martes, agosto 02, 2011


YO SÓLO QUERÍA DORMIR
En Porto Alegre seis personas fuimos subidas a un micro que, por alguna razón que olvido, estaba vacío. Abordamos el transporte mi mujer, un matrimonio amigo, sus dos hijas y yo. Y una chica desconocida que enseguida se nos unió. Eramos pocos (aunque ninguna abuela dio a luz) de manera que podíamos elegir el lugar que quisiéramos para ubicar nuestros cuerpos. La ventanilla o el pasillo, el lado de la ruta o el de los campos de sojinha. Y el asiento de atrás de todo, ese chorizo largo que te permite dormir con el cuerpo estirado como si fuese propiamente una cama. Yo en los micros puedo dormir desde la salida hasta el arribo cualesquiera fuese la duración del trayecto. Sé que es un don del que gozan apenas un diez por ciento de los viajantes en todo el orbe. Ahora bien, qué pasa cuando el viaje se comparte con personas a quienes se les debe alguna devolución social y éstos no pueden dormir. Cuando eso ocurre casi nunca puedo disfrutar de ese don que me regaló Dios. Mi esposa, por ejemplo, no puede dormir en ningún viaje. Quien, como yo, nació con ese privilegio tiene la obligación solidaria de no restregárselo en la cara a los que están huérfanos del mismo. No sería justo que durmiese a mis anchas cuando estoy codo con codo con quien mantiene durante horas sus ojos como huevos duros. Entonces comparto la desgracia del prójimo y guardo mi superpoder hasta que me encuentre solo, o mi interlocutor lea un libro, o encuentre algún entretenimiento que me permita dormir. O sufra una muerte súbita, por qué no. La vigilia se puede compartir, pero el sueño no. Excepto los sueños compartidos de Hebe y Sergio. Así les fue. En aquel viaje desde Porto Alegre yo sabía que mi esposa conversaría con la esposa de mi amigo y eso me liberaría para poner en práctica mi don. Pero la liberación sólo se operaría una vez que mi amigo se fuese de mi lado. Y que, para aprovechar la vista panorámica, se sentara junto al conductor. Y que, de puro aburrido, entablara con él charlas de los más diversos temas. Así lo hicieron durante, digamos, cien kilómetros. Y yo dormía como un bendito. Pero al despuntar el km 101 mi amigo me vino a buscar para unirme a la plática con el chauffeur. Yo estaba aposentado sobre el algodonoso sueño, mecido por el traqueteo del transporte y arropado por el arrorró insuperable del motor. Nada podía estar mejor. Me sentí capacitado como para pasar hasta 200 kilómetros así, dormido como si mismamente estuviera en el cuenco de los brazos maternos. Pero no. Mi amigo me convocó al sector del conductor y me hizo cebar mate . Conversar y cebar mate. Conversar con un desconocido. Cebar mate y chupar la bombilla que brilla por la saliva de un desconocido. Aunque mi amigo llevaría la delantera de la reunión y mi papel se limitaría a cebar mate y tomar de esa bombilla con restos de yerba solidificada precisamente por dicha saliva como elemento aglutinante. Pero lo que nunca pensé es que tendría que escuchar tantas estupideces juntas. Un historia de ficción acerca de lo que mi amigo llamaba su maravillosa familia. ¿Qué sentido tiene contarle una mentira a un chofer desconocido, además, estando yo presente que sabía, por testigo presencial, que todo, pero todo, era una burda patragna? Es más cómico si les cuento que mi amigo, a esas alturas, ya no se hablaba con su esposa después de una terminal crisis en una playa del sur de Brasil. Por ser seis solamente los que integrábamos el pasaje, varios pares de butacas apenas separadas por sus apoyabrazos que, desplazados hacia arriba las convertía en comodísimas camas, se me reían en la cara. Y cebaba mate y socializaba con el conductor. Y ese extraño ser hablando maravillas de su familia, que a esas alturas estaba desmoronada. Yo me quería morir, por lo menos según la interpretación del escritor húngaro Erno Zsép quien en una de sus novelas ordenó decir a su personaje principal que “todo lo que me complace en la vida se asemeja a la muerte. El sueño profundo, la meditación, el descanso inmóvil…” Pues cuando me sacó de mi estado mi amigo pensé ¡me quiero morir! Pero si la impostura de mi amigo me enardecía, la frustración de mi siesta me ponía loco. Hubiera admitido todas sus mentiras por unos buenos 100 kilómetros de coma profundo.

5 Comments:

Blogger Nike said...

¡Excelente! ¡Excelente texto! Te felicito mucho.

Quiero decirte un par de cosas, pero quiero comentarte que yo no me subo a ningún caballo, ni psicológico ni literario, metafóricamente hablando.

El texto me encantó, por un lado. Y sé que cuando alguien dice que le gusta algo no es un gran aporte. Pero, me gustó y mucho el texto. Me pareció gracioso. Además, me identifiqué con tanta sensibilidad que quiere ser apagada por un rato para dormir (y aquí vi algo sutil pero no viene al caso), simplemente, para hacer caso sin resistencia del don natural de dormir en un viaje.

Por otro lado, puedo decirte que no estoy "acostumbrado" (¡enbuenahora, oiga!) a que en un blog los textos no se dividan en párrafos. Y, desde esta costumbre, te digo que me suele no agradar a la vista. Pero, veo el toque literario, visualmente hablando, en no dividir el texto en párrafos. Me remonto a la página de un libro, o algo así (y eso me agrada, oh yes!).

Por último, aún debajo y sin subirme jamás antes, en el medio, y después de este comentario, al caballo, humildemente sugiero que coloques los "botones" para sociabilizar que Blogger da como opciones (para que alguien o uno mismo que lea la entrada pueda compartirlo en Twitter, Facebook o Google+) debajo de cada final de post. Y, en la misma línea, que aproveches los anchos del blog, investigando cómo se puede cambiarlos desde el menú de opciones de Blogger.

Hay talento en esa entrada, a mi entender, por eso este 1er. comentario largo.

¡Un saludo y gracias por pasarte por mi blog!

6:08 p. m.  
Blogger Nike said...

¡Ah, por Déus y la Virgen santa! Si hace a tu interés, que los títulos de las entradas sean enlaces específicos. Por ejemplo, yo ahora quiero compartir en Twitter este texto, y no lo puedo hacer, digamos, con el método fácil (copio desde el título el enlace de la entrada, pego en Twitter).

Bueno, estos han sido mis atrevimientos. ¡Feliz fin de semana e Indiana Jones para todos! =D

6:12 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

Cómo que no es un gran aporte decirle a alguien cuando algo le gusta? Es un aporte imprescindible! Y lo agradezco en lo profundo. Y gracias por los consejitos de facebook y twitter. Soy medio bestia para estas cuestiones pero lo intentaré. Un abrazo.

10:11 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Mucha Ficcion y cuento de futbol Julio. Para cuando su autobiografia?

1:23 a. m.  
Blogger estejulioesuno said...

Esta historia es autobiográfica y sucedió en el año 1986. Todo este blog es autobiográfico. Y los "cuentos" de fútbol son verídicos. A medida que haga confesiones más tremendas y desgarradoras te darás cuenta. Un abrazo.

9:51 a. m.  

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