LAS FLORES DEL BIEN
Hoy hubiera necesitado un ayuda de cámara que me vistiera. Le hubiese pagado un buen emolumento y obligado a que me dijera niño Julio. No me podía mover. No era capaz ni de ponerme las medias. Tan dolorido quedaron mis huesos después de dos (2) partidos de fútbol al máximo nivel competitivo jugados en menos de un día. El cuento es así: los integrantes del equipo de fútbol de la asociación de fomento fuimos invitados a jugar dos partidos en la localidad bonaerense de Las Flores, ciudad fundada en 1856 por el señor Manuel Venancio Paz, distante unos 190 kilómetros de mi casa. Un partido el domingo y otro el lunes. Qué reto. Nuestra delegación no era muy numerosa, apenas 14 muchachos, todos mayores de 50, salvo el golero que tiene 40, algunos de casi sesenta y uno que acaricia los setenta. Es decir la ruina física y mental en su máxima expresión. Pero la pasión futbolera es como una inyección que cura todos nuestros males o, cuanto menos, los anestesia. Llegamos a Las Flores a las doce treinta del domingo, fuimos a reconocer la cancha donde se llevaría a cabo el encuentro deportivo. El field se encuentra en un estadio llamado Centro de Educación Física Número 6 “Orestes Propato” Complejo Amadeo Duche. Más tarde la delegación se dirigió al hotel denominado Residencial Baló donde nos registramos, nos distribuimos en las piezas y comimos frugalmente. Nos tocó el segundo partido, pasadas las cuatro de la tarde, contra un representativo de la ciudad de Las Flores que nos ganó por la mínima diferencia gracias a un gol que fue consecuencia de una chambonada de nuestro golero y uno de nuestros defensores, de quienes no diremos sus nombres sino sus nacionalidades (El Turco y El Gallego 2. Hay un El Gallego 1, que también tuvo participación en la desgraciada jugada) Fue lo que se denomina técnicamente un gol boludo. Y defensor y golero fueron acusados de dormidos, caídos del catre o, simplemente, boludos, por ser los productores directos del gol boludo. Es injusto que, así como al que se hace un gol boludo se le llama boludo, al que convierte un gol lindo no se le llame lindo. Una vez finalizada la brega regresamos velozmente, en nuestras modernas unidades, hacia el hotel residencial para bañarnos, siguiendo aquellas instrucciones del gran relator fallecido José María Muñoz, que solía decir, vaya a las duchas, no se me enfríe. A la noche, previo a la cena agasajo con que nos convidaron los anfitriones, fui a recorrer la ciudad con algunos compañeros, en especial el corazón de todo pueblo que es su plaza y su iglesia. Allí, la comunidad se reúne para practicar la liturgia y agradecer a Dios por el precio de la soja. Después volvimos al complejo deportivo donde nuestro espléndido anfitrión de Las Flores, conocido como El Tano, nos convidó con un cordero asado que supo a gloria. Si Dios existe debe tener sí o sí la forma y la cocción de esos corderos que crepitaban en el asador y que serían, en tal caso, los famosos corderos de Dios. Al día siguiente, el nueve de julio, debíamos jugar el segundo partido con un plantel reducido ya que tres integrantes se volvieron en la primera jornada, dejando un equipo diezmado y cansado. Luego del formidable banquete vinieron los discursos a cargo de un integrante de nuestro equipo, uno del equipo de Necochea que también fue invitado al evento y, en representación de Las Flores, El Tano. Fueron todas palabras muy sentidas y provocaron la emoción de sus oradores a quienes se les quebró la voz. No así a nuestro discursante que conservó un tono uniforme sin esos gallos que indican que el hablante está por romper a llorar. Luego, lo recomendable era dirigirse al hotel, acostarse temprano y procurarse un buen descanso que colaboraría para un desempeño razonable en la competencia del día siguiente. En el día de la patria nos levantamos temprano y tomamos el desayuno en el residencial Baló ( Ruta 3 Km 186,900) Posteriormente nos vestimos para el partido número dos a disputarse en el mismo escenario del día anterior pero con un frío, hermano, que te calaba los huevos. Nuestro equipo tenía pocas posibilidades de ganar porque venía de un juego previo de hacha y tiza el día anterior y nuestros cuerpos fláccidos no pueden resistir un esfuerzo a menos de 24 horas de otro. Somos personas al borde de la ancianidad. A mí me dolía casi todo, pero lo peor es que cuando me calcé los botines me di cuenta que los dedos de mi pie derecho estaban destruídos por un choque que había tenido en el partido del domingo y no podía caminar. ¡Emergencia! No podía caminar y en minutos tenía que jugar un partido, es decir, correr, que viene a ser caminar rápido. Para colmo éramos once justos. Solamente el futbolista sabe la angustia que supone saltar a la grama y darse cuenta de que no puede ni caminar. Tomé entonces una decisión drástica. Me quité el botín derecho y en ese pie de dedos machucados y uñas convertidas en negras conchas de mar me calcé la zapatilla amable. Esa con la que me desplazo en la vida de civil. Es cómoda y no me aprieta el pie. Con ese calzado dejaron de dolerme los reroruros. Para el que tiene menos de cincuenta le informo que reroruros quiere decir dedos duros. Así pude jugar aliviadamente y terminar un partido que para todos fue una tortura física. Nuestros cuerpos estaban endurecidos, laxos, inconexos, ahítos. Así y todo nadie terminó lesionado, pudimos completar una actuación digna y nos ganamos los fideos con los que nos volvió a agasajar El gran Tano, en el almuerzo previo a la partida, unos para Necochea, los otros para nuestro humilde pueblecito cerca del histórico Palomar de Caseros. El Tano es un rico y extraordinario personaje que podemos conocer gracias a este juego, que hace que nuestros familiares y amigos no futboleros estén convencidos de que estamos locos. El Tano es un ex jugador de fútbol profesional y preparador físico que contó extraordinarias anécdotas mientras mantenía llenos los platos y los vasos. Pero eso será tema para otras entradas de este chispeante blog. Regresamos a nuestros hogares al atardecer del lunes con la sensación de que algún día contaríamos a nuestros de cuando estos viejitos jugaron dos partidos completos de fútbol en cancha de once en menos de diecisiete horas. Eso bien podría ser dentro de un rato porque muchos de estos muchachos ya tienen nietos. Pero no creo que les interese.
El título de esta entrada es un jueguito de palabras que el autor hace con Las flores del mal, título de la célebre obra poética de un escritor francés llamado Carlos Baudelaire.
Hoy hubiera necesitado un ayuda de cámara que me vistiera. Le hubiese pagado un buen emolumento y obligado a que me dijera niño Julio. No me podía mover. No era capaz ni de ponerme las medias. Tan dolorido quedaron mis huesos después de dos (2) partidos de fútbol al máximo nivel competitivo jugados en menos de un día. El cuento es así: los integrantes del equipo de fútbol de la asociación de fomento fuimos invitados a jugar dos partidos en la localidad bonaerense de Las Flores, ciudad fundada en 1856 por el señor Manuel Venancio Paz, distante unos 190 kilómetros de mi casa. Un partido el domingo y otro el lunes. Qué reto. Nuestra delegación no era muy numerosa, apenas 14 muchachos, todos mayores de 50, salvo el golero que tiene 40, algunos de casi sesenta y uno que acaricia los setenta. Es decir la ruina física y mental en su máxima expresión. Pero la pasión futbolera es como una inyección que cura todos nuestros males o, cuanto menos, los anestesia. Llegamos a Las Flores a las doce treinta del domingo, fuimos a reconocer la cancha donde se llevaría a cabo el encuentro deportivo. El field se encuentra en un estadio llamado Centro de Educación Física Número 6 “Orestes Propato” Complejo Amadeo Duche. Más tarde la delegación se dirigió al hotel denominado Residencial Baló donde nos registramos, nos distribuimos en las piezas y comimos frugalmente. Nos tocó el segundo partido, pasadas las cuatro de la tarde, contra un representativo de la ciudad de Las Flores que nos ganó por la mínima diferencia gracias a un gol que fue consecuencia de una chambonada de nuestro golero y uno de nuestros defensores, de quienes no diremos sus nombres sino sus nacionalidades (El Turco y El Gallego 2. Hay un El Gallego 1, que también tuvo participación en la desgraciada jugada) Fue lo que se denomina técnicamente un gol boludo. Y defensor y golero fueron acusados de dormidos, caídos del catre o, simplemente, boludos, por ser los productores directos del gol boludo. Es injusto que, así como al que se hace un gol boludo se le llama boludo, al que convierte un gol lindo no se le llame lindo. Una vez finalizada la brega regresamos velozmente, en nuestras modernas unidades, hacia el hotel residencial para bañarnos, siguiendo aquellas instrucciones del gran relator fallecido José María Muñoz, que solía decir, vaya a las duchas, no se me enfríe. A la noche, previo a la cena agasajo con que nos convidaron los anfitriones, fui a recorrer la ciudad con algunos compañeros, en especial el corazón de todo pueblo que es su plaza y su iglesia. Allí, la comunidad se reúne para practicar la liturgia y agradecer a Dios por el precio de la soja. Después volvimos al complejo deportivo donde nuestro espléndido anfitrión de Las Flores, conocido como El Tano, nos convidó con un cordero asado que supo a gloria. Si Dios existe debe tener sí o sí la forma y la cocción de esos corderos que crepitaban en el asador y que serían, en tal caso, los famosos corderos de Dios. Al día siguiente, el nueve de julio, debíamos jugar el segundo partido con un plantel reducido ya que tres integrantes se volvieron en la primera jornada, dejando un equipo diezmado y cansado. Luego del formidable banquete vinieron los discursos a cargo de un integrante de nuestro equipo, uno del equipo de Necochea que también fue invitado al evento y, en representación de Las Flores, El Tano. Fueron todas palabras muy sentidas y provocaron la emoción de sus oradores a quienes se les quebró la voz. No así a nuestro discursante que conservó un tono uniforme sin esos gallos que indican que el hablante está por romper a llorar. Luego, lo recomendable era dirigirse al hotel, acostarse temprano y procurarse un buen descanso que colaboraría para un desempeño razonable en la competencia del día siguiente. En el día de la patria nos levantamos temprano y tomamos el desayuno en el residencial Baló ( Ruta 3 Km 186,900) Posteriormente nos vestimos para el partido número dos a disputarse en el mismo escenario del día anterior pero con un frío, hermano, que te calaba los huevos. Nuestro equipo tenía pocas posibilidades de ganar porque venía de un juego previo de hacha y tiza el día anterior y nuestros cuerpos fláccidos no pueden resistir un esfuerzo a menos de 24 horas de otro. Somos personas al borde de la ancianidad. A mí me dolía casi todo, pero lo peor es que cuando me calcé los botines me di cuenta que los dedos de mi pie derecho estaban destruídos por un choque que había tenido en el partido del domingo y no podía caminar. ¡Emergencia! No podía caminar y en minutos tenía que jugar un partido, es decir, correr, que viene a ser caminar rápido. Para colmo éramos once justos. Solamente el futbolista sabe la angustia que supone saltar a la grama y darse cuenta de que no puede ni caminar. Tomé entonces una decisión drástica. Me quité el botín derecho y en ese pie de dedos machucados y uñas convertidas en negras conchas de mar me calcé la zapatilla amable. Esa con la que me desplazo en la vida de civil. Es cómoda y no me aprieta el pie. Con ese calzado dejaron de dolerme los reroruros. Para el que tiene menos de cincuenta le informo que reroruros quiere decir dedos duros. Así pude jugar aliviadamente y terminar un partido que para todos fue una tortura física. Nuestros cuerpos estaban endurecidos, laxos, inconexos, ahítos. Así y todo nadie terminó lesionado, pudimos completar una actuación digna y nos ganamos los fideos con los que nos volvió a agasajar El gran Tano, en el almuerzo previo a la partida, unos para Necochea, los otros para nuestro humilde pueblecito cerca del histórico Palomar de Caseros. El Tano es un rico y extraordinario personaje que podemos conocer gracias a este juego, que hace que nuestros familiares y amigos no futboleros estén convencidos de que estamos locos. El Tano es un ex jugador de fútbol profesional y preparador físico que contó extraordinarias anécdotas mientras mantenía llenos los platos y los vasos. Pero eso será tema para otras entradas de este chispeante blog. Regresamos a nuestros hogares al atardecer del lunes con la sensación de que algún día contaríamos a nuestros de cuando estos viejitos jugaron dos partidos completos de fútbol en cancha de once en menos de diecisiete horas. Eso bien podría ser dentro de un rato porque muchos de estos muchachos ya tienen nietos. Pero no creo que les interese.
El título de esta entrada es un jueguito de palabras que el autor hace con Las flores del mal, título de la célebre obra poética de un escritor francés llamado Carlos Baudelaire.
4 Comments:
Debería llamarse "El Mal de Las Flores".
Es una opción. Gracias
o sea que la pasaron reeeebommba !!! Felicitaciones, son buenos de verdad !
la pasamos muy bien, como siempre. Aunque faltó Gj, personaje sustancial del grupo.
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