jueves, septiembre 21, 2006

UNA CENA EN CASA DE MI PADRE

Hoy fuimos a comer a lo de mi viejo. Vive a pocas cuadras de casa, en el barrio Providencia, calle L. Aufranc. No pude zafar. Las comidas en lo de mi papá son, en el mejor de los casos, tensas. Y todo por el maldito noticiero. Además hoy juega la be y me hubiera gustado quedarme apoltronado en el sillón y disfrutar de una de las máximas alegrías que te da la vida, el soccer. Pero padre está contento porque regresé a la inmobiliaria y ya no ando por allí como un zaparrastroso, llevando pizza o recogiendo las inmundicias vecinales. He mencionado en algún sector de esta monografía que mi papá es un militar retirado de ochenta y un años. Está casado en segundas nupcias con una señora que no es mi madrastra y a quien se la conoce como la negra. Padre pidió que estuviera toda la familia. Por toda la familia se entiende mi señora, mi hijo y yo. Tengo una hija que vive en el extranjero.
Una picadita es la manera cariñosa de recibirnos. Mi padre es hombre de ocultar los sentimientos como saben hacer los que se criaron en la soledad de los regimientos y durmieron con un tipo, o dos, encima (me refiero a esas camas triples, se entiende)

A la hora de la comida el hambre ha sido casi neutralizado gracias a lo sustancioso del copetín.
-¿Por qué no vino mi nieto? –pregunta padre mientras escancia el vino-.
-Está en la escuela –le contesto-
-¿Sigue en esa carrera?, bah, si se le puede llamar carrera.
Mi hijo estudia cine y para mi padre eso no es una carrera. ¿Y para mí? No quiero hablar de mi. Nadie le contesta ni intenta explicarle, menos mi esposa, que ya lo tiene calado. Yo también lo tengo calado pero algunos de sus comentarios todavía me zahieren. Algunas veces pienso que me quiere desafiar para que yo confronte. Si de chico le decía a todo que sí, por qué no volver a hacerlo de grande. Cuando estaba en la facultad algunas veces supe enfrentarlo y terminamos en inolvidables peloteras y mi posterior desahucio de la casa paterna, apenas munido (del verbo munir menem) de un bolsito preparado de urgencia por mi mamita y escuchando el clásico vilipendio: ¡ZURDO!
Mi viejo, a la hora de la cena, mira "el informativo”. No importa quién está sentado a su mesa. El informativo es sagrado, tal vez porque lo conduce Santo. Es un buen juego de palabras. Nada del otro mundo pero para un seis da. Santo es Santo Biasatti (mi papá lo llama Santos) Puedo asegurar que Biasatti come con mi papá todas las noches. Y conversan, discuten. Por lo menos mi viejo habla como si discutiera mano a mano con la televisión. O con Santo, que para el caso es lo mismo. Mira a la pantalla y parece responderle. Pruebas al canto (o al Santo. Otro juego de palabras pero de menor eficacia).
Santos: Kirchner convoca a los empresarios a que inviertan en la Argentina.
Padre: ¡Si! Los convoca pero no sé qué les va a decir cuando no tengan energía eléctrica para trabajar y después no les deje fijar los precios. Si esto es peor que el comunismo… ¿Qué empresario va a querer invertir acá?
Santos: Kirchner tocó la campana de la bolsa de New York.
Padre: Mucha campana, mucha campana y después acá despotrica contra todo lo americano. Muy valiente, como todos los zurdos.
Santos: Algunos bancos ya han instrumentado los créditos hipotecarios con cuotas similares a los alquileres.
Padre: ¡Si! A los alquileres de las mansiones en San Isidro. ¡No le mientan más a la gente!
Santos: Kirchner advirtió en las Naciones Unidas sobre el deterioro ambiental.
Padre: ¡Por qué no se fija en el deterioro ambiental del riachuelo que lo tiene a dos cuadras de la Casa Rosada! Hasta el olor a podrido le debe llegar. Negra, trae el queso rallado.
Santos: El ex represor Miguel Etchecolatz…
Mi padre pegó un respingo cuando escuchó la palabra represor y le ordenó a la negra que apagara el televisor. Yo tenía necesidad de pedirle que me alcanzara la quesera que su esposa había apoyado cerca de su posición. Me costó animarme. Yo sé lo que pasa cuando acercás un alfiler a un globo muy inflado (se pincha). Pero cuando acercás algo inofensivo, por ejemplo si lo rozás involuntariamente con una uña, también puede pincharse. Y mi padre estaba muy inflado.
-Padre… Me alcan…
-¡Represor! ¡Represor! ¡No saben lo que es la represión! Dicen que éramos una dictadura. ¡Ja! ¡Dictablanda éramos! Si hubiéramos hecho lo que…
-El queso, padre, el queso.
-Ah, si.
Y se sumió en un silencio que quebró cuando me preguntó cuándo íbamos a ir a la cancha a ver a nuestro equipo. Ahí me dí cuenta de que había recuperado el buen humor porque dijo el bicho colorado en lugar de Argentinos Juniors.

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