SOBRE LOS EFECTOS DEL VIENTO NORTE EN LA PSIQUE HUMANA
APUNTES DE UN VIAJE A NECOCHEA JUNTO A UN GRUPO DE MUCHACHOS QUE VAN A JUGAR AL FÚTBOL CONTRA EL CLUB DEL VALLE DE LA MISMA CIUDAD.
Salí de casa el sábado a las cinco menos once a eme. Un minuto después, frente a mi domicilio un muchacho fue agarrado entre varios y molido a patadas y trompadas. Mi mujer escuchó los gritos de los agresores y los ayes del agredido y me llamó desesperadamente al celular. En ese momento yo ya me encontraba junto a la delegación de futbolistas y no me había enterado de nada. Mientras yo decía buenos días a mis compañeros, mi mujer llamaba al 911. Por fin se llevaron al casi muerto en una ambulancia. La vereda de la plaza de enfrente quedó regada de sangre. Pero aún era temprano para la llegada del funcionario que limpia la plaza en el marco del plan Argentina Trabaja. A diez cuadras de allí, entretanto, yo comenzaba mi periplo junto a la caravana de la esperanza. Las cinco de la mañana es un buen horario porque se sale con la fresca y se evitan las aglomeraciones en la autopista, muy esperables en un fin de semana largo. Llevábamos nuestros bolsos cargados de ilusión, las mochilas llenas de anhelos y los neceseres llenos de medicamentos. Para la presión, la gastritis, los dolores de barriga, de cabeza, analgésicos para los dolores de patadas y musculares, pastillas para dormir, laxante paraca y carbón paranoca. Y quizás pastillas de otros colores. Al llegar a Necochea, justo antes del hermoso puente sobre el río Quequén, que está cerrado por reparaciones, hicimos una visita a la peluquería del portugués, uno de los baluartes del equipo contrario que nos mostró su establecimiento y las fotos de cuando era jugador de fútbol y también comentarista. Llegamos al mediodía al hotel luego de un placentero viaje sin incidentes que comentar. Los autos funcionaron de manera impecable. Nadie se perdió. Cuando salimos de la parada para desayunar cada conductor recogió a sus pasajeros asignados y no se olvidó a ninguno. En el hotel, llamado Necochea, apenas nos registramos, revoleamos los bolsos (cargados de ilusión) y salimos a almorzar porque estábamos muertos de hambre para nuestra primera comida sin censuras. Comimos con la sola ausencia de un integrante y de allí a la playa. Varios se quedaron durmiendo la siesta. Recuérdese que nos habíamos levantado con River (con las gallinas) y que, además, somos gente mayor. Pero yo volví al hotel apenas para calzarme el traje de baño, vaciar la mochila (llena de anhelos) donde colocaría la toalla y encaminarme en ojotas hacia la playa. En la playa bastante poblada me arrojé al mar que estaba fresco fresco. Pasado un rato inmerso, o te morís o te acostumbrás. Y acá estoy alive and kicking. La tarde gozaba de 27 grados. El astro rey estaba a pleno y sonreía como en la propaganda donde el sol contestó sonriente: ¡ja, ja!, me los limpio con Odol.. Chicas lindas bailando a go-go.. Y tejo. Somos hombres con tendencia a la vejez así que a jugar al tejo. Yo pocas veces he jugado a este jueguito de alfajores de madera. Mi desempeño fue pésimo con serio riesgo de partirle la cabeza de un maderazo a algún bañista. Después, sí, el picadito playero. Torsos desnudos, panzas flameantes y a eludir contrarios y viejas despavoridas.. Ello constituiría un buen entrenamiento con vistas a la competencia programada para el día siguiente. Una vez agotados los cuerpos y ampolladas las plantas de los pies, otra vez al mar. El roce con la arena te quema las plantas de los pies, como en Trinidad Tobago. El agua seguía fría. Pero los pescaditos saltaban, la tarde estaba preciosa y las chicas merecían una canción de los Beach Boys. Cerca de las cinco de la tarde, otra vez al hotel. Un poco de descanso, televisión y el partido de River que juega tan mal como siempre pero que lo tiene a Trezeguet. ¿Qué hace Trezeguet en ese equipucho? Bah, pelito pa la vieja Reynoso. A la noche a comer pulpetines, cazuelas, mejillones, ostras, medusas, y otros productos que salen de las conchas marinas. La mayoría, luego de lastrado y libado se fue a las habitaciones porque al día siguiente teníamos el trascendental match contra Del Valle, equipo al que no le habíamos podido ganar nunca. Y mirá que es bravo decir nunca cuando tenés más de 50. Domingo. Desayunamos temprano. Luego, al vestíbulo del hotel (no me gusta decir lobby), a atender al coach, que a su vez es back quien, como siempre, dio la charla técnica, la arenga y el mensaje para la juventud. Como es tradicional, pronunció la alocución con la pelota en la mano, a la manera de un Hamlet del soccer. Llegamos al precioso estadio del club del Valle donde nos cambiamos, saltamos al campo de juego, hicimos la calistenia previa y la clásica foto de cada equipo, por separado, primero, y luego de todos juntos. Nuestra hinchada doblaba en número a la contraria, algo insólito teniendo en cuenta que éramos visitantes. Ellos tenían cero hinchas y nosotros dos. El hijo del zurdo no puede considerarse como hincha (lo que hubiera elevado a tres el número de nuestra barra) puesto que fue acreditado como chasirete en campo de juego. El juez pita. Acaba el faso y comienza el juego. Los primeros minutos nos meten en un arco. Después se complica. ¡ Penal a nuestro favor!. ¡Travesaño!. Después de diversas y apasionantes alternativas el partido termina. Tampoco vamos a relatarlo íntegramente. Todos a las regaderas. Posteriormente vino el almuerzo de ambos equipos que es una variante criolla del tercer tiempo rugbístico. Es el momento para que se aplaquen las iras, se limen las asperezas, se pidan las disculpas por las patadas infligidas y se acepten. Como por arte de encantamiento, los codazos de hace un rato se han transformado en impulsos que se toman con los brazos para saltar mejor. Qué carne deliciosa, qué vinito, qué ensaladas. Todo en un salón con grandes ventanales y una vista única al río Quequén. Y la hospitalidad de los necochenses. No soy amigo de los discursos así que qué suerte que no los hubiera. Apenas un par de palabras mezcladas con cachadas. No más que eso. Después volví a la playa porque el domingo estaba como para seguir tomando baños de mar y caminar buscando en vano tu nombre entre la arena. Viento norte y aguas calmas. El viento norte es llamado el viento de los locos. Tal vez por eso, durante el partido todo nuestro equipo estaba como loco. Un insulto por aquí, un ninguneo por allá. Una frase que se utiliza mucho en estos casos: ¡Pero este tipo no puede jugar! El viento norte se origina por un sistema de alta presión que nace en Brasil y viene con mucha temperatura y sin humedad. El problema con este viento, que tan nerviosos nos puso durante la estadía en Necochea, es causado por un componente que se llama ION. Los iones son una partícula que abunda en la atmósfera y que contienen una gran carga eléctrica (¡Largala, la p. que te p.!) Estos iones pueden tener signo positivo o negativo (¡Este tipo no puede patear los penales!) El viento norte, al rozar la tierra, por efecto de la fricción, va tomando una gran carga de iones positivos. La ionización del ambiente ejerce una notable influencia sobre el comportamiento humano y animal. Por contrario imperio, la ionización negativa produce comportamientos agradables, simpáticos, tiernos, dame un beso, dale.. La ionización positiva exacerba las ganas de pelear y discutir (¡Cómo vamos a ganar con esta manga de troncos en la cancha!) y puede provocar enfermedades. No es leyenda ni mito, entonces, la influencia del viento norte sobre el carácter podrido (¡Vos sos un chupamedias del técnico, por eso jugás!). Es bien científico, no estoy hablando pavadas, no me hagas poner nervioso. Bueno, pero habíamos quedado en que el mar estaba calmo, era una pelopincho, las olas recién se formaban al llegar a la playa. En consecuencia, detrás del débil encaje espumoso se formaba una sutil piscina como para flotar cual salchicha chisap en su tachito de hojalata. El agua seguía fresquecita, posibilitando una buena recuperación de la musculatura y una seguidilla de pensamientos positivos que te hacen creer que la vida es linda. A la vuelta vimos algunos minutos de fútbol por tevé, una ducha y hacer con los toallones una moquette en el piso del baño. A la noche fuimos todos a comer pizza con cerveza, que es un programa insuperable para el hombre moderno. Allí se discutieron aspectos del partido. Con acaloramiento muchas veces, se conoce que persistían los efectos del viento norte. Disiento con un compañero por conductas mostradas durante la brega y él lanza una frase que hace tiempo no escuchaba: ¡vos tenés tu verdad y yo la mía!. Le contesto que la verdad es una sola. Entonces toma una botella de cerveza y, asiéndola por el cuello, golpea su base sobre la mesa y la deja allí. ¡Zas!. La quiere romper y cortarme la jeta con el culo roto ( de la botella) Pero por suerte no. ¡Qué ves! Me conmina: ¡Qué ves! Dudo. Una botella, le digo, seguro de que es eso el envase que tengo a la vista y que dice Isenbeck. ¡Ves! ¡Ves!, me grita, como si me hubiese agarrado en un renuncio ¡vos ves la etiqueta pero yo no puedo verla ! En efecto, mi compañero, por estar en frente de mí, no veía la etiqueta que decía Isenbeck.. Por allí quería plantear el meollo de su tesis filosófica. Lo mejor, en cualquier caso, era alejarle la botella. A todos los fines. Después del flan nos fuimos a dormir. Al día siguiente armamos los bolsos, ya más livianos porque no había ilusiones ni anhelos (en las mochilas). En el desayuno unos pocos chichonean con la empleada del hotel que nos sirve el café con leche. No me cuesta adivinar el fastidio de la chica por el baboseo de los viejos. Al partir, los cuatro que estábamos en el auto rojo de nuestra caravana (ex de la esperanza) decidimos pasar por Tandil, dulce y hermoso pueblito que fascina con sus montañitas, sus anchas calles y su Ramón Santamarina. Uno de los muchachos quiere comprar salame tandilense. Almorzamos parte de ese salame, al que le agregamos queso tandilense y una naranjada (no tandilense). Había que volver al terruño y era mejor hacerlo sobrios, especialmente el conductor. A la hora del balance, ya cuando los kilómetros que faltan son unas decenas, uno mentalmente ensaya un balance y recuerda los buenos momentos y las pocas miserias, que es reconfortante atribuir al viento norte. Pero lo que más rebobina el cerebro es el extraordinario partido que ganamos por 4 a 3 y que constituyó el primer triunfo contra el club Del Valle, después de tres derrotas y dos empates. Nos tenían de hijos los muchachos de Necochea. Quizás lo sigan siendo el día de mañana, pero esta victoria inobjetable quedará inscripta para siempre con letras de oro entre las más impresionantes hazañas deportivas jamás logradas por este grupo de esforzados veteranos de camiseta verde que representamos a nuestra querida asociación de fomento. Fue tan grandioso nuestro logro que hasta el hombre más amargado del mundo, a quien orgullosamente contamos en nuestro plantel, se alegró. 4 a 3. Si hasta de escribirlo uno se pone bien. Y se calma.
APUNTES DE UN VIAJE A NECOCHEA JUNTO A UN GRUPO DE MUCHACHOS QUE VAN A JUGAR AL FÚTBOL CONTRA EL CLUB DEL VALLE DE LA MISMA CIUDAD.
Salí de casa el sábado a las cinco menos once a eme. Un minuto después, frente a mi domicilio un muchacho fue agarrado entre varios y molido a patadas y trompadas. Mi mujer escuchó los gritos de los agresores y los ayes del agredido y me llamó desesperadamente al celular. En ese momento yo ya me encontraba junto a la delegación de futbolistas y no me había enterado de nada. Mientras yo decía buenos días a mis compañeros, mi mujer llamaba al 911. Por fin se llevaron al casi muerto en una ambulancia. La vereda de la plaza de enfrente quedó regada de sangre. Pero aún era temprano para la llegada del funcionario que limpia la plaza en el marco del plan Argentina Trabaja. A diez cuadras de allí, entretanto, yo comenzaba mi periplo junto a la caravana de la esperanza. Las cinco de la mañana es un buen horario porque se sale con la fresca y se evitan las aglomeraciones en la autopista, muy esperables en un fin de semana largo. Llevábamos nuestros bolsos cargados de ilusión, las mochilas llenas de anhelos y los neceseres llenos de medicamentos. Para la presión, la gastritis, los dolores de barriga, de cabeza, analgésicos para los dolores de patadas y musculares, pastillas para dormir, laxante paraca y carbón paranoca. Y quizás pastillas de otros colores. Al llegar a Necochea, justo antes del hermoso puente sobre el río Quequén, que está cerrado por reparaciones, hicimos una visita a la peluquería del portugués, uno de los baluartes del equipo contrario que nos mostró su establecimiento y las fotos de cuando era jugador de fútbol y también comentarista. Llegamos al mediodía al hotel luego de un placentero viaje sin incidentes que comentar. Los autos funcionaron de manera impecable. Nadie se perdió. Cuando salimos de la parada para desayunar cada conductor recogió a sus pasajeros asignados y no se olvidó a ninguno. En el hotel, llamado Necochea, apenas nos registramos, revoleamos los bolsos (cargados de ilusión) y salimos a almorzar porque estábamos muertos de hambre para nuestra primera comida sin censuras. Comimos con la sola ausencia de un integrante y de allí a la playa. Varios se quedaron durmiendo la siesta. Recuérdese que nos habíamos levantado con River (con las gallinas) y que, además, somos gente mayor. Pero yo volví al hotel apenas para calzarme el traje de baño, vaciar la mochila (llena de anhelos) donde colocaría la toalla y encaminarme en ojotas hacia la playa. En la playa bastante poblada me arrojé al mar que estaba fresco fresco. Pasado un rato inmerso, o te morís o te acostumbrás. Y acá estoy alive and kicking. La tarde gozaba de 27 grados. El astro rey estaba a pleno y sonreía como en la propaganda donde el sol contestó sonriente: ¡ja, ja!, me los limpio con Odol.. Chicas lindas bailando a go-go.. Y tejo. Somos hombres con tendencia a la vejez así que a jugar al tejo. Yo pocas veces he jugado a este jueguito de alfajores de madera. Mi desempeño fue pésimo con serio riesgo de partirle la cabeza de un maderazo a algún bañista. Después, sí, el picadito playero. Torsos desnudos, panzas flameantes y a eludir contrarios y viejas despavoridas.. Ello constituiría un buen entrenamiento con vistas a la competencia programada para el día siguiente. Una vez agotados los cuerpos y ampolladas las plantas de los pies, otra vez al mar. El roce con la arena te quema las plantas de los pies, como en Trinidad Tobago. El agua seguía fría. Pero los pescaditos saltaban, la tarde estaba preciosa y las chicas merecían una canción de los Beach Boys. Cerca de las cinco de la tarde, otra vez al hotel. Un poco de descanso, televisión y el partido de River que juega tan mal como siempre pero que lo tiene a Trezeguet. ¿Qué hace Trezeguet en ese equipucho? Bah, pelito pa la vieja Reynoso. A la noche a comer pulpetines, cazuelas, mejillones, ostras, medusas, y otros productos que salen de las conchas marinas. La mayoría, luego de lastrado y libado se fue a las habitaciones porque al día siguiente teníamos el trascendental match contra Del Valle, equipo al que no le habíamos podido ganar nunca. Y mirá que es bravo decir nunca cuando tenés más de 50. Domingo. Desayunamos temprano. Luego, al vestíbulo del hotel (no me gusta decir lobby), a atender al coach, que a su vez es back quien, como siempre, dio la charla técnica, la arenga y el mensaje para la juventud. Como es tradicional, pronunció la alocución con la pelota en la mano, a la manera de un Hamlet del soccer. Llegamos al precioso estadio del club del Valle donde nos cambiamos, saltamos al campo de juego, hicimos la calistenia previa y la clásica foto de cada equipo, por separado, primero, y luego de todos juntos. Nuestra hinchada doblaba en número a la contraria, algo insólito teniendo en cuenta que éramos visitantes. Ellos tenían cero hinchas y nosotros dos. El hijo del zurdo no puede considerarse como hincha (lo que hubiera elevado a tres el número de nuestra barra) puesto que fue acreditado como chasirete en campo de juego. El juez pita. Acaba el faso y comienza el juego. Los primeros minutos nos meten en un arco. Después se complica. ¡ Penal a nuestro favor!. ¡Travesaño!. Después de diversas y apasionantes alternativas el partido termina. Tampoco vamos a relatarlo íntegramente. Todos a las regaderas. Posteriormente vino el almuerzo de ambos equipos que es una variante criolla del tercer tiempo rugbístico. Es el momento para que se aplaquen las iras, se limen las asperezas, se pidan las disculpas por las patadas infligidas y se acepten. Como por arte de encantamiento, los codazos de hace un rato se han transformado en impulsos que se toman con los brazos para saltar mejor. Qué carne deliciosa, qué vinito, qué ensaladas. Todo en un salón con grandes ventanales y una vista única al río Quequén. Y la hospitalidad de los necochenses. No soy amigo de los discursos así que qué suerte que no los hubiera. Apenas un par de palabras mezcladas con cachadas. No más que eso. Después volví a la playa porque el domingo estaba como para seguir tomando baños de mar y caminar buscando en vano tu nombre entre la arena. Viento norte y aguas calmas. El viento norte es llamado el viento de los locos. Tal vez por eso, durante el partido todo nuestro equipo estaba como loco. Un insulto por aquí, un ninguneo por allá. Una frase que se utiliza mucho en estos casos: ¡Pero este tipo no puede jugar! El viento norte se origina por un sistema de alta presión que nace en Brasil y viene con mucha temperatura y sin humedad. El problema con este viento, que tan nerviosos nos puso durante la estadía en Necochea, es causado por un componente que se llama ION. Los iones son una partícula que abunda en la atmósfera y que contienen una gran carga eléctrica (¡Largala, la p. que te p.!) Estos iones pueden tener signo positivo o negativo (¡Este tipo no puede patear los penales!) El viento norte, al rozar la tierra, por efecto de la fricción, va tomando una gran carga de iones positivos. La ionización del ambiente ejerce una notable influencia sobre el comportamiento humano y animal. Por contrario imperio, la ionización negativa produce comportamientos agradables, simpáticos, tiernos, dame un beso, dale.. La ionización positiva exacerba las ganas de pelear y discutir (¡Cómo vamos a ganar con esta manga de troncos en la cancha!) y puede provocar enfermedades. No es leyenda ni mito, entonces, la influencia del viento norte sobre el carácter podrido (¡Vos sos un chupamedias del técnico, por eso jugás!). Es bien científico, no estoy hablando pavadas, no me hagas poner nervioso. Bueno, pero habíamos quedado en que el mar estaba calmo, era una pelopincho, las olas recién se formaban al llegar a la playa. En consecuencia, detrás del débil encaje espumoso se formaba una sutil piscina como para flotar cual salchicha chisap en su tachito de hojalata. El agua seguía fresquecita, posibilitando una buena recuperación de la musculatura y una seguidilla de pensamientos positivos que te hacen creer que la vida es linda. A la vuelta vimos algunos minutos de fútbol por tevé, una ducha y hacer con los toallones una moquette en el piso del baño. A la noche fuimos todos a comer pizza con cerveza, que es un programa insuperable para el hombre moderno. Allí se discutieron aspectos del partido. Con acaloramiento muchas veces, se conoce que persistían los efectos del viento norte. Disiento con un compañero por conductas mostradas durante la brega y él lanza una frase que hace tiempo no escuchaba: ¡vos tenés tu verdad y yo la mía!. Le contesto que la verdad es una sola. Entonces toma una botella de cerveza y, asiéndola por el cuello, golpea su base sobre la mesa y la deja allí. ¡Zas!. La quiere romper y cortarme la jeta con el culo roto ( de la botella) Pero por suerte no. ¡Qué ves! Me conmina: ¡Qué ves! Dudo. Una botella, le digo, seguro de que es eso el envase que tengo a la vista y que dice Isenbeck. ¡Ves! ¡Ves!, me grita, como si me hubiese agarrado en un renuncio ¡vos ves la etiqueta pero yo no puedo verla ! En efecto, mi compañero, por estar en frente de mí, no veía la etiqueta que decía Isenbeck.. Por allí quería plantear el meollo de su tesis filosófica. Lo mejor, en cualquier caso, era alejarle la botella. A todos los fines. Después del flan nos fuimos a dormir. Al día siguiente armamos los bolsos, ya más livianos porque no había ilusiones ni anhelos (en las mochilas). En el desayuno unos pocos chichonean con la empleada del hotel que nos sirve el café con leche. No me cuesta adivinar el fastidio de la chica por el baboseo de los viejos. Al partir, los cuatro que estábamos en el auto rojo de nuestra caravana (ex de la esperanza) decidimos pasar por Tandil, dulce y hermoso pueblito que fascina con sus montañitas, sus anchas calles y su Ramón Santamarina. Uno de los muchachos quiere comprar salame tandilense. Almorzamos parte de ese salame, al que le agregamos queso tandilense y una naranjada (no tandilense). Había que volver al terruño y era mejor hacerlo sobrios, especialmente el conductor. A la hora del balance, ya cuando los kilómetros que faltan son unas decenas, uno mentalmente ensaya un balance y recuerda los buenos momentos y las pocas miserias, que es reconfortante atribuir al viento norte. Pero lo que más rebobina el cerebro es el extraordinario partido que ganamos por 4 a 3 y que constituyó el primer triunfo contra el club Del Valle, después de tres derrotas y dos empates. Nos tenían de hijos los muchachos de Necochea. Quizás lo sigan siendo el día de mañana, pero esta victoria inobjetable quedará inscripta para siempre con letras de oro entre las más impresionantes hazañas deportivas jamás logradas por este grupo de esforzados veteranos de camiseta verde que representamos a nuestra querida asociación de fomento. Fue tan grandioso nuestro logro que hasta el hombre más amargado del mundo, a quien orgullosamente contamos en nuestro plantel, se alegró. 4 a 3. Si hasta de escribirlo uno se pone bien. Y se calma.
4 Comments:
Querido Julio,
Todas las alternativas del periplo estan relatadas, y mechadas, con una onda retro y una explicacion cientifica de los berrinches,discusiones,arrebatos y posiciones particulares, de la delegacion a la que pertenece, que merecen el elogio redundante y el reconocimiento general( o coronel por lo menos).
Dignisimo triunfo,que redondea una gira magica(no se si misteriosa) y pone a esta delegacion en el camino de los logros permanentes.
Que asi sea,voto a Caruso!!!!! y no a Enrico precisamente.
Un abrazo emeceache
me alegro que te haya gustado, He querido respetar a rajatabla la verdad histórica e histérica.
Pusiste mal la traducción del título, "son" es "hijo" no "hija", "daughter" es "hija". La canción, entonces se llama "HIJO de un predicador", no "HIJA de un predicador" como pusiste en la entrada de tu blog.
exacto, exacto: es el hijo del predicador. The onlyman who could ever beat me was the son of the preacher man, o algo así dice la letra. Tengo lectores exigentes que no me dejan pasar una, eso es good. Sigan así!
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