jueves, septiembre 04, 2008



QUE SERÁ DE LA VIDA DE CACHO

Cacho atesoraba una cantidad de figuritas como nunca vi a lo largo de mi taciturna infancia. Era tan grande su colección que todos los bolsillos de su pantalón cortito, bolsita de los recuerdos, no alcanzaban para contener esos cartoncitos redondos con la cara de los futbolistas profesionales (Ejemplo: Tremonti) y se veía obligado a trasladarlos dentro de una caja de hojalata posiblemente de galletitas finas de terrabusi, pero no lo podría jurar. El padre de Cacho era un hombre adinerado, creo que tenía camiones aunque no me encuentro capacitado para remembrarlo con certeza, luego, tampoco lo podría jurar. Hoy he jurado poco y eso no le agradaría a Benedicto sweet sixteen. Cacho obtenía las figus por tres modos: a) la compra, b) el canje y c) su habilidad para el puchero y la tapadita, disciplinas que hubieron de procurar los primeros estreses de nuestras incipientes vidas y que sirvieron para aprender a templar nuestros nervios para los futuros emprendimientos ya como boludones grandes. Cuando surgían discusiones entre los contendores porque uno de ellos sostenía que las figuritas sólo se habían contactado por sus vértices, lo que no constituye técnicamente una tapadita, el pleito se resolvía a las piñas y Cacho siempre ganaba, aun a los multirepetidores, casi adultos, que con sus guardapolvos blancos bien podrían pasar por una autoridad del establecimiento, o cuanto menos por el portero, de no ser por el estado penosamente cochambroso de sus plaviniles. Cacho era valiente. También generoso. Cierta tarde me mostró la figu más difícil de todos los álbumes del mundo (fragata sarmiento) y me supo regalar las repetidas. Años después se fue a vivir al Paraguay. En esa época con mi señora no podíamos concebir el hijo que buscábamos por el método clásico (amor) y él me ofreció conseguirme un paraguayito rubio importado directamente de Asunción sin cobrarme nada. Valiente y generoso este Cacho. Más adelante me lo volví a encontrar. Me contó de cuando una vez caminaba por la avenida Lope de Vega en compañía de su novia y fue interceptado por dos hombres armados que le exigieron toda la guita o te quemo. Aquella vez el bravo Cacho, en un pase digno de René Lavand, extrajo de un bolsillo de su americana una pistola 45 y mató a uno de un certero tiro en la nariz. El otro salió corriendo como Imanol Arias cuando se murió su amigo (Xavier Elorriaga) en Anillos de Oro. Valiente, generoso y expeditivo este Cacho.

3 Comments:

Blogger La condesa sangrienta said...

Me pregunto si Cacho, este benemérito hijo de...camionero ¿no será acaso Moyano? digo, porque la prosapia y los métodos se parecen.
Besos Julito (su Benedicto sweet sixteen, me mató!).

10:49 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

le cuento:sí canjeaba, era MUY HABIL y ganaba en los juegos con las figus, ¡comprar nunca!. porque en casa "envasábamos" figuritas en los sobresy pronto llenaba los álbunes, luego "revoleaba pilones" en los recreos y en el barrio....se mataban, sentía un raro placer....

12:33 p. m.  
Blogger estejulioesuno said...

No era Moyano porque no se hacìa rico a costa del trabajo de sus propios compañeros.
Y a Germán le digo que nunca participè de las experiencias del figurita a la marchanta porque eran verdaderas carnicerìas.

3:58 p. m.  

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