Miércoles: Decidimos viajar en un día que no sea fecha redonda para evitar la ruta congestionada. Qué listos.
Jueves: En este pueblo costero, donde acude tanta gente, el diario llega después de las nueve treinta a eme por lo cual hasta esa hora no me enteraré sobre la marcha del gobierno ni el contenido del discurso de la señora Cristina al inaugurar una pileta de natación.
Viernes: Hemos rentado una linda casita con adornos feos, del tipo que los propietarios suelen descartar para su residencia principal. Si al dueño de una propiedad en la costa le regalas algún adorno y te dice ¡qué lindo para la casita de la playa!, en realidad te está diciendo que tu presente le pareció una porquería.
Sábado: La casita tiene televisión por cable porque mi señora no puede perderse los capítulos definitorios del teleteatro romántico Valientes ni yo los partidos de la copa de verano, copa desafío y copa y chego.
Domingo: La panadería del barrio fabrica unos sándwiches de miga que son de fábula y unas facturas de película pero no podemos comer todos los días porque nos pondríamos como cerdos de una película fabulosa.
Lunes: Leo la novela rosa, digo rusa, Ana Karénina del escritor Leon Tolstoi. Y también la revista eñe y la Pronto, que en su portada diría, ante la relación prohibida de Ana con Vronsky: “Por amor he renunciado a mi hijo”. Entrevista exclusiva de nuestro enviado a San Petersburgo.
Martes: En la rotisería donde compramos la comida de la noche venden unas milanesas a la napolitana que dan ganas de conocer Milán y luego Nápoles.
Miércoles: En la playa adonde concurrimos a diario todas las mujeres usan bikini, sin importar el peso, la edad, el credo o la religión. He visto a señoras de setenta con malla de dos piezas y en verdad parecen viejecitas en bombacha y corpiño fugadas con lo puesto de un incendio que se acaba de producir en su edificio.
Jueves: Día de lluvia. Planifico dormir hasta cansarme pero se impone una caminata y nos dirigimos a la Gran Ciudad balnearia, distante unas cuatro cuadras de nuestro pueblito. Edificios muy horrendos uno junto al otro, y en sus plantas bajas, comercios y restaurantes con rabas por las nubes. La gente camina, camina pero al final no compra en Sadima. Se trata de ver los escaparates y nada más. Nos turnamos con mi mujer para ver libros. Uno se queda afuera con la perrita y la otra se adentra en la librería. Pero no compramos. Novelas a setenta y cien pesos. Dan ganas de darle la razón a Abelardo Castillo que robaba libros.
Viernes: Veo un pedazo de la gran novela televisiva Valientes (gran por la extensión: más de 200 capítulos) y me digo: qué troncos son sus protagonistas, pensamiento que repito sin modificaciones cuando observo al equipo de Boca perder miserablemente con la gallina.
Sábado: Vienen mis queridos tío y tía a pasar el fin de semana. Mi esposa limpia la casita como lo haría Adrian Monk en su departamento de San Francisco.
Domingo: Este pueblo marino presenta la ventaja de que no hay gente “marquera” como en Pinamar. O bien, son de esa especie de marqueros que compran en el shopping de Punta Lara en donde se puede conseguir una prenda Kevingston con diferencias mínimas con respecto a la original (por ejemplo la marca escrita con q). Ese desinterés de la población por el esnobismo me habilita para usar sin remilgos unas ojotas en cuya tira izquierda hay escrita una “o” y en la derecha una “j”. De a $ 20 el par.
Lunes: Algunos días salgo a correr a la vera del mar hasta llegar al muelle, otros completo doce vueltas alrededor de la plaza del pueblo. Y hay jornadas en que mi única actividad física consiste en liberar botellas de cerveza de sus tapas corona.
Martes: Ana Karénina se tiró debajo de un tren. Revista Pronto diría: “La tragedia de Ana Karénina. Daguerrotipos exclusivos desde el lugar del accidente.”
Miércoles: Como nuestra casita está a unos pocos metros del mar hay días en que voy a tomar mis baños apenas embutido en el traje de baño. Ni las O. J. llevo para que no me las roben cuando me arrojo al Atlántico sud. Pero con este día ardiente caminar descalzo por el pavimento y luego por la arena me provocó una horrible quemazón en las plantas de los pies y ahora puedo trasladarme sólo si apoyo los bordes externos de las empanadas. Parezco John Wayne en La conquista del oeste o, simplemente, un hombre paspado.
Jueves: A la noche hay algunos espectáculos como “Tributo a Arjona”, “Tributo a Sabina”, “Tributo a Pepito Pérez”. La sinonimia de la palabra tributo con impuesto me basta para distanciarme de esas rascadas. Además no me gustan ni Arjona ni Sabina ni Pérez. Si hubiera algún tributo a XTC capaz que te voy.
Viernes: Debido al calentamiento global del planeta el agua esta tibiecita y, como el océano se esta comiendo la playa, eso acorta el trayecto desde mi sombrilla hasta el mar y minimiza mi esfuerzo. Siempre en positivo, como diría el leal Scioli.
Sábado: Fin de las vacaciones del 00. Hasta aquí llegamos. Fue hermoso mientras duró. Nos sos vos, soy yo. Todo termina al fin, todo tiene un final. Cargamos el auto con sobrepeso de alfajores y nos largamos. Hasta el otro carnaval.
6 Comments:
Ud. es un maestro de la crónica veraniega, Yulai.
Morí con la descripción de las viejitas de los miércoles.
Dado el rubro que lo ocupa, por un momento creí que las iba a vestir con un dos piezas, baño y cocina, pero lo superó! jajajaj
beso
condesita, qué gusto verte. Otro beso.
Esos comentarios de vacaciones (y no es el primero que le leo, julito) siempre me hacen acordar a las pelis de Enrique Carreras.
Ud. siga jodiendo con copa y chego y sadima y lo van a venir a buscar del loquero, lo van a venir...
Gracias, gracias. La que más me gustó es Esto es alegría con Carlitos Balá en un papel que mostró sus verdaderas posibilidades actorales. Era el segundo episodio del filme, transcurría en el Tigre, él (a quien apodaban Cepillito) era un humilde lustrabotas, tenía un hermanito que...
No, basta que me da impresión...
Julito no te olvides de Tita Merello cantando "La casquivana Ivette"
Publicar un comentario
<< Home