COLECCIONO DE TODO
Desde que era apenas un retoño me gustó coleccionar objetos. Genéricamente los denomino objetos porque son tan variados y de tan distinto origen que no encuentro otro término que los englobe debidamente. Así es como he venido acumulando a través de mi vida, que ya no es corta, toda clase de cosas inútiles, algunas de mediana utilidad y otras, que ya iré difundiendo, de un valor incalculable. Las de menor importancia no tienen precio, es decir, están fuera del comercio, en consecuencia no valen nada. Son las que mi mujer insiste para que las tiré a la basura. En períodos de infortunio, a las importantes me ruega que las venda. Pero jamás podría vender esa casaca que vistió Francéscoli en el año 85, por ejemplo. O la de la selección argentina que vistió Ayala en el momento en que erró ese penal, malaya suerte. Antes de hacerlas plata me bebo un sorbo de riachuelo. Hoy me complazco en presentar parte de mi colección de cajitas de fósforos. Tengo miles de ellas, de todas partes del mundo. Centenares de cajas llenas de cajetillas y carteritas ocupan varias estanterías de uno de los cuartos de mi casa que destino a las colecciones. Atesoro algunos objetos que no parecieran susceptibles de coleccionarse y también tengo colecciones de cuya existencia nadie conoce y que daré a publicidad cuando mi analista termine de convencerme de que no es vergüenza juntar ese tipo de material. Por ahora las mantengo en un secreto que por momentos me abruma. Hay ocasiones en que siento la necesidad de contarles a mis amigos y parientes los objetos que acopio. Pero, aunque lo intento, no me sale. Me da calor. Quizás, a medida que vaya tomando confianza lo pueda divulgar y deje atrás mi cortedad. No se puede ser tan pavo.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home