HOMENAJE A RIVER PLATE
River nunca fue un club de grandes hazañas. Ni de triunfos épicos. La hazaña deportiva se produce cuando un equipo tiene todas las de perder pero igual gana. Cuando está abajo en el marcador, lo da vuelta y vence contra toda la lógica. River, las veces en que salió campeón fue porque sus equipos eran tan superiores al resto que no había forma de que les arrebataran el triunfo. Sumaba más puntos que los demás y se consagraba. Pero, por favor, que no hubiese finales. Esos grandes equipos de la gallina, cuando tenían que definir mano a mano en una final, por más que en teoría fuesen superiores, perdían. Por gallinas. Baste recordar aquella célebre final de la copa Libertadores del año 1966 en Santiago de Chile contra Peñarol de Uruguay. El equipo argentino, que había hecho una campaña extraordinaria a lo largo del torneo, ganaba dos a cero y terminó perdiendo 4 a 2. Allí nació el justo mote de gallinas. Cuando ganó la copa, recién veinte años después, la final fue contra el club colombiano América. Y ganó por el propio peso de la superioridad de un equipo, el argentino, sobre el colombiano. Había demasiada diferencia. Pero además, un par de jugadores con temple. Y después ganaron la final intercontinental porque la jugaron contra un equipo rumano. Hasta la final de una copa de menor trascendencia como la Centenario se perdió contra un equipo de los denominados “chicos”: Gimnasia y Esgrima La Plata. Es que River siempre "arrugó" en las finales. A sus jugadores, en este tipo de encuentros, que se dirimen mano a mano, les entra el temor y padecen lo que Valdano llamó pánico escénico. El cerebro no les irriga convenientemente. Una voz interna les dice: ¡Andate a tu casa!, y se mandan macanas que no se pueden concebir en jugadores profesionales. Acordémonos del gol que se hizo Carrizo contra San Lorenzo, el penal basquetbolístico de Román contra Belgrano. Hay que saber jugar finales. No cualquiera puede. Muchos jugadores inferiores a otros en calidad, pero que los superan en cuanto a presencia espiritual, se consagran en los partidos definitorios y ganan los campeonatos. Los otros, los “cracks” de partiditos, los que se anotan en el marcador a partir del cuarto gol, pasan sin gloria por ese tipo de encuentros. Es como si se escondieran, no toleran recibir la pelota porque se les escapa de los pies del miedo que tienen. Primer ejemplo: un uruguayo casi desconocido como Ribair Rodriguez. Gran figura en el celeste cordobés durante esta promoción. Ejemplo contrario: otro uruguayo, Francéscoli, que en la final intercontinental contra el Juventus de Italia, en 1996, pasó desapercibido y triste. Decilo, Enzo, decilo. Puede pasar y pasa. Quizás ni siquiera sea culpa de ellos, de los jugadores que sufren de horribles enfriamientos en el pecho. En todo caso la responsabilidad es de los que los eligen, sean dirigentes o entrenadores, sin saber discernir los que están en condiciones de jugar este tipo de partidos y los que no. River tuvo muchos de los que sí podían jugar sin que la importancia del encuentro los doblegara. Pero no fueron suficientes a lo largo de su historia. Y por eso perdieron tantas finales y fueron renovando, como una licencia, año a año, el impecable calificativo de gallinas. Y ahora, otra vez les sucede lo mismo. Una final y para peor con “ventaja deportiva”, es decir que bastaba con dos empates para quedarse en la categoría. Pero el compromiso excedió a casi todos, incluyendo al entrenador. Padecieron el partido, lo sufrieron. Y así cometieron errores casi payasescos como el del empate de Belgrano donde dos defensores de River casi se matan entre ellos y terminaron cediéndole la pelota al contrario para que convirtiera. Si a eso le agregamos que el 95 por ciento de los jugadores del "millonario" son de bajísima calidad, entonces tiene que ocurrir lo que ocurrió. Estas situaciones pasan hasta en mi propio equipito con el que vamos a jugar todos los años al Uruguay. Los que se ponen nerviosos por el partido “importante” cometen fallas tan infantiles que dan ganas de matarlos, aunque no es bueno matar a los niños. Basta con verles la cara para darse cuenta cuando tienen miedo. La jeta del pobre Pereyra, que no sostiene la pelota, dan ganas de llorar. Y ni hablar de la cara llorosa de Jota Jota. Callado y haciendo pucheros en vez de gritar un poco para despertar a sus durmientes muchachos. Muchas veces a lo largo de la historia River tuvo equipos superiores a otros pero perdieron en las finales porque el miedo les hacía descender el nivel hasta lo aficionado. Y se perdió contra Boca una semifinal por tres goles a cero porque tanto el técnico (Gallego) como los jugadores tenían mucho cuiqui. ¿Y qué hace de distinto el jugador que no tiene miedo? Nada del otro mundo: corazón y cerebro. Correrse la vida durante todo el partido pero siempre usar la cabeza. Usando la cabeza es más sencillo pasarle la pelota al compañero. Tomar el partido como uno más sencillamente porque se confía en las fuerzas de que se dispone. La culpa, insisto, es de los electores, los que ponen en la cancha a esos minusválidos de espíritu. Los jugadores, como Román, como Carrizo, como Lamela, casi que están disculpados, no saben ni lo que hacen. Corren la cancha como si estuviesen con los ojos vendados. Por eso yerran los pases o no atrapan la pelota. Parecen los caballos ciegos de Equus (creo recordar que el protagonista estaba loco y les pinchaba los ojos a los cocochitos) Con un poquitín de autocrítica los propios jugadores que padecen de impotencia espiritual tendrían que decirle al mister, cuando los larga a la cancha, como dijo Bartleby el escribiente: “preferiría no hacerlo”. Y dar lugar a los que no son tan “estrellas” pero que cuando ven uno que está con la misma camiseta le dan la pelota. Y que corren a los contrarios para sacársela. Y que les gritan y cachetean a los compañeros que se quieren ir a la casa lo antes posible para meterse debajo de la cama. De esos River no tiene ninguno.
6 Comments:
Ud. cree que Almeyda es el "elector" adecuado??
No. Hay que buscar a los que ascendieron de la be a la a, por ejemplo caruso lombardi. Los gallinas deben empezar a ser realistas. Desde ahora todo es el chiquitaje.
Estimado,de su analisis brotan verdades como poroto de la chaucha.
De todas maneras puede aspirar con la nueva contienda de tener el unico titulo q nunca ganaron sus eternos rivales imaginese
CAMPEONES DEL NACIONAL "B" VAMOS TODAVIA!!!!!!
saludos cordiales emeceache
uhhhhhh!! qué verdad !!! sería un honor tener un título de esa jerarquía, bost...s pu..s!!!!
boca supo ganar la recopa sudamericana, no jodamos.
Con Cavenaghi y Dominguez se salvan?
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