jueves, octubre 05, 2006

EL ASADO DE LOS NONOS

En el grabado de arriba puede apreciarse que, por encima de la carne vacuna, se ha colocado un suplemento deportivo del gran diario argentino y un cartón. Se trata de una nueva tendencia parrilleril que busca que el calor que emana de las brasas no ascienda por la chimenea y, posteriormente, la atmósfera, sino que “choque” contra el periódico y se mantenga en la zona cárnea de modo que la temperatura alcance la parte superior del cadáver de la vaca y así el asado se cocine más rápidamente, en lugar de tener que darlo vuelta varias veces.
...
El asado transcurrió dentro de un clima distendido y amable, favorecido por la última victoria de nuestro equipo de fútbol, que representa al club AFAP (Asociación Fútbol y Amistad en Providencia). Todos mis compañeros me preguntaron cómo estaba y la verdad es que todavía me duele la cintura y tengo en duda mi presencia para el próximo partido. El peludo Rodríguez llegó tarde y se presentó con su guitarra a manera de mochila, haciéndose el cancherito. La mayoría de los muchachos aplaudieron aunque Ricardo me aseguró que nadie le había pedido que hiciera un show. En mitad de la cena el oso Ribero se paró, se quitó la servilleta, pidió silencio y dijo:
-Muchachos, voy a darles una noticia maravillosa que quiero compartir con ustedes.
Introducción eficaz que hizo acallar las voces, suspender los masticaciones y acelerar las degluciones en trámite.
-Muchachos… Voy a ser abuelo.
Más aplausos. Chiflidos por los que conocen la técnica. Abrazos. Y luego, segundos de reflexión en el que todos nos sentimos bastante más viejos de lo que somos, que ya somos lo bastante viejos. El clima ganó en euforia y el vino abandonó más velozmente las botellas. Y eso que era un vino muy malo. A quién se le ocurre encargar la compra de la bebida a uno que es abstemio y además amarrete. No quiero hacer nombres pero el miserable compró un petróleo de dos pesos con cincuenta verdaderamente intomable. No quedó una botella.
Y cuando el peludo comenzaba a desenfundar la mandolina para cantar acaso alguna canción sentimental de Perry Como, dedicada al futuro nieto, o nieta, del oso, se levantó de la silla mi amigo Ricardo Ditro, con su copa enhiesta y declaró, con el rostro algo apocado, achuchado, pachucho:
-Yo también voy a ser abuelo.
Más aplausos, más besos, brindis con ese líquido repugnante productor de futuros dolores de cabeza.
Ricardo Ditro abuelo. Dos abuelos en una misma noche. Y yo que dije que me iba a un asado con los muchachos. ¿Qué muchachos? Un asado con los viejos. ¿Qué hago con este blue jean? Y esta remera con un dibujito en el pecho. Y estas zapatillas multicolores. Para qué me hago el purrete. Me fui a casa con un espantoso recrudecimiento de mis dolores de cintura, espalda, etcétera. No quieran saber cómo estaba Ricardo Ditro, el abuelo.
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