentando las alternativas de la semana para no dilapidar energía (foto be).
Sé que no le serví a mi compañero de demasiada ayuda, dije algo como para salir del paso y poder seguir leyendo la formación de Argentinos Juniors.
A la tarde, luego de un almuerzo opíparo, Mariana mi esposa me dijo que había alquilado un devedé y quería que lo disfrutásemos juntos. A mí la danza mucho no me gusta, pero ella hacía rato que deseaba ver ballet. No me arrepiento, la pasamos bárbaro viendo bailar a Bocca.









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