SOBRE LA AMISTAD
He de referirme a la amistad entre hombres. Dejo afuera a la de mujeres porque conlleva componentes como La Envidia y La Competividad ideas sobre las que habría que profundizar.Y si algo tengo es que soy menos profundo que una pelopincho. También excluyo la amistad entre el hombre y la mujer porque también necesitaría más espacio por lo complejo de este tipo de relaciones. Leí en una bonita novela del escritor húngaro Sándor Márai que entre un hombre y una mujer todo tiene condiciones, como el regateo en el mercado. Además, y esto lo digo yo, no se puede soslayar la carga de erotismo que conlleva el vínculo entre géneros. Quiero decir, y dejo el tema para otro trabajo, que un hombre bien puede ser amigo de una mujer pero nunca descartará la posibilidad de acostarse con ella.
Los amigos se cotizan en las buenas y en las malas, a mí me dieron las chauchas y las reparto con vos, dice Gardel en el tango Preparate pal’domingo. A mí nunca me gustaron las chauchas, lo cual me da pie para usarlo como metáfora de mi resistencia a tomar la amistad como un vehículo para pedir. Nunca pedí. Aunque mis amigos tienen la costumbre de dar sin que les pidan. Marcel Proust dijo en su kilométrica novela En busca del tiempo perdido: “La amistad es tan poca cosa que me cuesta trabajo comprender cómo hombres de algún genio, como por ejemplo Nieztche, hayan tenido el candor de atribuirle cierto valor intelectual.”
El campo literario está minado de estupideces. Esto lo afirmo yo. Parece mentira que en una obra canónica, que ha quedado inscripta en el olimpo de las letras universales, según dicen los que saben, se encuentren ideas tan majaderas. Pero yo lo comprendo a Marcelingui. El era un ser misántropo y asmático. Yo también fui asmático. Sé lo que es el aislamiento y la soledad cuando los amigos de la niñez salían a jugar a la pelota, o a los cowboys, y uno se quedaba sentado y quietito porque cualquier agitación podía provocarle la muerte por asfixia. Y así uno observaba cómo sus amigos se alejaban corriendo y gritando mientras disimulaba un reiterativo e innecesario inventario del pilón de figus para no dar tanta lástima. Algún amigo, Ese Amigo, se quedaba y me proponía cambiar figuritas. Alegaba estar cansado de jugar a Gene Autry. Si eras listo sabrías que lo hacía por amistad, sacrificando su propia y merecida diversión. Y si, además de listo eras jodido, pensarías “qué viene este tipo a hacerse el condescendiente. Si es por lástima se puede ir bien al carajo”.
Esto no sé si está bien pero me lo enseñó mi abuela.
Márai, en la novela mencionada, que se llama El último encuentro hace decir a su personaje principal que “En la amistad no se desea nada del otro; se puede matar a un amigo, pero la amistad nacida entre dos personas en la infancia no la puede matar ni siquiera la muerte puesto que su recuerdo permanece en la conciencia de los hombres, como permanece el recuerdo de una hazaña discreta que no se puede expresar con palabras. Así es, la amistad es una hazaña, en el sentido fatal y silencioso de la palabra, donde no resuenan ni sables ni espadas. No hay un proceso anímico más triste, más desesperado que cuando se enfría una amistad entre dos hombres… Pero el sentido profundo de la amistad entre hombres es justamente el altruísmo: que no queremos un sacrificio del otro, que no queremos su ternura, que no queremos nada en absoluto, solamente mantener el acuerdo de una alianza sin palabras.”
Y así es que tengo amigos a quien no veo hace años y sin embargo la amistad no se ha enfríado. Y tengo amigos con los que intercambiamos un par de palabras intrascendentes y aun así somos amigos. Es que a mí pocas cosas me gustan más que estar callado.
Los amigos serán amigos hasta el fin dijo Freddie Mercury en su bella canción Friends will be friends. Un amigo es una luz brillando en la oscuridad sostiene Alejandro Lerner en una de sus canciones que, lastimosamente, no es tan bella. Pero así como no se puede comparar la amistad con la camaradería o el compañerismo (otra vez Sándor), tampoco es equiparable Queen con Lerner.
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