El último miércoles un episodio lamentable empañó lo que debería haber sido una cena de camaradería y amistad. Fue todo por motivos políticos aunque parezca mentira. Qué crimen es hoy discutir de política cuando esa actividad es exclusiva de la oligarquía política, ésa que se dedica a la política sólo para hacerse millonaria. ¿Por qué, entonces, deberíamos nosotros, los que ni siquiera cobramos del gobierno por limpiar una placita de barrio, enardecernos y polemizar sobre política cuando estamos absolutamente afuera de sus millonarios repartos?
Todo comenzó cuando J. se quejó de la situación actual del país pero sin hacer nombres. Otro comensal, G., que estaba enfrente suyo, separado por la mesa donde las ensaladas esperaban serenamente el asado, cerca de las nueve y cuarto de la noche, le replicó que no sabía nada, a lo que J. argumentó que ese mismo día había tenido que pagar 2300 pesos de monotributo. Eso evidentemente lo tenía mal (es feo pagar impuestos) G. le dijo que nunca habíamos estado tan bien como ahora a lo que J. replicó que no era así que, al contrario, nunca habíamos estado tan mal como ahora. G. le dijo a J. que sin duda pertenecía a la extrema derecha, la misma que lidera Macri, ése que siempre vivió del Estado y le volvió a decir que no sabía nada, pero ahora agregó que además era un boludo. Así le dijo:
-Vos no sabés nada y además sos un boludo
Para refirmar estos asertos, G. se levantaba de su silla, se inclinaba hacia delante, casi tocando con su barbilla la ensalada de berros, y lo señalaba con el dedo índice de la mano derecha.
El sorprendido J. dijo que él no tenía la menor intención de discutir porque lo quería. Así le dijo:
-Mirá, G., no quiero discutir ni pelearme porque te quiero. Pero vos me agrediste.
-Sí, te agredí porque no sabés nada y sos un boludo. Y te voy a cagar a trompadas.
Parecía que en cualquier momento G. iba a saltar sobre la mesa, sortear la ensalada de berros, y atacar al azorado J. (ver foto).
G. agregó que los Kirchner eran millonarios, en efecto, pero de toda la vida, no de ahora (es llamativo como personas pobres, que sufren carencias, o a quienes no les resulta sencillo ganar los garbanzos para el puchero, defienden con pasión la fortuna de los Kirchner, fortuna de la que nunca recibirán un miserable peso). Y que si se gastaban dos millones de dólares para comprar un hotel estaban en todo su derecho.
No sé si sigo la conversación en forma literal, respetando la secuencia cronológica, casi seguro que no, pero recojo frases sueltas y trato de reconstruir la verdad histórica con la misma fidelidad que lo haría un Tulio Halperín Donghi. De lo que sí estoy persuadido es que, en un momento J., en un intento de dar finiquito a la polémica, se levantó de la mesa y se dirigió a la zona de parrillas diciendo:
-Mirá, por mi todos los peronistas se pueden ir a la concha de su madre…
¡PARA QUÉ!
El cerebro empedernido de G. elaboró este sencillo logaritmo:
Todos los peronistas se pueden ir a la concha de su hermana
Yo soy peronista
Yo me puedo ir a la concha de mi hermana
¡PARA QUÉ!
G. se levantó de su silla de plástico blanco y lo invitó a boxear, en estos términos:
-Vos sos un boludo y no te voy a permitir que me putees así que salí afuera que te voy a recagar a trompadas.
La erre utilizada para pronunciar el verbo recagar, a esa altura de la velada -y eso que la carne aún no había sido servida- ya no egresaba de sus labios con la soltura que reclama tan contundente letra.
J., más triste que atemorizado, se levantó y dijo:
-Discúlpenme, muchachos, pero no puedo estar más acá. Me retiro.
Agarró su plato, sus cubiertos, los introdujo en una bolsa de Carrefour u otro supermarket, y se retiró. Se hizo un silencio incómodo en el incómodo quincho del club. Intervino R., quizás el más antiguo amigo de G., para pedirle que se tranquilizara pero aquel le dijo que se callara la boca que él se había peleado a su tiempo con cada uno de los integrantes de la mesa, así que no estaba en condiciones de arrojar la primera piedra. Así le dijo:
-¡Vos callate que ya te peleaste con todos lo que están acá!
Antes de que R. le cantara la falta o el retruco y comenzaran a volar las sillas de plástico blancas, lo agarré del brazo y le dije que lo dejara ahí, en estos términos:
-Cortala, boludo, dejala ahí...
Muy triste todo.
6 Comments:
el de la foto es g o j?
j es julito?
podes sacar fotos que se vean mejor?
el de la foto es j.
Julito no participó, sólo le dijo a R. "dejala ahí, boludo" cuando quiso mediar.
La foto fue tomada en circunstancias peligrosísimas, yo estaba al lado de G. y en cualquier momento volaba una piña.
Ves que la gente está muy crispada?
exacto, está crispada por cris
Realmente parece, de tan objetivo, que lo hubiese grabado. Aunque cuando se haga el revisionismo, si lo hace Felipe Pigna, le da la razón a G. Un deseo...que vuelva y se perdonen, sino no hay golero, ni alterno.
Si, J. tiene que volver porque sino me van a hacer atajar a mí
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