jueves, septiembre 14, 2006

APUNTES DE UNA VELADA ENTRE AMIGOS (I)
MERLO EN PROBLEMAS - REVELACIONES -UN JAMON QUE ES UNA MANTECA

Estábamos en el quincho de Ricardo Ditro disfrutando de un auténtico jamón de Jabugo, chancho alimentado a bellota de encina o alcornoque y hierba, traído por Ricardo Ditro de uno de sus viajes, y viendo el partido en donde Racing perdió con Argentinos Juniors por tres a dos, tres goles de Nuñez. Eramos siete integrantes del equipo de fútbol del club de Providencia, cantidad reducida debido a que la invitación fue con escasa anticipación y además algunos muchachos no tienen permiso para salir solos los sábados a la noche. Es triste decirlo cuando se trata de personas que ya superaron los cuarenta y cinco años (algunos ya orillan los sesenta) La esposa y las hijas de Riqui permanecieron en la casa y no se aparecieron por el quincho. El anfitrión no las quiere por allí cuando están sus amigos, además se lleva pésimo con su mujer. A las hijas, en cambio, su padre les resulta indiferente. La rana Ferrario me dio el pésame por mi condición de subocupado primero, desocupado ahora. Los demás pusieron cara de circunstancia y me prometieron que la cosa ya iba a mejorar. A la rana le llamamos así porque se llama René, un nombre de pila dudoso que lo obliga a explicar a cada momento que su padre, hincha de San Lorenzo, así lo bautizó en homenaje al extraordinario jugador René Pontoni. René me ofreció trabajo en su empresa de pintura de edificios pero tuve que desistir porque padezco de vértigo. Ricardo, mientras cortaba y repartía lonchas de jamón a los comensales, dijo socarronamente que en este país nadie quiere laburar lo que me obligó a referir el origen de mi fobia, historia que sólo conocen el dueño de casa y Constancio Marceletti, que en una mano tenía un sandwichito y en la otra un cigarrillo encendido. Cómo fuma ese muchacho. Masticaba y sacaba humo por la boca. Eso es un asco porque el alimento se impregna de nicotina. No querría seguir porque me da náuseas de sólo recordarlo pero es inevitable mencionar que la nicotina le transmitía al chacinado un amargor que modificaba completamente su sabor. Me fui por las ramas. Hube de referirles a los cuatro muchachos que menos conocen de mi pasado (La rana Ferrario, Angel Beltrán, el oso Ribero y Carlos Díaz) cómo fue que contraje esa verdadera patología mental que se llama vértigo.
-Fue en unas vacaciones a Brasil –introduje, justo en el momento en que Argentinos marcaba el tercer gol y el entrenador Reinaldo Merlo sentía, a estar por su rostro descompuesto, que paso a paso se encaminaba hacia el cadalso-. Estábamos en un morro que daba al mar y mi señora quiso sacarme una foto al borde del precipicio. Pero quería que me fuera corriendo para atrás porque la cara me salía con sombra. Para atrás, para atrás, para atrás. Me corrí tanto para atrás que me caí por el acantilado.
-¡No! –dijo Carlos, que tenía la vista fija en el televisor, como todos. Nadie me miraba hasta que dije lo del acantilado- Estuve un mes en un hospital de Porto Alegre.
-¡Dejate de joder! –dijo el oso Ribero-
-Es verdad. Tengo las fotos –juré-
-¿Del hospital?
-No, de la caída, boludo.
-¡Andá!
-¡Salí!
-¡Andá a cagar!
No me creían. Salí del quincho, subí a mi auto y me dirigí a mi casa en el barrio de La Providencia, distante diez cuadras de la casa de Ricardo Ditro que vive en el barrio Providencia. No deben confundirse Providencia de La Providencia, estas dos poblaciones están separadas por las vías del ferrocarril y, además, la segunda, carece del servicio de cloacas.
Volví cuando el partido había terminado. Ricardo explicaba que el jamón de Jabugo lleva un proceso de curación de dieciocho a treinta meses, dato de interés menor, Carlos Díaz miraba los cuadros que había colgados en una de las paredes del quincho, cuadros de equipos de fútbol en su mayoría, en donde se podía ver a un Riqui más joven, más flaco y con unos pantaloncitos ajustadísimos, como se usaba en los ochentas. En una de esas fotos estábamos Constancio y yo. El oso Ribero seguía comiendo, Angel Beltrán buscaba algo en su celular, la rana Ferrario escuchaba a Ricardo y Constancio fumaba.
Les mostré las fotos de mi horrible accidente, que agrego a este expediente y solicito que sean incluídas como prueba número uno.
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