jueves, octubre 19, 2006

DIALOGANDO CON MI MUCHACHO

La foto es de la puerta de la habitación de mi hijo Matías, hincha fanático de River. La simpática gallinita tiene la fecha del partido en que su equipo le ganó al Boca Juniors por 3 a 1. Me cuesta entender esta clase de fanatismo en un joven preparado y culto. Yo simpatizo un poco con Argentinos Juniors porque mi padre lo heredó del suyo y así. Matías cortó la herencia y acaso por contradecir se hizo de River.
Golpeo a la puerta gallinácea porque hace mucho que no conversamos y me consta que una buena comunicación paterno-filial favorece la salud mental de ambos. Si lo sabré yo, que tengo un padre militar y con quien apenas crucé unos cientos de palabras a través de mis cincuenta y pico de años, y siempre fueron palabras tales como si padre, enseguida, perdón, por favor no me pegue más. No quiero que eso suceda con mi muchacho.
Toc, toc.
-Si.
-¿Se puede? –pregunto respetuoso-.
El cuarto de mi hijo es un templo del cine y de River. Las paredes están tapizadas con fotos de equipos millonarios a través de la historia y afiches de algunas de las películas que más lo han conmovido. Creo haber mencionado que Mati estudia cine. Ahora lo encuentro trabajando en su computadora. Ah, no, trabajando no, viendo material triple x. Lo paso por alto porque soy un padre modernísimo. O pretendo serlo.
-¿Qué hacías? –le pregunto, simulando no ver la pantalla-.
-Nada, estuve trabajando en una edición y ahora me estoy tratando de distender.
Me mordí la lengua para no decirle ¡viendo chanchadas! ¡linda manera de distraerte! Pero no, he afirmado que soy un padre de hoy. Además, sería hipócrita de mi parte porque a mí también se me iba la vista viendo a esa rubia que estaba con un hombre y le agarra el...
-¿Cómo anda la carrera, Mati?
-Bien.
-¿Ya pensaste en qué vas a hacer cuando te recibas?
-Obvio, dirigir cine –me contestó-.
La rubia decía yes, yes, yes.
-El otro día estuve leyendo un artículo en una revista que me dejó un poco preocupado -introduje-.
El novio de la chica rubia decía god, god, god, se conoce que era un tipo creyente.
-Decía el artículo –continué porque mi hijo no demostraba ni mucho interés. En mi discurso, digo- que en la Argentina hay catorce mil estudiantes de cine.
El hombre ahora le decía a ella: nasty.
-¿Y?
Era un y más bien impaciente.
-Digo, ¿de qué vas a trabajar cuando te recibas?
-De director de cine. Casualmente es lo que estoy estudiando.
-¿Vos sabías que hay más estudiantes de cine en La Argentina que en toda la Unión Europea?
Ambos aguardamos un momento a que el prometido de la rubia terminara de gritar y se calmase definitivamente para entrar en ese estado clásico de calma, relajación y ulterior cigarrillo.
-Viejo... no sé qué es lo que me querés decir.
-Nada, que tengo miedo de que cuando te recibas te mueras de hambre.
-Viejo, ¿no pensaste en la posibilidad de que tu hijo fuera bueno en lo suyo y triunfara?
-¡Si, por supuesto¡ Yo sé que tenés mucho talento, muchísimo, sos un genio, pero en este país se han malogrado tantos cerebros...
-Bueno, entonces me iré a buscar trabajo a la Unión Europea.
Estas conversaciones normalmente culminan con un CON VOS NO SE PUEDE HABLAR.
Cuando me fui justo llegaba un amigo de la pareja integrada por la rubia y el gritón. Como los otros, estaba desnudo.
























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