LUNES
El lunes uno ya puso a lavar la ropa sudada, ya lamió sus heridas, se levanta de la cama con la dificultad propia de un artrítico confeso y vuelve al yugo.
La oficina donde trabajo es una inmobiliaria que se encuentra en un barrio de clase media y casas de estilo californiano denominado Providencia. Dentro del barrio, existe otro sub-barrio, también de clase media pero con alguna aspiración de pertenecer a una por ahora inesistente clase tres cuartos. El sub-barrio se llama Providence (no confundir: el barrio es Providencia y el sub-barrio, Providence) Este sub-barrio está cerrado y su acceso es a través de una caseta, un portón y guardias de seguridad que solicitan de buena manera una certificación que justifique nuestro ingreso. La inmobiliaria donde trabajo pertenece al señor Roberto Arizmendis, un patriarca de la comunidad providencial, que orillando los setenta y cinco años conserva una lucidez que en ocasiones es exasperante.
El lunes a la mañana llego a la oficina y los vendedores me esperan para tomar el café, que paga el señor Arizmendis cuando llega temprano, cosa que casi nunca sucede.
Mi estado físico dista de ser siquiera regular. Jugué al fútbol el fin de semana y hoy me duele casi todo. Perdí los dos encuentros que disputé y todavía me acuerdo del gol que se perdió el peludo Rodriguez.
El jefe llega casi siempre de mal humor, con una cara de contrariedad que posiblemente reconozca su origen en las continuas demandas de su joven esposa, demandas de tiempo completo cuando se trata del domingo.
El lunes uno ya puso a lavar la ropa sudada, ya lamió sus heridas, se levanta de la cama con la dificultad propia de un artrítico confeso y vuelve al yugo.
La oficina donde trabajo es una inmobiliaria que se encuentra en un barrio de clase media y casas de estilo californiano denominado Providencia. Dentro del barrio, existe otro sub-barrio, también de clase media pero con alguna aspiración de pertenecer a una por ahora inesistente clase tres cuartos. El sub-barrio se llama Providence (no confundir: el barrio es Providencia y el sub-barrio, Providence) Este sub-barrio está cerrado y su acceso es a través de una caseta, un portón y guardias de seguridad que solicitan de buena manera una certificación que justifique nuestro ingreso. La inmobiliaria donde trabajo pertenece al señor Roberto Arizmendis, un patriarca de la comunidad providencial, que orillando los setenta y cinco años conserva una lucidez que en ocasiones es exasperante.
El lunes a la mañana llego a la oficina y los vendedores me esperan para tomar el café, que paga el señor Arizmendis cuando llega temprano, cosa que casi nunca sucede.
Mi estado físico dista de ser siquiera regular. Jugué al fútbol el fin de semana y hoy me duele casi todo. Perdí los dos encuentros que disputé y todavía me acuerdo del gol que se perdió el peludo Rodriguez.
El jefe llega casi siempre de mal humor, con una cara de contrariedad que posiblemente reconozca su origen en las continuas demandas de su joven esposa, demandas de tiempo completo cuando se trata del domingo.
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