sábado, agosto 05, 2006

estejulioesuno

Sábado 5 de Agosto de 2006
FUTBOL, GRACIAS AL CIELO
Hoy es día de fútbol y así será hasta que fenezca el domingo, de fútbol mirado, jugado, comentado y sufrido. Quien esto escribe es un muchacho de 53 años que participa en un torneo representando al club de su barrio. ¡Un viejo de 53 jugando al fútbol! Bueno, tanto como jugando al fútbol... Y tanto como un viejo... Ni poco ni demasiado... Me entusiasmé con los puntos suspensivos... Va por última vez... Esto que practicamos los que nacimos en la década de los cincuentas sería un remedo de balompié y como tal tiene bastantes puntos de contacto con el "verdadero fútbol" que es el que practican nuestros profesionales de la primera a, be, ce, de, etcétera, muchos de los cuales llegaron a jugar mundiales y los perdieron. Esos puntos de contacto se relacionan con la vestimenta, el vestuario y los códigos. Vestimenta: la indumentaria que vestimos los que jugamos en estas esforzadas y humildes ligas, con campos de juego donde no crece ni una miserable brizna de pasto, donde el barro es el hábitat natural, es muy similar a la de los profesionales. Las medias y los pantaloncitos, incluso, llegan a ser de las mismas megamarcas (cuando se trata de futbolistas pudientes que van al shopping y se compran lo último de lo último) y ni hablar de los botines, que los cincuentones nos estamos animando a usar en su novedosa variedad polícroma. A los que empezamos nuestras carreras con los Sacahispas, Sportlandia o Fulvence (pura calidad) parece habérsenos acabado todo temor al ridículo y no nos tiembla el pie para calzarnos esos amariconados zapatos colorados o plateados. En cuanto al vestuario, hasta las instituciones más humildes cumplen con los requerimientos básicos: ducha, casilleros y bancos largos para vendarse y cambiarse. Estos pringosos cuartuchos se emparejan con los vestuarios del primer mundo futbolístico también por los diálogos que allí se suscitan, esto es, el vestuario tomado no ya como ámbito aglutinante sino como espacio de intercambio humano. Es lo que se denomina habitualmente tener vestuario. Cuando escuchamos decir de alguien que tiene vestuario no está referido a que en su residencia, el afortunado dispone de uno en la zona de la piscina. Se trata de una figura para calificar a ese individuo que se las sabe todas, el que está de vuelta, siempre hablando en términos futbolísticos. Analicemos los diálogos que se suscitan en estos helados camarines y concluiremos en que no hay diferencias sustanciales con los que se escuchan en aquellos que gozan de porchelanato (así se pronuncia) y yacutsi (también ésta es la correcta prounciación), ya sea entre los propios jugadores o entre técnico y deportistas; el entrenador nos pedirá huevos, nos recomendará que juguemos y nos divirtamos, y que estemos ordenaditos. Lo que sí no nos pedirá es que lo hagamos por nuestras familias porque a ellas les importa un ardite lo que intentemos o dejemos de intentar adentro del potrero. Los players, por su parte, se pedirán que se pasen la pelota y que no sean morfones. Por último, los códigos tampoco difieren: no hay que insultar a un compañero cuando se la come (no estamos hablando de elección sexual, el que se la come es aquel que persiste en transportar el útil y aparenta no ver a sus compañeros que corren a la par esperando la descarga), cuando el camarada desvía un penal no hay que putearlo, mientras que por el lado del técnico, éste nunca debe suplantar al jugador que por querer salir jugando perdió la pelota, el contrincante se la quitó y convirtió el gol, me cacho en 10. Nunca hay que reemplazarlo. Nunca. Cuando ello ocurre, en casos excepcionales, los resentidos que se quedaron en el banco murmurarán entre dientes: eso no se hace. Lo escrachó ante todo el mundo (todo el mundo son dos viejitos jubilados que están viendo el partido de puro aburridos) Como se puede apreciar no hay diferencias entre un mundo y otro, podría decirse que son dimensiones paralelas. En la próxima entrada es insoslayable referirse a las diferencias entre fútbol profesional y amateur, en la rama denominada amateur-pregeronte. La primera diferencia surge sola: el aspecto físico. Recomiendo al lector que no se la pierda y la lea de un tirón. Y este es un juego de palabras medianamente ingenioso porque el tirón, precisamente, es el enemigo público número uno del futbolista amateur-pregeronte.
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