jueves, enero 05, 2012

DEL DIARIO DE 2012
Querido diario: Hoy he mostrado un departamento a una joven pareja integrada por personas de sexos diferentes. Ella está embarazada. Al entrar sonríe dulcemente y me dice:
-Espero que pase por la entrada la panza del bebé. Ja, ja, ja.
Está orgullosa de su bebé, por eso el chiste malo. O quizás busca influir favorablemente sobre mi decisión. Como si yo tuviera arbitrio. Que lo tengo. Si no pasa por mi filtro la propietaria del departamento nunca se enterará de que esta damita quiso alquilárselo. Parece orgullosa de esa vida que late en sus entrañas, como decían en la novela El derecho de nacer. La chica tiene el pelo largo y negro que le llega a la cintura. Es uruguaya y hermosa. Cuando estamos en el living les prevengo que hay otra persona que tiene la prioridad. Ella me dice que el departamento le encanta y que quiere quedarse con él. Me pide que haga lo posible porque así sea. Que aunque sea lo haga por su bebé. Otra vez el bebé. Si yo no lo conozco al bebé. Pareciera que me pide que lo haga por el bebé como si estuviera persuadida de que va a ser una persona útil a la sociedad. Y cada vez nacen menos personas de esas características. La mayoría de los humanos que nacen, al cabo de un cierto tiempo se convierten en seres perjudiciales o inútiles para todo servicio. Y lo peor es que nunca torcerán ese sino. Y así está el país. Está linda la gurisa con su pelo azabache que brilla asociado con el sol vespertino que ingresa por la ventana. Del marido no he hablado hasta ahora porque es inexistente. Está eclipsado por la rutilancia de esta saludable muchacha de ojos verdes. Ella se muestra amorosa acaso para que yo haga la vista gorda sobre ciertas inconsistencias de los ingresos matrimoniales en orden a su blancura o negrura. Hay hombres que se excitan con las embarazadas. No es mi caso. Sus mohínes nunca comprarán mi voluntad. Le muestro los dormitorios. Uno es más pequeño que el otro. Ah, es más chico -dice la mujer- bueno, el bebé también será chiquito, ja, ja, ja. La plaza del pueblito costero tiene poco cemento y eso la vuelve atractiva. Sólo hay un pequeño sector de juegos para niños donde pueden romperse la crisma a discreción. Pero lo demás se conserva natural. Excepto el altar enrejado donde se honra a la virgen. El resto es una alta arboleda con piso de crujiente gravilla. ¡Atiza! Mi mente ya se fue de vacaciones. Y la parejita esperando mi palabra. ¡Volvé, mente, la p…! Tendré que comunicarle a los futuros padre y madre que su solicitud será descartada. Están flojos de papeles. Pero habré de hacerlo en un lugar seguro. Ya me pasó que alguna vez, al comunicar una decisión negativa, me amenazaron con matarme de cuatro tiros. Necios. Con uno solo bien pegado bastaría. Mejor se los digo una vez que llegue al pueblito costero. Hasta luego, querido diario.
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