HOMENAJE A CHRISTIAN BACH
En la facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires había dos bibliotecas, una en la que se podía hablar, llamada “parlante” y otra en la que estaba vedada la charla, denominada “silenciosa” En la silenciosa, cada media hora se producían tres minutos de jolgorio que podían nacer de un pequeño chispazo, como ser una tos a la que seguía otra tos, y después se iban sumando más y más toses falsas. Todo terminaba con gritos, risas y breves momentos de charla hasta que el chistido de alguno llamaba a silencio. En la biblioteca parlante, resulta tonto aclararlo, se podía hablar todo lo que se quisiera y estaba destinada a aquellos estudiantes que necesitan leer el texto en voz alta para que “les quede”. Yo creo que ni una ni otra era visitada por cierta estudiante crónica, que así se llamaban, y creo que aun se llaman, a aquellos que se pasan la vida en la facultad y hacen un par de materias por año sólo para conservar la condición de regular. Pero no abandonan por la vida social intensa y divertida que palpita fuera de los claustros, en los pasillos, en el bar, durante las tomas por los compañeros de SITRAC SITRAM, etcétera. Entre esas estudiantes crónicas había una tremenda chica llamada Christian Bach, que en ese entonces era una aspirante a actriz y estaba más buena que dos porciones de muzza en El Imperio, con un moscazo bien frío. Y traete un cacho de faina. Ella solía usar unos joggings Olimpia que atestiguaban con perfecta veracidad sus increíbles formas. Christian era una gran animadora en Derecho, que en ese entonces para muchos era un club con facultad antes que una casa de altos estudios. Es que el viejo edificio de la Avenida Figueroa Alcorta tenía cancha de basquet, gimnasio, pileta de natación y hasta una peluquería, además de un bar donde el intercambio humano bullía entre clase y clase y los encuentros eran placenteros y prometedores. Uno podía sentarse en cualquier mesa donde hubiera una silla desocupada sin importar que hubiera gente en las demás. Eso posibilitaba el nacimiento de vínculos muy saludables y nutricios, no necesariamente en orden a una mejor preparación académica. Escena típica: una desconocida compañera de mesa deja ver entre sus papeles un tratado de Borda (Contratos). Ocasión como media Ciudadela para que el galán inicie una conversación: “Ah, Civil III, ¿ en qué comisión estás?” Las dulces muchachas en flor siempre contestaban. Con un buen encauzamiento de la plática uno tenía ya formada una pareja para el menester que quisiera, desde estudio en la biblioteca parlante hasta cama en alguno de los hoteles de La Recoleta. A propósito de Borda, digamos que me refiero al célebre civilista doctor Guillermo Borda, unos de los juristas más importantes del país, ya fallecido. Fue este tratadista y jurisconsulto ministro del Interior en tiempos de la usurpación militar comandada por Onganía. Una ley lleva su nombre, la 17.771, que fue modificatoria del Código Civil de Vélez Sarsfield. Digo ley 17.771 aunque para mi módico conocimiento una ley es aquella dictada por un Congreso, y en ese entonces no existía Congreso, excepto una estación de subte del mismo nombre. Pero, bueno, esa “ley” quedó eternizada como la ley “Borda”. Así habrá de ocurrir cuando próximamente reformen el Código Civil, reforma que seguramente será denominada Ley Kirchner o Fernández de Kirchner, aunque esta ley, claro, será promulgada con todas las de la ley. Pero que haya una ley con tu nombre no dice demasiado tampoco: el doctor De la Rúa, que tuvo una presidencia fallida, casi un blooper en materia de presidencias, tuvo y tiene una ley llamada “ley De la Rúa”, que es la ley de violencia en el deporte. Y no creo que sea más feliz por eso. Hay gobiernos que son bloopers y otros que son directamente programas enteros de Tinelli. Pero esta chica, Christian Bach, que supo ser hija de una gran bailarina llamada Adela Adamova, y que estaba excelente por donde se la mirase, ya comenzaba una tímida carrera “artística” por lo que sus estudios necesariamente debieron haberse resentido, cosa que no parecía preocuparle a juzgar por su actitud de joggings estrechos. Ella entraba en el bar de la facultad con esa indumentaria Olimpia o Diportto y los hombres abandonaban sus apuntes, sus ravioles o lo que fuese para mirarla y cantar, ¿qué talle usás nena? Y ella contestaba: uso talle Reducín. En el año 1977 Christian fue contratada por la productora de Palito Ortega, llamada Chango, para hacer una película sobre lo buena que era la policía en tiempos de usurpación del poder por medio de las armas comandada por los bandidos Massera y Videla. Pero la soberbia Christian aparecía la mayor parte del filme vestida con el horrible uniforme azul de la policía y su belleza se disimulaba harto. Pero en la “facu” aparecía vestida con los conjuntos deportivos y sobresaltaba a la monada hasta hacerles cae al piso los códigos y los apuntes de Torres Neuquén. Por fin la chica fue contratada en México para realizar una telenovela. Y se quedó allí para siempre. Contrajo matrimonio casó con un famoso actor azteca llamado Humberto Zurita, que protagonizó la famosísima novela El derecho de nacer, haciendo el papel de Alberto Limonta, aquel al que la vieja que lo cuidase con amor supremo solía pedirle “No te alteres, Albertico."
2 Comments:
Un tantico meandroso, y con mucha digresión, pero interesante al fin.
Esa era un poco la idea, contar varias cosas que me iban surgiendo. Un abrazo!
Publicar un comentario
<< Home