jueves, agosto 17, 2006

ME ACCIDENTE CON LA MOTITO

Resumen de lo publicado: La semana pasada renuncié a mi trabajo en una inmobiliaria y me empleé en una pizzería como repartidor.

La segunda noche de trabajo fue desastrosa. Todo porque en el barrio de Providencia nadie respeta los semáforos. Y de noche es peor. Para colmo (de males) llovía y la calzada estaba resbalosa. Mi motito fue impactada duramente por un automóvil negro, dio una vuelta de campana y no me rompí la crisma porque Dios es grande. Luego, choqué, me lastimé todo, y mi motito se inutilizó, siempre porque Dios es grande. Es un silogismo, no una opinión. La pizza que llevaba en mis alforjas se transformó en un calzone por efecto de la voltereta que pegó al salir por la portezuela del cajón térmico y el subsiguiente aplastamiento bajo mi propio cuerpo. Llegué a mi casa cuando mi esposa estaba durmiendo e intenté quitarme la ropa embarrada, sangrada y rota. No quería que nadie me viera. Me dolía todo el cuerpo. Mi hijo, desde su habitación escuchó mis pasos, o mejor dicho, el arrastrar de mis pies y me vino a ver. Me ayudó a desvestirme y me llevó al baño. Yo casi no podía caminar aunque creo que no se me rompió nada.
-Viejo, te hiciste mierda –diagnosticó Matías-.
Ya en la cocina, mientras bebía un tazón de sopa caliente, el chico se quedó a mi lado mirándome sorber en silencio, gesto que un padre valora y atesora como un recuerdo precioso. Le conté del choque que se produjo cuando transportaba una primavera y media docena de empanadas. Un coche cruzó la bocacalle con la señal roja y me dio en el medio.
-Pero tu madre no tiene que saber de esto porque se va asustar mucho. Va a decir que un día me voy a morir en la calle y todo eso...
-No sé cómo se lo vas a ocultar. Las minas se dan cuenta de todo. Me acuerdo de un capítulo de El show de Dick van Dyke, de 1963. Se llamaba No viajes a la montaña. Robert Petrie, el personaje central de la serie...
-La conozco a la serie, pibe, yo nací antes que vos.
-El tipo quería ir a la montaña a esquiar, y su esposa Laura tenía miedo de que se lastimara. Además había soñado que se accidentaba. Pero él se sale con la suya, de puro caprichoso, como vos algunas veces, viejo, y se pega tremendo palo. Cuando llega a la casa, todo golpeado, le oculta a su mujer que está hecho mierda, como querés hacer vos. Lo único que no le dolía, le dijo a su amigo Jerry, eran los labios.
Mi hijo es estudiante de la carrera de director cinematográfico. O mi vida es muy emocionante o el muchacho me tiene podrido con sus comparaciones cinematográficas. El muchacho tiene una colección de devedés de películas y series de televisión que cubren por completo dos paredes de su dormitorio. Eso lo heredó de mí, que colecciono toda clase de objetos en forma compulsiva y es motivo de muchas sesiones con mi analista. Pero ahora disfrutaba de su compañía. Casi nunca lo puedo ver. El chiquilín postergó quizás un muy buen momento de play station para quedarse conmigo y compararme con Dick van Dyke. Qué tierno cuando me da consejos, aunque sé que, como todos los hijos a partir de la adolescencia, me desprecia un poco. O bastante.
-¿Y cómo quedó la motito? –me preguntó-.
-La tuve que traer en tres viajes.
-Ah.

Cuando me acosté mi señora me preguntó que qué me había pasado.
-Nada –le contesté al borde del llanto por el dolor de todo el esqueleto-. ¿Por?
-Por la manera en que te acostaste. Cuando estás normal, depositás el cuerpo de una sola vez sobre el colchón. En cambio, cuando te duele algo, primero te sentás muy lentamente y después vas subiendo a la cama las extremidades inferiores, una por una, ayudándote con las manos, como hiciste ahora.
-Lo hice para no despertarte. Vos sabés bien que cuando uno se acuesta en un sector del colchón repercute en el otro.
-Pero además de todo lo que te dije, me di cuenta por los ayes que reprimías a medida que te ibas acostando.
Las mujeres intuyen todo. Y además, deducen.





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