jueves, abril 10, 2008

PROBLEMAS



Hace algunos meses en la inmobiliaria donde presto funciones (Arizmendis propiedades, antes que clientes ganamos amigos) alquilamos un amplio local comercial a un ciudadano chino para que instalase un supermercado de la misma nacionalidad. Sesenta días después, como no se observase movimiento de refacciones, instalación de góndolas ni ingreso de mercaderías le pregunté al oriental y me confesó con un gesto de pánico que contagiaba que, de momento, no podría abrir el negocio debido a la existencia de problemas.
-¿Qué problemas?
-Problemas -repitió el hombre de ojos achinados-.
Pronunció “problemas”, no “ploblemas”, intentaré evitar la macchietta y la caricatura, recursos desleales e indicativos de un déficit de cultura. Problemas.
A la vuelta del local arrendado hay otro supermercado chino. Un día fui a comprar un producto cuyo precio marcado en el borde de la góndola era de quince pesos. Me aproximo a la caja china con el producto para que sea pasado por el lector, pero la cajera china me dice:
-Telenta.
-¿Cómo telenta si está marcado quince?
-¡Telenta!
La señora china parecía muy ofuscada, tenía una bronca china. Deduje que su ojeriza se debía a que pronto se abriría un supermercado chino a la vuelta y me responsabilizaba directamente a mí. Con paciencia china para no contestar sus bramidos devolví el producto y me retiré. No estaba dispuesto a pagar el doble del valor. Traspuse la entrada del supermercado y la dama china continuaba con su letanía mientras su mirada se ensombrecía (sombras chinescas) y los dientes le rechinaban:
-¡Telenta! ¡Telenta!
Nunca más volví al supermercado chino donde habían pretendido cobrarme telenta un producto que valía quince.
Al otro día pasé por el local alquilado por Arizmendis Propiedades (seguridad en operaciones inmobiliarias) y en la vidriera tenía pegado un cartel hecho a mano con caracteres chinos, probablemente escritos con tinta china. Despegué el panfleto y lo guardé en mi oficina. Cuando vino mi cliente se lo mostré y le pregunté qué decía.
-Bien, galacias-.
-No, qué dice el papel. Leelo por favor.
Al momento de concluir la lectura el rostro del chino mutó en una deformante mueca de canguelo y comenzó a temblar como una hoja (de bambú).
-Problemas –dijo y salió corriendo desesperado, con alguna dificultad porque calzaba chinelas-.
Al poco tiempo el contrato de locación se rescindió. Sospecho que la familia de la china que decía telenta ha tenido una incidencia sustancial en el arrepentimiento de mi cliente chino*

*La historia de cómo este hijo de Confucio nos alquiló el local está encantadoramente relatada en las capítulos titulados Los tres chinos, Los tres chinos-parte 2 y Los tres chinos-De Zen La Tseng (desenlace) correspondientes a los días 7, 12 y 14 de julio de 2007.




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