LA CASA DEL TIRANTE AHUECADO
Yo estaba en un bar. Miento. Estaba en Mc Donald’s. Me gusta Mc Donald’s porque tiene buena calefa. Y en invierno eso hace la diferencia. El café no está mal. Si bien el express que sirven en los cafetines es rico, el umbrella juice de Mc Donald’s está ok. Pero no voy a eso. En la mesa de junto dos hombres cuchicheaban. Al principio, como es lógico, lo único que yo alcanzaba a captar era cuchi cuchi cuchi, pero conforme fui afinando los oídos pude reconstruir una conversación harto sugestiva mientras simulaba leer el diario:
-…La casa está en este barrio, eso es lo único seguro. Y la foto. Acá la tengo. Con eso tenemos que descubrirla. En el altillo hay un tirante de madera ahuecado donde hay guardadas catorce monedas de oro. Me lo dijo claramente. Pero no se acuerda del nombre de la calle ni nada, solo recuerda que la casa estaba en Providencia y tiene una foto vieja, cuchi cuchi cuchi.
Los desconocidos se fueron. Olvidé el hecho. Quiso la casualidad, que a veces se disfraza de Dios pero le queda mal, que uno de aquellos hombres del Mc Donald's viniera a mi oficina tres días después. Qué pequeño es Edmundo. Me mostró la foto de una casa. Pero antes me contó una historia. Le ofrecí café. Aceptó. Comenzó a hablar. Pero previamente dejó la cucharita en el platillo donde reposaba el pocillo:
-Mi abuelita era dueña de esta casa hace más de cincuenta años. Un día me contó que allí había un enano de jardín muy querido por ella –introdujo el hombre- porque fue lo primero que compró mi difunto abuelo el día que se mudaron. Cuando la vendió, hace cosa de cuarenta años, dejaron el enanito y... Pobre viejita, yo quisiera conseguírselo para… sob, sob…
(Sob, sob es onomatopeya de enjugarse las lágrimas y los mocos)
Historia traída de los pelos. Todo mentira. El señor me tomó por un boludo premiun. Y en caso de existir algún enano, lo habrían tirado a la mierda los que le compraron la casa a sus abuelitos.
-Estaba fijado sobre una base de cemento en el fondo de la casa.
El cuento era menos creíble que los pretextos que dan los productores de seguros cuando omiten el ingreso del dinero que les dimos para pagar a las aseguradoras. El hombre había venido a mí por recomendación de un muy amigo mío que le dijo que yo, como antiguo habitante de la zona, podía orientarlo para ubicar la casa. Y yo, de pura casualidad, me convertí en un autor omnisciente que sabía la verdadera razón por la cual el hombre necesitaba localizar el chalet. No era para esa burda patraña. Se creía que yo era un pelotudo equis equis ele. Ahora bien, ¿no era razonable columbrar que la casa no conservaría el techo original después de cincuenta y pico años? ¿De qué manera, en caso de encontrar el inmueble, accedería el hombre al altillo y ubicaría el tirante ahuecado donde supuestamente se encontraban las catorce monedas sin que los actuales dueños se enterasen, cosa prácticamente imposible a menos que se produjese un robo por escalamiento? (Necesito tomar aire ante pregunta tan luenga) ¿Sería cierto lo de las monedas o solamente una historieta de la abuelita, propia de una imaginación en lo mejor del Alzheimer? ¿Por qué el supuesto nieto no le consigue a la vieja un enano cualquiera, total no se va dar cuenta (alguno le podría facilitar yo, que los colecciono, sin ir más lejos)? ¿A cuánto está la onza troy de oro?
Me convenía que me confesase la verdad pues de esa manera, dejando sentado el carácter oneroso de la búsqueda, mi trabajo se haría acreedor a un estipendio más significativo que la magra retribución por el mero hallazgo del inmueble. Pero para eso había tiempo. Si lograba dar primero con la propiedad, desde esa posición de fuerza podría negociar con el hombre.
Dos días después le declaré que en el solar de la casa de la foto hacía mucho tiempo habían construído un rascacielos.
-…La casa está en este barrio, eso es lo único seguro. Y la foto. Acá la tengo. Con eso tenemos que descubrirla. En el altillo hay un tirante de madera ahuecado donde hay guardadas catorce monedas de oro. Me lo dijo claramente. Pero no se acuerda del nombre de la calle ni nada, solo recuerda que la casa estaba en Providencia y tiene una foto vieja, cuchi cuchi cuchi.
Los desconocidos se fueron. Olvidé el hecho. Quiso la casualidad, que a veces se disfraza de Dios pero le queda mal, que uno de aquellos hombres del Mc Donald's viniera a mi oficina tres días después. Qué pequeño es Edmundo. Me mostró la foto de una casa. Pero antes me contó una historia. Le ofrecí café. Aceptó. Comenzó a hablar. Pero previamente dejó la cucharita en el platillo donde reposaba el pocillo:
-Mi abuelita era dueña de esta casa hace más de cincuenta años. Un día me contó que allí había un enano de jardín muy querido por ella –introdujo el hombre- porque fue lo primero que compró mi difunto abuelo el día que se mudaron. Cuando la vendió, hace cosa de cuarenta años, dejaron el enanito y... Pobre viejita, yo quisiera conseguírselo para… sob, sob…
(Sob, sob es onomatopeya de enjugarse las lágrimas y los mocos)
Historia traída de los pelos. Todo mentira. El señor me tomó por un boludo premiun. Y en caso de existir algún enano, lo habrían tirado a la mierda los que le compraron la casa a sus abuelitos.
-Estaba fijado sobre una base de cemento en el fondo de la casa.
El cuento era menos creíble que los pretextos que dan los productores de seguros cuando omiten el ingreso del dinero que les dimos para pagar a las aseguradoras. El hombre había venido a mí por recomendación de un muy amigo mío que le dijo que yo, como antiguo habitante de la zona, podía orientarlo para ubicar la casa. Y yo, de pura casualidad, me convertí en un autor omnisciente que sabía la verdadera razón por la cual el hombre necesitaba localizar el chalet. No era para esa burda patraña. Se creía que yo era un pelotudo equis equis ele. Ahora bien, ¿no era razonable columbrar que la casa no conservaría el techo original después de cincuenta y pico años? ¿De qué manera, en caso de encontrar el inmueble, accedería el hombre al altillo y ubicaría el tirante ahuecado donde supuestamente se encontraban las catorce monedas sin que los actuales dueños se enterasen, cosa prácticamente imposible a menos que se produjese un robo por escalamiento? (Necesito tomar aire ante pregunta tan luenga) ¿Sería cierto lo de las monedas o solamente una historieta de la abuelita, propia de una imaginación en lo mejor del Alzheimer? ¿Por qué el supuesto nieto no le consigue a la vieja un enano cualquiera, total no se va dar cuenta (alguno le podría facilitar yo, que los colecciono, sin ir más lejos)? ¿A cuánto está la onza troy de oro?
Me convenía que me confesase la verdad pues de esa manera, dejando sentado el carácter oneroso de la búsqueda, mi trabajo se haría acreedor a un estipendio más significativo que la magra retribución por el mero hallazgo del inmueble. Pero para eso había tiempo. Si lograba dar primero con la propiedad, desde esa posición de fuerza podría negociar con el hombre.
Dos días después le declaré que en el solar de la casa de la foto hacía mucho tiempo habían construído un rascacielos.
1953-2008
5 Comments:
Me encanta esta veta policial negra, pero con un toque de barrio tipo Soriano...FELICITACIONES. (Continuará, verdad?)
Gracias. Y, continuará como continúa mi vida. ¡Esto es en tiempo real!
El enanito no habrá ido a parar a su jardín, no?
Y por cierto... ¿qué es de la vida del coronel?
Abrazo y buen fin de semana, Yulai.
¡condesita tanto tiempo...!
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